Amar a la UCO
Criticar o mostrar adhesión a los uniformados en las redes se lee como una manera de posicionarse políticamente


La devoción que se vive en mis redes sociales por la Guardia Civil es algo peculiar. Gentes que hasta hace no mucho criticaban que al final de cualquier cola de coches siempre hay un policía, ahora corren a retuitear fotos de los integrantes de la UCO (Unidad Central Operativa). Que, por cierto, nunca un nombre de un departamento policial tuvo tanto éxito. De hecho, los Mossos d’Esquadra han intentado en los últimos años copiar la estrategia y lograr, a base repetir la sigla, que la DIC (División de Investigación Criminal) se convierta en un referente similar de calidad y prestigio. Todavía están en ello.
Al final, lo que no han logrado casi 50 años de democracia, lo está consiguiendo el ponzoñoso clima de la política española: reivindicar a la policía públicamente sin apuro ni reparo. Nuestra historia y nuestras costumbres (“a mí no me tiene que decir nadie cuántas copas de vino puedo o no puedo beber”, José María Aznar, 2007, Valladolid) ha dejado ese poso natural de desconfianza hacia los agentes de la autoridad, que nos recuerdan que existen unas normas que deben cumplirse.
Pero no es que en realidad la policía esté repentinamente de moda (o sí), y estemos a dos días de coleccionar los escudos de cada especialidad (haberlos, haylos). Lo que esconden buena parte de las muestras de afecto repentino por la Guardia Civil es una postura política, una manera de ver el mundo, un deseo de futuro. Los tuits fervorosos de presunto respeto y adhesión total a los uniformados irradian un mensaje de crítica al Gobierno de Pedro Sánchez. Y a la inversa, quienes critican a un jefe de policía con nuevas responsabilidades políticas traslucen su apoyo al presidente español, al que consideran injustamente perseguido por poderes soterrados que quieren desalojarlo de la Moncloa. Y si no es así, así se decodifica en el actual clima de polarización: conmigo o contra mí.
Mucho se habla en estos días de la UCO. Aquí los tenéis. Hombres y mujeres, jóvenes y con alguna cana, que dan el callo en defensa de la ley y de sus conciudadanos.
— Lorenzo Silva (@VilaSilva) June 1, 2025
Miradles a los ojos. Mirad a los ojos de quienes los han convertido en blanco de sus diatribas. Y elegid. pic.twitter.com/4Mvh0QpiZM
Y con ello se dinamita la confianza de los ciudadanos en las instituciones, oportunamente utilizadas en cualquier refriega política. Una dinámica habitual en los últimos años, de policías patrióticos, grabadoras en marcha para dejar constancia de conversaciones vergonzosas e impropias, con fines espurios. Años en los que hemos desempolvado e incorporado a nuestro lenguaje conceptos como el lawfare. “Esto la Fiscalía te lo afina”, que presuntamente dijo Jorge Fernández Díaz (PP), en su etapa como ministro del Interior, en una charla con el entonces jefe de la oficina antifraude en Cataluña, Daniel de Alfonso. Que por cierto, quien fuese el número dos del ministro, Francisco Martínez, entró en prisión preventiva la semana pasada, acusado de formar parte de una trama dedicada a hackear y robar datos de ciudadanos en bases de datos públicas y privadas.
Al final solo queda confiar en quienes admiten abiertamente y sin miedo que no entienden nada: “Yo aún no sé ni qué es la UCO”. Siempre en el equipo de aquellos interesados en cuestiones más estimulantes que las trifulcas de los asistentes a reuniones secretas en las que se graban unos a otros para, llegado el momento, chantajearse entre ellos. ¿Se pierden una parte importante del mundo que les rodea? Puede ser. ¿Viven más tranquilos? También.
Pero como son minoría en X (al menos en mi timeline), lo mejor es pasarse a TikTok. Allí hay una nueva corriente divertida centrada en pasarlo bien y echarse unas risas. O eso o, por un milagro de la ciencia, he logrado cambiar mi algoritmo y alumbrar con un poco de luz tanta oscuridad (con permiso de Carles Porta). Además de actores y actrices contando nimiedades en late shows estadounidenses, cada vez que abro la app, mi teléfono se llena de humoristas, sobre todo mujeres, cargadas de talento. ¿Mi preferida? La mexicana Sofía Niño de Rivera, que justo ha finalizado su gira por diversas ciudades europeas. En este caso, el scroll merece la pena, y ayuda a olvidar la triste verdad que está ahí afuera.
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