Pedofilia y extrema derecha
Cómo se utiliza el discurso de la “sexualización” de los niños para proyectos de poder


En los últimos días, el Congreso brasileño se ha centrado en un único tema: la elaboración de leyes contra la “adultización” y la “sexualización” de los niños. Hasta los diputados que se habían amotinado en protesta por el arresto domiciliario de Jair Bolsonaro han vuelto al trabajo. En siete años, el Congreso brasileño no ha aprobado ni una sola ley sobre el tema. En la última década, 75 propuestas relacionadas con la seguridad de niños y adolescentes en internet han acumulado polvo en el Parlamento. Pero solo entre el 11 y el 15 de este mes se han creado 59 nuevos proyectos de ley sobre el asunto.
El fenómeno, que mueve tanto a la derecha como a la izquierda, surgió a raíz de un vídeo viral de 50 minutos del youtuber Felipe Bressanim Pereira, más conocido como Felca, publicado el 6 de agosto y que ya tiene más de 45 millones de visualizaciones. Felca denuncia que se ha “sexualizado” y “adultizado” a niños y adolescentes para generar dinero en las redes y servirles de material de consumo a los pedófilos. Desde entonces, nadie parece querer perder la oportunidad de aparecer como el que salvó a los niños de la perversión de monstruos pedófilos.
¿Quién va a decir que está en contra? Obviamente, luchar contra la pedofilia dentro y fuera de internet es obligatorio. Pero no hay la inocencia que se pretende en este debate; basta con recordar lo mucho que ha manipulado el tema la extrema derecha en Brasil y en el mundo. Entre los innumerables casos, Hillary Clinton, por ejemplo, fue víctima de la teoría de la conspiración del Pizzagate, que la acusaba a ella, Bill Clinton y varios altos cargos del Partido Demócrata de utilizar la pizzería Comet Ping Pong de Washington como tapadera de una supuesta red de pedofilia. También vale la pena recordar QAnon, una teoría que desde 2017 “denuncia” la existencia de una vasta conspiración global en la que están implicados los Clinton, los Biden y casi cualquiera que no les caiga bien, quienes gobernarían el mundo en secreto y dirigirían una extensa red de tráfico de menores con fines sexuales. Considerado un “héroe” por el movimiento, Donald Trump llegó a decir que QAnon está formado por “gente que ama a nuestro país”. En Brasil, la exministra y actual senadora de extrema derecha Damares Alves catapultó su popularidad haciendo denuncias de pederastia en poblaciones pobres de la Amazonia.
La difusión del término “sexualización de niños” hace, por un lado, un flaco favor a la causa de la protección de la infancia. Por otro, se presta a la manipulación de quienes solo fingen querer resolver el problema. El término “sexualización” sirve a los intereses de la ultraderecha porque, en contra de más de un siglo de estudios en psicoanálisis y psicología infantil y traicionando nuestra propia memoria —al fin y al cabo, todos habitamos la infancia un día—, refuerza la idea de que los niños son asexuados.
Partiendo de una premisa falsa, no se puede proteger a los niños de la explotación sexual. Por no hablar de que criminaliza la sexualidad y no la explotación sexual, que es de lo que hay que proteger a niños y también adultos. Sin aceptar lo obvio, que todos somos seres sexuales a cualquier edad, no se puede abordar un problema gravísimo en Brasil, un país en el que casi 70 millones de personas han sufrido violencia sexual en la infancia.
La caza de pederastas y de explotadores de la pedofilia tampoco aborda el problema de fondo. Está claro que tanto unos como otros deben responder penalmente por sus actos, pero se necesitan políticas públicas para resolver el problema. Por lo tanto, hacer lo que más odia la extrema derecha mundial: regular internet, actuar sobre las grandes tecnológicas. Este es el enfrentamiento de hoy en Brasil, donde grupos de extrema derecha acusan al youtuber Felca de estar al servicio de la izquierda y la regulación de internet, lo que lo ha convertido en blanco de amenazas de muerte.
En nombre de una supuesta protección, la extrema derecha separa a los niños de la red de relaciones en la que se hace la vida, en la que los adultos y todos los seres vivos necesitan cuidados, y los cosifica para sustentar su proyecto de poder. Al fin de cuentas, no hay protección real para los niños si los adultos no tienen garantizados sus derechos para poder cuidar de ellos, ni hay protección real para los niños sin políticas públicas de sanidad y educación. Al convertir a los niños en objetos, la extrema derecha los desprotege.
Solo por esta distorsión, los mismos que violan el cuerpo de la naturaleza, destruyendo el planeta donde viven estos niños, son los que se erigen en protectores del cuerpo de los niños. Pero siempre que la protección no implique regular internet, donde utilizan el odio como arma política para conseguir o mantener el poder y, claro, garantizar los beneficios de las grandes tecnológicas.
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