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Una jueza absuelve a Daniel Arizmendi ‘El Mochaorejas’, el secuestrador más sanguinario de los noventa en México

El hombre conocido por vejar y desorejar con tijeras a sus víctimas seguirá en prisión mientras cumple otras condenas

Traslado de Daniel Arizmendi 'El Mochaorejas' a Puente Grande, en Jalisco (México), el 17 de enero de 2005.

Daniel Arizmendi, alias El Mochaorejas, ha sido absuelto por una jueza federal del delito de privación ilegal de la libertad. Arizmendi fue detenido en 1998, cuando era conocido por ser el secuestrador más famoso y sanguinario de México. Su firma era desorejar con tijeras a sus víctimas, a las que acechaba en siete Estados de la República. Las autoridades entonces le acusaron de ser responsable de secuestrar al menos a 200 personas, incluidos siete empresarios españoles. Pese a la decisión de la jueza, Arizmendi no saldrá de prisión, ya que cumple condena por otros delitos por delincuencia organizada.

La jueza Segunda de Distrito en Materia Penal en el Estado de México, Raquel Ivette Duarte Cedillo, ha dictado sentencia absolutoria contra El Mochaorejas en el delito de privación ilegal de la libertad en modalidad de secuestro, ya que, a su criterio, las pruebas presentadas entonces por la Procuraduría Federal de la República no eran suficientes. Sin embargo, sí lo ha encontrado culpable del delito de delincuencia organizada, con una pena de ocho años. Por lo tanto, Arizmendi seguirá entre rejas, donde ya lleva 27 años cumpliendo condena.

El Mochaorejas aterrorizó a todo un país con sus crímenes en la década de los noventa. Cuando fue detenido —después de escaparse gracias a un pitazo de un operativo policial en el que cayeron su mujer, su hijo y una veintena de cómplices—, relató ante las autoridades y la televisión su modus operandi. Arizmendi contó cómo torturaba y usaba unas tijeras para cortar la oreja a sus víctimas. También confesó seis asesinatos y explicó que su única motivación era retarse a sí mismo. Nunca, dijo, ha sentido compasión, pero piensa que Dios le perdonará. Ahora añora la muerte. “Toda la vida en una cárcel es algo feo. Creo que morir sería más bonito”, declaró entonces.

La policía le confiscó 26 propiedades y casi seis millones de dólares cuando le capturaron en el norte de Ciudad de México. Justo cuando fue detenido, planeaba el último de sus secuestros: pedir 15 millones de dólares por el rescate de un empresario que en realidad había muerto de un balazo cuando intentaron secuestralo. Los investigadores le atribuyeron a él y a su banda de secuaces entre 40 y 200 secuestros entre 1995 y 1998, pero Arizmendi solo reconoció ser responsable de 21 ante el juez. Su grupo gozaba de total impunidad gracias a la protección policial que le brindaban los agentes. De hecho, él mismo trabajó como policía antes de emprender en la carrera criminal. Las orejas que cortaba a sus víctimas las enviaba a sus familiares para presionarles a que pagaran cuantiosos rescates.

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Sobre la firma

Micaela Varela
Es periodista de EL PAÍS en Ciudad de México. Nacida en Argentina y criada en Valencia, España. Graduada en la carrera de Periodismo en la Universitat Jaume I y máster de Periodismo en EL PAÍS. Escribe sobre derechos humanos, sociedad y cultura.
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