Un acrónimo injusto para los menores extranjeros
Los lectores escriben sobre el trato injusto hacia los menores migrantes no acompañados, la regulación de la IA, el juego al aire libre sin pantallas y la invasión de Gaza

Se hacen visibles los sábados por la tarde en el entorno de algunos centros comerciales. Forman pequeños grupos de tres o cuatro muchachos que visten ropa deportiva. Se comportan de forma tímida, pero es difícil que pasen desapercibidos. Apenas hay chicas. Dicen que para ellas llegar hasta aquí supone una experiencia inimaginable. Si alguno se atreve a cruzar su mirada con la tuya, puedes entender lo vulnerable que se siente. Les llaman menas, un acrónimo que algunos utilizan para deshumanizar a los menores africanos que viajan y llegan solos. Tras la intervención de los tribunales de justicia y una indecente disputa política, buena parte de los 5.600 menores migrantes no acompañados que viven en las islas canarias se mudarán a otros puntos del país para mejorar sus vidas. Las organizaciones que trabajan con ellos advierten de que cada niño “carga su mochila” y necesitará un itinerario individualizado. Cupos, capacidades, centros, ratios… palabras que redundan en la falta de empatía que destila el dichoso acrónimo. Ansias de futuro. Jóvenes. Nada más.
Jesús Rodríguez Sosa. Las Palmas de Gran Canaria
Una IA sin manipulación ideológica
La inteligencia artificial está transformando nuestras vidas más rápido de lo que pensamos. Europa tiene el reto de regularla sin acabar asfixiándola y, sobre todo, sin convertirla en una herramienta ideológica. Algunos sectores ya reclaman que incorpore “valores sociales” que, en la práctica, pueden acabar, intencionadamente o no, imponiendo una determinada visión del mundo: lenguaje inclusivo obligatorio, filtros políticos o censura preventiva bajo la excusa de la ética. El riesgo reside en el uso que se hace de ella para limitar la pluralidad de pensamiento. Necesitamos un marco regulador que garantice derechos, pero también neutralidad y competitividad.
Sara Yak Bejarano. Valencia
El brillo de los niños
Tras el apagón masivo que sufrimos hace unos días, hubo algo que destacó en las calles de nuestra ciudad: los niños. A falta de pantallas, y con la oscuridad reinando en muchos hogares, las plazas y parques se llenaron de risas, carreras y bicicletas. Fue como si el tiempo se detuviera y todo volviera a ser como antes, cuando no hacía falta tener delante un videojuego para desear llegar a casa. Fue un recordatorio de que, aun en tiempos tan tecnológicos, hay cosas que nunca desaparecen: la necesidad de disfrutar de la compañía y el aire libre, de jugar sin que importe lo que pase en las redes sociales. Los días en los que no hay apagones sigue habiendo gente que sale a disfrutar del aire libre, pero caminamos atentos a nuestras pantallas y no les vemos.
Amaral Rodríguez Gutiérrez. Palafolls (Barcelona)
Silencio cómplice
¿Alguien puede leer las crónicas del corresponsal para Oriente Próximo de EL PAÍS Antonio Pita sin lágrimas en los ojos? ¿Sin sentirse impotente? ¿Sin sufrir un dolor enorme? ¿Sin sentirse mal por haber comido? Me refiero a su cobertura de la invasión de Gaza por parte de Israel. No entiendo este mundo mudo, no quiero formar parte de él. No entiendo este silencio.
Sílvia Majoral Clapés. Barcelona
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