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Columna
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Cuenta tu mejor historia

En las batallitas no aplican las normas éticas de la verificación de datos

Escena de la serie 'Los Simpson'.
Delia Rodríguez

En algún momento de los dosmiles, la empresa donde trabajaba cometió un desliz y en lugar de una modesta nómina me ingresó 300.000 euros en la cuenta. Lo notaron no por el agujero contable, sino porque les llamó una representante del banco preguntando qué había que hacer para trabajar con ellos. El director financiero me llamó a su despacho, me explicó con calma el error y dijo que bueno, en realidad nada impedía que, mientras lo arreglaban, me dirigiera a una sucursal cercana y sacara más billetes de los que vería juntos jamás, pero que esa cantidad tampoco iba a resolverme la vida. Yo no acababa de estar muy de acuerdo con él, porque sí le veía la gracia a salir corriendo de la oficina para comprarme un pisazo a tocateja en el centro de Madrid con veintitantos años. Al final, el dinero se esfumó mágicamente, y en lugar de preocuparme por la lista de países sin convenio de extradición con España estuve agobiadísima hasta la siguiente declaración de la renta, por si Hacienda me pedía justificar ese extrañísimo movimiento. Cada vez que me mudo aparece por los cajones el resguardo que prueba que, durante unos días de mi vida, tuve dinero.

Esta es una de mis anécdotas más celebradas. Tengo otras, pero no las contaré aún porque el oficio de columnista es árido y conviene guardar para tiempos de escasez. La he recordado porque estos días se ha puesto de moda en X revelar las historias que forman nuestra mitología personal (en inglés, lore). El mensaje que lo propone, un simple “cuenta algo sobre ti” junto al dibujo de un muñecote que mira con interés un ordenador, ha conseguido superar los mil millones de visualizaciones, convirtiéndose en uno de los más difundidos de la historia de esta red. Si X tiene unos 350 millones de usuarios activos, cada uno nos hemos encontrado ese mensaje unas tres veces.

Me han hecho el verano más llevable la chica que encontró en la playa una tibia humana que resultó tener 7.800 años de antigüedad, el chico que cuando trabajaba en WhatsApp cambió los ingredientes del emoji de la paella para que coincidieran con los de la receta de su abuela o el muchacho que quedó a los 15 años con un desconocido que llevaba en el maletero del coche pistolas, cuerdas, cuchillos y cinta americana, y que se libró por la intervención casual de la policía de ser secuestrado y asesinado. Una joven confesó el bochorno que pasó al explicarle a su terapeuta, a quien acudía por un trastorno alimentario, que debía suspender las sesiones porque la habían contratado como extra en una película llamada Los juegos del hambre. Alguien contó que cuando tenía 16 años consiguió volar a Brasil, entrar en contacto con una secta y escapar sano y salvo sin que sus padres se enteraran. Mi favorita es la chica en cuyo dormitorio cayó un reactor atravesando el techo y que se libró porque era sonámbula y se había ido a dar un paseo por un campo de golf.

Es posible que alguna de estas historias no sea real, pero en las batallitas no aplican las normas éticas de la verificación de datos. Es más, sumarles un poco de IVA en las sobremesas con amigos les sienta bien. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una tendencia en internet, y el “cuenta algo sobre ti”, en su humilde egocentrismo, me ha recordado que para esto desarrollamos el lenguaje los humanos. Qué placer cuando nuestro único objetivo es entretenernos a través de la forma más sencilla que existe, hablando; y qué bien cuando las redes se convierten en la forma de conseguirlo.

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Sobre la firma

Delia Rodríguez
Es periodista y escritora especializada en la relación entre tecnología, medios y sociedad. Fundó Verne, la web de cultura digital de EL PAÍS, y fue subdirectora de 'La Vanguardia'. En 2013 publicó 'Memecracia', ensayo que adelantó la influencia del fenómeno de la viralidad. Su newsletter personal se llama 'Leer, escribir, internet'.
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