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Columna
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Martina, ‘la guarra’

La serie de Netflix ‘Adolescencia’ plantea múltiples debates, entre ellos la radicalización de los comportamientos machistas entre los jóvenes desde una edad temprana. Pero la base de esa violencia no es de ahora

‘Adolescencia’ Netflix
Ana Torres Menárguez

De la serie Adolescencia se ha dicho que es escalofriante, cruda, fulminante o asombrosamente realista. Impactado por la visualización de los cuatro capítulos, el primer ministro británico, Keir Starmer —que la vio acompañado por sus dos hijos—, anunciaba este lunes que respalda el plan de Netflix de proyectarla gratis en los centros de secundaria del país para que la vean el mayor número posible de jóvenes. No sin recibir algunas críticas de los sectores más reaccionarios que le acusan de intentar promover que existe una epidemia de “chicos blancos” de familias de clase media que están protagonizando “olas de apuñalamientos misóginos” después de haber visto vídeos del influencer Andrew Tate —excampeón de kickboxing que se hizo famoso por streamings llenos de comentarios racistas y misóginos y que ahora está siendo investigado por tráfico de personas, tráfico de menores, relaciones sexuales con una menor y blanqueo de dinero—. Luego volveremos a este asunto.

Después de ver la serie, volví a recordar un episodio denigrante de esos que vives en tu propia adolescencia y del que nunca sabes cuál habría sido el camino adecuado para dar a cada uno su merecido y reparar el daño a la víctima. En esta historia, en la que afortunadamente y lejos del escenario que plantea Netflix no hubo muerte, los protagonistas fueron cuatro chicos y la víctima una adolescente de unos 14 años. Ella, a la que vamos a llamar Martina por proteger su identidad, quedó con un chico del grupo que le gustaba en casa de este. Lo que ese chaval tenía preparado para ella no sé si hoy se consideraría delito. Antes de que ella llegara, otros tres “amigos” del grupo se habían escondido en la casa. Al llegar ella, los dos fueron al salón y la puerta quedó entreabierta. Empezaron a “liarse” y él le levantó la camiseta y le desabrochó el sujetador. Los otros tres chicos miraban desde la puerta. Ella se fue de la casa sin saber nada.

De ahí, solo trascendió una idea: “Martina, la guarra”. Esa fue la enseñanza que recibimos las chicas del grupo de amigos y de todo el instituto, porque la noticia corrió como la pólvora. Ellos debieron pasárselo en grande, lo contaban entre risas, y en ese momento —hace más de 25 años—, que no existía conciencia feminista alguna, la única culpable era ella. Esos chicos, y otros tantos de esa edad, quedaban para ver películas porno juntos cuando la casa de alguno quedaba liberada.

Es verdad que en ese momento no existía la manosfera —foros, webs, blogs, o canales de YouTube marcados por la defensa de una masculinidad que se siente amenazada por el feminismo—, a la que Stephen Graham —actor, productor y guionista de la serie— sitúa como disparador de la trama. “Cuando éramos niños no teníamos redes sociales, o jugábamos en la calle o estábamos en nuestras habitaciones dibujando… no teníamos acceso a la cantidad de recursos que hoy influyen en las mentes jóvenes”, sostuvo Graham en una entrevista reciente en The Tonight Show con Jimmy Fallon.

No estoy capacitada para dirimir si es una exageración que un chaval de clase media sin un historial de violencia intrafamiliar o unos antecedentes de pertenencia a banda juvenil o entorno de extrema violencia pueda radicalizarse tanto a una edad tan temprana. Tampoco una de las expertas de cabecera en este tema se atreve a valorarlo. Lo que sí creo es que la violencia hacia las mujeres durante la adolescencia no es nueva. Como ha publicado la analista cultural Carmen G. Magdaleno en su cuenta de Instagram, más allá de la manosfera, la clave está en los mandatos de género, en el machismo interiorizado en el hogar, la falta de cariño, y en el caso de la serie, en elementos como la “violencia ambiental del fútbol y el boxeo” a los que el padre del protagonista decide apuntarlo para fortalecerlo.

Como dijo Starmer, la violencia contra las mujeres y la misoginia tóxica online son “una cuestión de cultura”, y el mero hecho de abrir el debate en los centros educativos con una proyección ya vale la pena.

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Sobre la firma

Ana Torres Menárguez
Redactora de Juventud. Antes, pasó por las secciones de Educación y Tecnología y fue la responsable del espacio web Formación, sobre el ámbito universitario. Es ganadora del Premio de Periodismo Digital del Injuve (dependiente del Ministerio de Derechos Sociales). Fue redactora de la Agencia EFE y del periódico regional La Verdad.
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