Menonegocio
Justo cuando esperaba que la madurez me liberase de las presiones de la estética, ahí viene la industria a seguir exprimiendo a mi generación


Qué ganas tengo de convertirme en una señora mayor para dejar atrás la anemia y los vaivenes emocionales y disfrutar de una beatífica estabilidad. Terminada la crianza, además, la madurez se me antoja como un tiempo de mayor libertad. Por no hablar de la seguridad que van dando los años y que te hacen más asertiva que cuando eres joven. Cuando sea mayor, me he dicho siempre, seré inmune a la publicidad que me atosiga para que compre productos que no necesito y me liberaré al fin de la presión estética. Que las industrias de la moda y de la cosmética no tengan en cuenta a las que han vivido unas cuantas décadas puede ser un auténtico alivio.
Pues ahora ni de viejas podremos escapar al extractivismo vía consumo inducido gracias a la menopausia, una palabra que ha pasado de ser tabú a estar en todas partes de la noche a la mañana. Si no estás en ella es que eres pre, peri o postmenopáusica. Lo cual sirve tanto para vender libros, como yogures, planes de ejercicio, hormonas e incluso tratamientos médicos de dudosa eficacia. El mercado del climaterio, solo teniendo en cuenta la publicidad que nos llega a diario, debe de ser ingente. Y es que las mujeres que están alcanzando esta fase vital ahora mismo pertenecen a una generación que ha disfrutado de cierta independencia económica y justo están en esos años en los que pueden disponer de mayor estabilidad si han progresado a nivel profesional.
Vamos, que las mayores tienen pasta y hay que quitársela haciéndoles creer que necesitan 30.000 mejunjes para estar bien y “cuidarse”. Si no fuera negocio, ¿de qué iban las empresas a poner tanto empeño en “destabuizar” el asunto? He visto con mis propios ojos que una clínica ginecológica de Barcelona anuncia un programa completo dedicado a las mujeres mid age (“mediana edad” no luce igual) con un extenso catálogo de tratamientos que van desde el alivio de los sofocos a la cirugía estética, pasando por un vasto campo de operaciones destinadas a mejorar la apariencia de lo que se conoce comúnmente como “coño”.
Y yo sin enterarme de que una se podía remodelar esta parte de nuestra anatomía que hasta hoy se había librado de la esclavitud del espejo. Así que no solo no nos dejarán en paz cuando ya no seamos consideradas sexualmente aptas, sino que además van a ir a por nosotras aprovechando la vulnerabilidad que trae cualquier cambio vital importante. No van a quedarse de brazos cruzados mientras el mundo se llena de viejas libres, arrugadas y con los bajos flácidos. Con todo el suculento negocio que habrá ahí.
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