El Papa contra los vampiros
No es solo contra la Ilustración contra quien lucha la Iglesia católica; también contra el auge del nuevo paganismo


No hemos abandonado a Dios por Kant, sino por los vampiros. Y los alienígenas, los fantasmas, las reencarnaciones y el karma cósmico. Las personas que creen definitivamente (no “tal vez, aunque no estoy seguro”) que los vampiros existen superan en número a la suma de todos los judíos, mormones, musulmanes y testigos de Jehová. Y quienes creen poder comunicarse con los espíritus de sus familiares muertos son más que toda la población católica junta. Lo dice el sociólogo Christian Smith y son datos de EE UU. Como el nuevo Papa.
León XIV sabe el reto al que se enfrenta. La iglesia católica, y las religiones tradicionales, se asemejan cada vez más a la industria tabaquera: ganan adeptos en el Sur Global pero se quedan sin consumidores en los países más ricos. Como señala Smith, la religión de toda la vida se ha quedado obsoleta, como el fax o los DVD. La mayoría de la ciudadanía ha dejado de considerarla práctica.
Pero la derrota de la religión no implica el triunfo de la secularización. Solemos ver el gran combate cultural desde la Ilustración como un partido de fútbol entre la religión y el ateísmo: lo que gana la una lo pierde la otra. Pero, de unos años a esta parte, ha saltado a la cancha un tercer equipo, una especie de neopaganismo.
Como en la Edad Media, cuando se acuñó el término pagano para englobar a los variopintos politeísmos que quedaban fuera del paraguas del judeocristianismo, el neopaganismo está compuesto por creencias diversas, del poder maléfico de las mordeduras en el cuello al curativo de los cristales mágicos, pasando por todo tipo de encantamientos y energías corporales. Como en el pasado, el paganismo se vive con intensidades muy distintas, de los cultos siniestros más absorbentes a los entretenimientos populares más livianos. La mayoría de bestsellers y series exitosas versan sobre la magia y lo sobrenatural. La gente quiere seguir indagando en las fuerzas ocultas. Solo que ahora ese anhelo no lo llena la religión.
El desafío del nuevo Papa es titánico. No debe luchar contra Richard Dawkins o Javier Cercas, por nombrar a dos conocidos ateos; sino contra True Blood, Stranger Things, los ovnis, el espiritualismo new age, el neochamanismo, la curación ayurvédica, y los videntes, entre otros. Cada una de estas piezas culturales es única, pero tienen un foco común: el individuo y sus necesidades presentes; no el bienestar futuro de la comunidad. Como el padre de la Iglesia que da nombre a su orden, Robert Prevost tendrá que demostrar que todavía es posible una ciudad de Dios.
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