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La inmigración somos nosotros

Quienes toman decisiones deberían ser conscientes de que el problema no son los que llegan, sino las condiciones laborales de todos

En la misma playa de Canarias varias personas toman el sol mientras efectivos de Cruz Roja atienden a inmigrantes recién llegados.
Jordi Amat

Fue el pasado martes a media tarde durante la conversación entre la escritora Najat El Hachmi y el sociólogo Hein de Haas, autor del ensayo Los mitos de la inmigración. En un extremo de la sala del Palacio de Congresos de Barcelona, tras un tortuoso viaje, una escultura enorme y para vips de Jaume Plensa hecha con letras de diversos alfabetos —griego, árabe, hebreo, chino, japonés— estaba silenciosamente atenta a los elegantes diálogos que se encadenaron durante las jornadas del Círculo de Economía. Los vimos pasar. Un presidente del Gobierno sobrado y un líder de la oposición desconectado, políticos de primera fila europea y economistas de medio mundo, altos directivos y académicos. Mientras en los pasillos se hablaba de cómo frenar la opa del BBVA al Banco Sabadell, en las mesas redondas se presentaban los distintos escenarios con los que trabajan empresas punteras que exportan a Estados Unidos ante la imprevisibilidad que es la norma de la Administración de Trump. Pero eran las cinco de la tarde, martes, y El Hachmi y De Haas iban a lo suyo, sin cálculo ni demagogia, combinando datos con experiencia. La anécdota, según contó Hein de Haas, había ocurrido en Senegal hacía pocos meses.

Entrevistó allí a jóvenes cuyo objetivo es llegar a Europa, arriesgando su vida, a través de la ruta de los cayucos que navegan hasta las Islas Canarias. Ellos son una minoría de la inmigración que llega a porque la mayoría viaja legalmente de un país a otro. Pero si no consiguen la documentación para atravesar la frontera con normalidad, le confesaron, buscan una alternativa. “Si no nos dan un visado, tomamos el atajo”. Una vez aquí trabajan, mandan remesas a sus países de origen y ese dinero aumenta la calidad de vida en sus barrios de origen. Nadie logra parar esa dinámica, ha evidenciado Haas en sus estudios. “La inmigración legal a Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa occidental ha crecido en las últimas décadas. El frecuente descontento que esto ha causado ha ido acompañado de repetidos llamamientos a una inmigración menor, más controlada o selectiva. Pero es evidente que las medidas represivas en las fronteras no han logrado estos objetivos o incluso han empeorado los problemas porque no se basaron en una comprensión de cómo funciona realmente la migración”. No quiere comprenderse, fundamentalmente, porque aquí se sigue facilitando su explotación en nuestros mercados laborales.

“Cuando oigo a los políticos lamentando el hundimiento de un cayuco veo lágrimas de cocodrilo. La trata de personas, al fin y al cabo, no es la causa de la inmigración irregular, sino que es la consecuencia de permitir que los inmigrantes hagan un trabajo mal remunerado”. La escritora catalana de origen marroquí, seria y tímida a la vez, giró medio cuerpo para fijarse en la reacción de las corbatas y los trajes chaqueta que llenábamos auditorio. No lo dijo, pero parecía pensarlo. ¿Qué estará pensando esta gente? De Haas seguía. “No podemos tener un debate serio sobre inmigración si no tenemos un debate sobre el mercado laboral o sobre quién va a cuidar a nuestros mayores y cómo vamos a organizar nuestras economías”. El gesto de El Hachmi no duró más de tres segundos y se quedó con la palabra. Lo que dijo, como si lo hubiese pensado para proclamarlo en ese foro europeísta, es que los nuevos europeos, más que la esperanza económica, vieron en nuestro continente un territorio de libertades. “Sabemos perfectamente lo que es vivir en un Estado de derecho o lo que es vivir en un régimen autoritario”. Ellos, más que nosotros, pueden convertirse en los defensores de lo que proclamamos ser: su utopía posible es la plena ciudadanía.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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