Los diluvios
Se habitan las fechas y los acontecimientos, se camina por el pasado con los pies desnudos como si uno se estuviera acercando a la orilla del mar

Cuando ella murió estaba leyendo una novela de Margaret Atwood, El año del diluvio (2021), que acababa de publicar la editorial Salamandra. El ejemplar se quedó en su mesita de noche, y ahí ha permanecido hasta que esta semana lo metí en el equipaje para llevármelo a Rota y leerlo junto al mar. Las cosas necesitan su tiempo. Ya me he acostumbrado a los recuerdos y al diluvio. La lectura y los recuerdos te ayudan a vivir el diluvio por dentro. Se habitan las fechas y los acontecimientos, se camina por el pasado con los pies desnudos, como si uno se estuviera acercando a la orilla del mar. Nunca he sido muy playero. Busqué una casa en la Bahía de Cádiz para quedar en bares y restaurantes con mis viejos amigos, mientras el calor pasaba de largo por las calles de Granada y Madrid. A ella sí le gustaba la playa. El día que lograba convencerme para que la acompañara, mientras colocaba la sombrilla y tendía las toallas, recordaba los veranos en casa de mis padres y mis abuelos. La arena se convertía en un jaleo de saludos, vecinas, juegos, bolsas, refrescos, comida y manchas de arena. Frente a ese torbellino, la entrada en el mar, con el frío del agua en la piel, suponía una experiencia de reencuentro con la buena soledad. Uno empezaba a nadar para que perder pie no fuese una invitación al naufragio, sino una afirmación de vida.
Quizá porque la soledad ha pasado a formar parte de mis pasos en la tierra, se me había olvidado ese sentimiento de realidad propia y sumergida que supone entrar en el mar. Aunque el agua está cada vez más caliente y la piel ya no recibe la sorpresa del frío, esta semana de julio he vuelto a sentir mi antigua experiencia marina. Leer la novela de Margaret Atwood, recordarla a ella mientras la leía a mi lado y luchaba por seguir nadando en las corrientes de la vida, me ha devuelto la sensación de evitar los jaleos revueltos de la playa para sentirme dentro de mí.
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