Artistas con pistola
“Un hombre elegante no tendrá miedo de ver ignorada su elegancia por un gran señor, pero sí por un patán”, escribió Proust, pero años antes se había jugado la vida contra uno


Vista Proust y las artes, exposición en el Museo Thyssen de Madrid. Regular sabor de boca. Pero hay muchos asuntos interesantes que abordar. Entre ellos, un retrato magnífico de Proust en el que está sentado con las piernas cruzadas, y detrás de él aparecen Robert de Flers y Lucien Daudet. Daudet apoya su brazo en el hombro de Proust y lo observa. Es el único de los tres que mira a alguien. En la exposición se aclara que esa fotografía no gustaba a la madre de Proust. Un crítico, Jean Lorrain, escribió una crítica tan violenta sobre Los placeres y los días, primer libro de Proust, que llegó a abalanzarse sobre su vida privada, dando a entender que Proust tenía una relación con Daudet (que la tenía, pero Proust jamás permitía que su sexualidad se diese a conocer públicamente). Proust reacciona retando a duelo a Lorrain. Lorrain es escandalosamente homosexual de usos y vestimentas chirriantes. Se presentan en un bosque con sus padrinos a las tres de la tarde (Proust tenía pánico de que el duelo fuese por la mañana, pues las pasaba en cama escribiendo). Dispararon los dos con una puntería ridícula, uno al suelo y otro a los cielos, y dieron su honor por reparado. Lo curioso es que Proust contaría después que nunca le llegó a ver la cara a Lorrain, salvo en aquel bosque y a mucha distancia. Ni antes, ni cuando dispararon, ni después. En su obra maestra que escribió después, En busca del tiempo perdido, hay un párrafo esclarecedor de usos y costumbres proustianas que dice que de la misma manera que un hombre inteligente no teme parecer necio a otro hombre inteligente, un hombre elegante no tendrá miedo de ver ignorada su elegancia por un gran señor, pero sí por un patán. Quizá de ahí la idea del duelo a pistolas contra un hombre que despreciaba. En Contra Sainte-Beuve es más claro: literatura es lo que se hace pese al autor, no a propósito de él. Aunque con esa puntería, qué más da.
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