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COLUMNA
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Otro complejo militar industrial

Mientras los grandes productores de armas venden sobre todo a los ejércitos de sus países, alrededor del 75% de los ingresos de las empresas israelíes proviene de las exportaciones

Soldados israelíes en una operación en la Franja de Gaza esta semana.
Jordi Amat

Hace algo menos de un año, el Ministerio de Defensa de Israel informó de los resultados de su complejo militar industrial. Aunque la estructura económica no se sustenta sobre la industria, las armas son la excepción. Es un ecosistema empresarial densísimo: lo integran más de 600 empresas. Y aunque desde 2023 dedican parte de su suministro al ejército en guerra, cuyo arsenal aún le permite atacar en diversos frentes, es que en conjunto las exportaciones no han parado de aumentar. En 2021 ya fueron los mejores datos desde principios de siglo, según el gráfico oficial reproducido por The Times of Israel: 11.433 millones de dólares. Pero es que el año siguiente incluso resultó mejor: 12.546 millones. Y en 2023 ya ni te cuento: el récord, 13.073 millones. Mientras el Gobierno ni disimula los crímenes contra la humanidad, que nuestros medios de comunicación apenas muestran (por contraste con las imágenes dantescas que sí aparecen en las televisiones árabes), países democráticos y no democráticos les han seguido comprando y sus exportaciones, y perdón por la expresión, van como un tiro. El 48% están destinadas a la zona de la Asia del Pacífico, mientras que la segunda región compradora, que suma el 35%, es Europa.

Los 15 millones de balas que la Guardia Civil había adquirido a Guardian Defense & Homeland Security —empresa dedicada a la importación y distribución de material táctico, policial y militar, cuya filial española está en Madrid— tienen un calibre de 9 milímetros. En su página web, en la división de munición ligera, se listan seis tipos de balas de ese calibre y, entre videos de hazañas bélicas, se incluyen las fotografías para atraer a los compradores. Y queda clara la vinculación de esa empresa con una de las grandes firmas del complejo militar industrial israelí: Elbit. Las fábricas de esas balas eran de una empresa de antigua propiedad estatal —Israel Militar Industries—, que en 2013 inició un proceso de privatización que culminó al cabo de cinco años. El principal accionista de Elbit es el magnate Michael Federman que, entre armas y hoteles, posee una fortuna de unos 5.200 millones de dólares. Esta modesta cifra lo sitúa en la posición 690 entre los hombres más ricos del mundo, según el ranquin actualizado de la revista Forbes. En su perfil se incluye un gráfico que permite visualizar la evolución de su riqueza. Desde 2023 no se ha duplicado, pero casi.

Elbit es una de las 100 principales empresas de la industria armamentística mundial y, en palabras del profesor Yoram Evron, de la Universidad de Haifa, es “el mayor actor de la industria de defensa del país”. Lo leo en un fascinante artículo publicado en la revista académica Defence Studies. El propósito de este ensayo es descifrar por qué Israel ocupa hoy esa posición única. Mientras que los grandes productores venden las armas que producen a los ejércitos de sus países, Estados Unidos para empezar, alrededor del 75% de los ingresos de las empresas israelíes proviene de las exportaciones. Un factor clave ha sido una estrategia de expansión comercial: con el prestigio de esa industria, el establecimiento de filiales en el extranjero ha facilitado la compra a los otros estados. Además, durante los últimos años el sector civil se ha ido incorporando de manera gradual al militar porque el progreso de la tecnología puntera ha acabado por difuminar los límites entre tecnologías militares y civiles, explica Evron. Y eso ha provocado que el Ministerio de Defensa de Israel asuma que las empresas de ciencia tecnología ya son una parte esencial del desarrollo armamentístico del país. Esto sí es cultivar un inquietante nicho de mercado.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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