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Columna
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Madina

El exdiputado socialista posee algo más valioso que el poder: una autoridad que no se obtiene repartiendo cargos ni nóminas

Eduardo Madina y Alfredo Pérez Rubalcaba en el Congreso de los Diputados en 2014.
Diego S. Garrocho

Eduardo Madina es algo más que una referencia para el socialismo en España. Su trayectoria forma parte del patrimonio de nuestra historia democrática y constituye un ejemplo para quienes entienden que la defensa de los principios puede acarrear costes importantes. Pero hay más. Su opinión y criterio siguen atrayendo la atención de muchas personas, gracias a un prestigio cultivado durante décadas. Madina posee algo más valioso que el poder: goza de una autoridad que no se obtiene repartiendo cargos ni nóminas.

En sus intervenciones se perciben lecturas, inquietudes genuinas y una sensibilidad moral precisa a la hora de fijar posición. La conversación pública en las democracias debería sustentarse en ejemplos como el suyo. También desde la otra orilla ideológica.

Que Madina sea más o menos brillante no impide que, en ocasiones, se conforme con decir las verdades del barquero. El otro día lo hizo, en la Cadena SER, donde recordó algo tan evidente como que hoy abundan personajes en el Partido Socialista que habrían resultado inverosímiles en otras épocas. Y es cierto. Los Koldos, las Leires e incluso algunos miembros del Consejo de Ministros serían impensables en otro tiempo y, sin embargo, ahora encajan armónicamente en un paisaje erosionado y en declive. Cuando todo esto pase, Pedro Sánchez será recordado por haber reformateado el código estético del partido. Para entonces, la reconstrucción de un PSOE cultivado será uno de los mayores desafíos.

Pocos ministros encarnan mejor que Óscar Puente la maniera sanchista, y quizá por eso el titular de Transportes sintió la necesidad de confrontar en Twitter, intentando ridiculizar como un bully de instituto las palabras de Madina. El gesto fue tan matón y grosero que resulta evidente que Puente busca ganarse méritos de algún tipo. La estrategia es clara: voces y jaleos para la grada militante, aunque los votantes sigan observando perplejos.

Sin embargo, algo falló en esa apuesta bravucona. La afrenta de Puente, además de exhibir sus modales heterodoxos, sirvió para que toda España escuchara unas palabras de Madina que, de otro modo, habrían pasado desapercibidas. Regalarle foco al adversario cuando no corresponde es algo que solo saben hacer así de bien Feijóo o su colega Óscar López. Aunque, en esta ocasión, bienvenido sea. Por obra de Óscar Puente, ahora toda España sabe que existe un socialismo creciente que asiste, con rubor, a todo lo que está ocurriendo. Y gracias a los excesos del ministro, también sabemos lo mucho que les preocupa. Por fortuna.

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Sobre la firma

Diego S. Garrocho
Diego S. Garrocho es profesor de Filosofía Moral en la UAM, donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica. Autor de 'Moderaditos. Una defensa de la valentía política' (2025), 'El último verano' (2023), 'Sobre la nostalgia' (2019) y 'Aristóteles. Una ética de las pasiones' (2015). En 2021 ganó el Premio David Gistau de periodismo.
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