Las corrupciones
Es necesario exigir responsabilidades, depurar, llegar al fondo, dar explicaciones

Escribir supone en muchos momentos ponerse a buscar sinónimos. Hoy busco palabras para nombrar la corrupción. Y pienso en deshonestidad, degeneración o podredumbre. Como no quiero llegar a la palabra descomposición, por un instinto de lealtad a la democracia, me pongo a pensar en la tristeza, y llegan estados de ánimo cercanos al desconsuelo y la pesadumbre. Pero no todo es una lucha de sinónimos. Escribir supone también mantener la decisión de caminar entre las dificultades de la conciencia y las ilusiones de la imaginación. Cuando un adjetivo o un verbo se llenan de incertidumbre, conviene apoyarse en el carácter casi autoritario de los adverbios y en la acción afirmativa de los gerundios.
Me reafirmo en el adverbio evidentemente. Corruptos hay en todos sitios, evidentemente. Por eso la política solo puede sostenerse en la tolerancia cero contra la corrupción. Es necesario exigir responsabilidades, depurar, llegar al fondo, dar explicaciones. Cualquier deseo de encubrir implica falsear el sentido de la escritura. Conviene estar dispuestos a corregir todo lo que manche, dejar que la gramática y los argumentos se abracen con claridad a la vida. Y la vida democrática le pide al PSOE en este momento una claridad tajante contra la corrupción para defender todavía caminos políticos que no se olviden de los servicios públicos y los derechos laborales en una democracia social.
Muy preocupado por el descrédito de la política, yo me atrevo también a hacerle al PSOE una doble petición: que no se enfangue en luchas internas egoístas y que no caiga en la tentación del tú más. Que no se defienda recordando los numerosos casos de corrupción del PP. No debe hacerse cómplice de la estrategia antidemocrática de los que extienden la consigna del todos son iguales. Solo asumiendo y aclarando las fronteras de su propia responsabilidad, podrá protagonizar una acción afirmativa de la ciudadanía.
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