La información, primera trinchera contra el calor
Francia se ha volcado en el proceso de educar a la sociedad para los desafíos del clima apoyándose en las redes sociales como un valioso canal


Una ola de calor mató en Francia a 15.000 personas durante las tres primeras semanas de agosto de 2003. Un tercio de las víctimas vivían en la región de París, en su mayoría ancianos. Muchos murieron deshidratados en sus casas o veían cómo sus enfermedades previas se agravaban por un calor insoportable y sostenido que no sabían combatir porque no lo conocían. Nada estaba preparado para una canícula como aquella. Escaseaban los ventiladores en los comercios y la climatización era inexistente tanto en las viviendas como en el transporte público. Recuerdo cada trayecto diario en metro, al mediodía, entre mi casa y la agencia de prensa donde trabajaba entonces como redactora como una experiencia parecida a un descenso al infierno. Armada con un vaporizador de agua y un abanico, procuraba respirar como podía dentro del vagón junto a otros pasajeros también angustiados, entre ellos madres que viajaban con sus bebés extrañamente cubiertos con mantitas. El vagón circulaba lleno, como si no pasara nada. Al salir de la estación de metro, en el centro de París, la escena era de una distópica normalidad. Como si se tratara de un agosto de los de antes, los ciudadanos hacían sus recados cotidianos bajo un sol abrasador. De vez en cuando, alguno se desvanecía víctima de un golpe de calor. Conservo otro recuerdo imborrable: las numerosas ambulancias aparcadas frente a los edificios que veía desde el taxi, ya de noche, cuando volvía a casa.
Con medio país de vacaciones nadie, ni medios de comunicación ni políticos, hablaron durante los primeros ocho días del drama de aquel calor sobrenatural. Hasta que el jefe de Urgencias de un hospital de París dio la voz de alarma: sus servicios estaban saturados y morían decenas de personas. Los responsables sanitarios restaron inicialmente importancia a las estimaciones del médico. El ministro de Salud apareció por televisión el día 10 de agosto desde su descanso en el Sur para anunciar la puesta en marcha de un número de teléfono sobre medidas de prevención. Por fin, cuatro días más tarde, el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, interrumpió sus vacaciones y asumió la gestión del desastre.
Aquella ola de calor de hace más de 20 años fue para Francia su “kilómetro cero” en la interiorización del proceso de calentamiento global. Francia aprendió traumáticamente de las disfunciones de sus sistemas de prevención, de los riesgos del silencio y de la falta de información a los ciudadanos ante situaciones de calor extremo. Desde entonces, la Administración pública francesa se ha volcado en el proceso de educar a una sociedad para los desafíos del clima apoyándose en las redes sociales como un valioso canal que permite cumplir tres grandes objetivos: divulgar masivamente, actualizar las previsiones meteorológicas durante los episodios de altas temperaturas y adaptar los mensajes en función de la edad y necesidades de los ciudadanos. Estos días, Francia afronta, al igual que España, una fuerte ola de calor con sus sistemas de comunicación oficiales reactivos y funcionales.
🔴 Ce weekend, de très fortes chaleurs sont attendues près de la Méditerranée et dans la vallée du Rhône. Demain, 14 départements sont en #vigilanceorange #canicule : adoptez les bons réflexes pour vous protéger. + d'infos @meteofrance pic.twitter.com/Fq3QRQ5nXe
— Ministères Territoires Écologie (@Ecologie_Gouv) June 27, 2025
En materia de gestión informativa del clima extremo, España no debería dormirse en los laureles. El hecho de que sea un país tradicionalmente cálido no evita la emergencia de nuevos afectados por el calor: habitantes de aquellas regiones o comarcas donde, hasta hace poco, las olas de calor se miraban por televisión porque no les afectaban nunca. Existen sectores cada vez más amplios de la población que necesitan adaptar sus horarios y rutinas para proteger su salud y sus entornos de los rigores del clima. El calentamiento global nos obliga a un proceso de ajuste permanente, y en esa actualización las redes sociales, tan nefastas para algunas cosas, pueden resultar providenciales como fuentes actualizadas de conocimiento y coordinación. El calor, que acabó con la vida de más de 2.000 personas en España el año pasado, tiene la mala costumbre de matar en silencio.
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