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Columna
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Estoy rodeado de asesinos, pero tú tranquilo

La era de la crueldad se va instalando entre nosotros cuando la maldad se convierte en diversión. O en política de Estado

Jean Pormanove influencer Raphael Graven
Berna González Harbour

Que Hannibal Lecter no es solo un producto del cine lo sabemos. Que hay asesinos, psicópatas y maltratadores alrededor nos consta de sobra. Pero que eso se convierta en diversión masiva, que una constelación de cientos de miles de personas disfruten en secreto del dolor ajeno, que se diviertan con ello en la intimidad de sus habitaciones mientras una plataforma gana audiencia y dinero con el espectáculo habla demasiado mal de nosotros.

El maltrato se ha hecho negocio. Sin filtros, sin reglas, sin árbitros.

La muerte de Raphaël Graven, un exmilitar francés de 46 años que se dejaba golpear, humillar e insultar en directo para distracción de sus seguidores, nos pone ante un espejo de nuestra sociedad que no queremos, pero que debemos mirar. El streamer murió mientras dormía durante una maratón sádica que llevaba emitiéndose 24 horas al día desde hacía diez jornadas. Que la autopsia desvele que no murió de los golpes tal vez deje a sus agresores más tranquilos, pero nadie debería estarlo ante la impunidad con que han actuado durante días, meses y años mientras ejercían la violencia.

Francia está conmocionada, nos dicen, al sumar este caso de sadismo colectivo convertido en entretenimiento al de Gisèle Pelicot, la mujer violada por decenas de hombres tras ser drogada por su marido, que la ofrecía en Internet como si fuera una olla exprés en Wallapop. El susodicho, además, la grababa. Esta misma semana, Facebook cerró un grupo en el que cientos de hombres compartían imágenes íntimas de sus mujeres sin su consentimiento. Se llamaba Mia moglie y llevaba funcionando siete años. Como se graban y comparten violaciones grupales.

¿Estamos enfermos? Cuando la maldad se convierte en diversión y eso se convierte en una actividad sostenida durante años sin que salten las alarmas de quien participa o lo atestigua, algo grave está fallando en nuestra sociedad. No en vano, estos sucesos coinciden con un tiempo en que la crueldad se ha vuelto política de Estado. Lo es en Israel y lo es en EE UU, donde la exhibición del poder frente al vulnerable incluye su aniquilación, su deportación, su borrado. Lo es para Vox y los grupos xenófobos, que ponen en la diana a quienes tienen la piel más oscura.

También estos días, una mujer se arrojó por la ventana en Llíria (Valencia). Días antes había logrado escapar de un secuestro de 12 días en que su pareja la violó, incomunicó y maltrató. Su muerte no contará en la lista de asesinatos pero, como la de Raphael Gräven, nos habla de quienes mueren rodeados de asesinos. Vosotros, tranquilos.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.
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