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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Dónde está el PP?

Alberto Núñez Feijóo tiene que marcar ya el espacio ideológico de su formación ante la deriva radical de Isabel Díaz Ayuso

Alberto Núñez Feijóo interviene durante la concentración del PP bajo el lema ‘Mafia o democracia’ en la Plaza de España de Madrid.
El País

El Partido Popular escenificó ayer en Madrid un nuevo acto multitudinario de protesta contra el Gobierno, el sexto desde las pasadas elecciones. Bajo un sol contundente, decenas de miles de personas de toda España (100.000 según la organización, 50.000 según la Delegación del Gobierno) participaron en la concentración, donde el líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, exigió el fin de un Gobierno que, dijo hiperbólicamente, “ha llenado todo de corrupción, de cloacas y de mentiras”. La manifestación, además, sirvió como ensayo general del 21º Congreso de los populares, que se celebra en la capital en menos de un mes.

Ayer quedaron en evidencia las dos visiones del PP que han de confrontarse en el cónclave de julio: la encabezada por el propio Feijóo —que aboga por centrar la oposición en la hostilidad a Sánchez con un vago andamiaje ideológico en el que pretende que quepan desde la extrema derecha hasta los votantes más conservadores del PSOE— y el sector más duro, impulsado por el expresidente José María Aznar y cuya figura más relevante es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

El discurso de Feijóo insistió, como en actos anteriores, en ese frente amplio de oposición, al afirmar que era un acto “sin siglas” y hacer un guiño al Estado de las autonomías. “No es ideología concreta la que venimos a reivindicar […] estamos aquí por algo que nos une a todos y trasciende a cualquier partido”.

Mientras, los halcones propugnan una derecha que asuma buena parte de los planteamientos de Vox para reconstruir la casa común conservadora y piden decididamente un viraje reaccionario, no solo contra el Gobierno de coalición y sus obras, sino incluso contra parte de la evolución institucional y social española de los últimos 50 años. Díaz Ayuso ejemplificó ese giro con un ataque frontal a la idea de la plurinacionalidad de España: “No somos extranjeros en nuestra propia casa”.

Además de una muestra de descontento generalizado, la manifestación fue, una vez más, una exhibición de la frustración de la militancia popular ante una realidad que no ha cambiado: Feijóo sigue sin contar con los 176 votos que necesita en el Congreso de los Diputados para ser presidente del Gobierno. Esa frustración no ha ido sino en aumento por la capacidad del Ejecutivo de coalición para mantenerse en pie pese a su fragilidad parlamentaria y a la torpeza socialista para gestionar escándalos como los de José Luis Ábalos y Leire Díez. Lo cual, a su vez, ha derivado en un lenguaje cada vez más grueso por parte del primer partido de la oposición, como volvió a demostrarse en el acto de ayer.

Pero siempre es un error confundir a la militancia más fiel, no ya con el electorado en general, sino con el conjunto de los propios votantes. Corresponde a Feijóo acabar con la confusión, definir el perímetro ideológico de su formación, pasar de las abstracciones a las propuestas y, sobre todo, despejar una incógnita: ¿qué se vota cuando se vota al PP? Entre otras cosas, porque un vuelco definitivo hacia el extremo liderado por Ayuso impediría reconstruir los puentes con el nacionalismo periférico de centroderecha, todavía imprescindible para llegar a La Moncloa. Que el mayor partido conservador de España insista en un ideario que lo condena a tener como único socio posible a la ultraderecha resulta preocupante en tanto en cuanto lo aparta de la mayoría de la sociedad española.

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