Europa suplica a Trump
La urgencia para influir en la cumbre de Alaska responde al miedo a que la Casa Blanca acepte de Putin una solución indigna para Ucrania


Los líderes de siete países europeos, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, los presidentes del Consejo y de la Comisión Europea y el secretario general de la OTAN se reunieron ayer por videoconferencia con el presidente de Estados Unidos bajo la presión insólita de ser excluidos de su propio futuro en cuestión de horas. El objetivo, logrado en apariencia, era dejar clara ante Donald Trump la posición común de Ucrania y sus aliados europeos ante la cumbre con el presidente ruso Vladímir Putin en Anchorage (Alaska) para negociar un final de la guerra cara a cara y sin presencia europea: Estados Unidos no puede hablar sobre Ucrania sin Ucrania, y Kiev no firmará nada sin la participación europea.
Las formas de la reunión, convocada de urgencia en mitad de agosto, demuestran el miedo en Europa a que Trump se deje seducir por Putin, que se repartan el mundo en una especie de pacto entre caballeros e impongan a los europeos la indignidad de los hechos consumados. Es el escenario soñado por el presidente ruso desde hace tres años y medio.
La posición ucrania y europea es coherente con la situación de una guerra que es la guerra de Europa. Ante las vacilaciones en la ayuda militar estadounidense (cuando no la completa hostilidad de sectores de la administración) Europa, y no Estados Unidos, se ha convertido en el principal sostén militar de Ucrania y su mayor financiador.
Como indicó junto a Zelenski el canciller alemán, Friedrich Merz, Europa está “haciendo todo lo posible” para que la cumbre, que hace solo una semana no estaba en ninguna agenda, “tome la dirección correcta”. Los líderes europeos han dicho esperar una reunión fructífera que logre un alto el fuego, pero han insistido en que el objetivo final es una paz “justa y duradera”, es decir, sin concesiones territoriales permanentes y con garantías de seguridad que disuadan al Kremlin de volver a atacar el territorio ucranio o el de cualquier otro aliado europeo. La ansiedad está justificada porque no está claro que Trump entienda estas líneas rojas imprescindibles. Mientras llega esa paz justa, Zelenski recordó ayer la necesidad de seguir manteniendo una posición dura con el Kremlin. El presidente ucranio ha pedido a Trump que no confíe en Putin. Es un requerimiento obvio, pero que necesita hacerse expreso por la evidente deferencia que Trump le profesa al autócrata ruso.
A pesar de las prisas de Trump, el menos interesado en un alto el fuego inmediato es Vladímir Putin. Con el frente de batalla avanzando a un ritmo que no se había visto en meses, Moscú no ve motivos para abandonar su exigencia clave, que no ha cambiado nunca: imponer sus propias condiciones sobre el futuro de Ucrania. Al mismo tiempo, cualquier resultado que Putin pueda vender como una victoria choca con la visión negociadora trumpista.
Cuanto más quede en evidencia a ojos de Trump que Rusia no quiere parar la guerra, mejor para Europa. De ahí, en gran medida, la exigencia común de un alto el fuego inmediato, y la frase del secretario general de la OTAN, Mark Rutte: “La pelota ahora está en el tejado de Rusia”.
En todo caso, ni se puede ni se debe normalizar lo que es, en efecto, una súplica a Trump para que no abandone a Europa. El continente, que sigue siendo el mayor bastión de la democracia y el orden internacional, necesita su independencia estratégica, creer en su nuevo papel en el mundo y acelerar las medidas concretas para reforzarlo. Influir en la cumbre de Alaska es necesario. No haber sido ni siquiera invitados es existencial.
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