El reto de las pensiones en América Latina
La región enfrenta un enorme desafío en materia de pensiones, tanto en lo que se refiere a la cobertura como a los montos que recibe la población pensionaria

La semana pasada tuvo lugar un seminario de alto nivel en la ciudad de Guatemala convocado en forma simultánea por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El Seminario se tituló “Claves para superar la Desigualdad en América Latina y el Caribe” y fue coorganizado por la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia de Guatemala (SEGEPLAN).
El seminario abordó diversos temas relativos a la pobreza, la desigualdad y la protección social en la región. En cierta forma, la perspectiva utilizada a lo largo del seminario fue la del ciclo de vida. En esa lógica hubo presentaciones, análisis y discusiones sobre aspectos relativos a la educación, el mercado laboral y las pensiones. Yo tuve la oportunidad de participar en esta última sección y quiero resumir brevemente algunos de los mensajes que allí se plantearon en torno al muy importante tema pensionario. Muchas de las cifras que voy a mencionar las obtuve de un libro recientemente publicado por la Cepal y editado en forma conjunta por Alberto Arenas de Mesa y Claudia Robles. El libro se titula “Sistemas de pensiones no contributivos en América Latina y el Caribe” y es de libre acceso.
El primer tema crucial es el relativo a la cobertura. En América Latina en su conjunto, solo alrededor del 44% de la población mayor de 65 años recibe una pensión contributiva, es decir, que es el resultado de haber hecho contribuciones a lo largo de la vida laboral, ya sea de acuerdo con los antiguos sistemas colectivos de reparto o a las versiones modernas de cuentas de ahorro individual. Esta baja cobertura es el resultado de la alta informalidad que prevalece en la región. Como se sabe, aproximadamente el 50% de la población ocupada en América Latina es informal (52% según la OIT, 48%, según la Cepal). Por lo tanto, este alto nivel de informalidad se traduce en una baja tasa de cobertura pensionaria al llegar a la edad de retiro.
Un segundo problema asociado a las pensiones contributivas es el de la baja tasa de reemplazo, es decir, al ingreso que se recibe de la pensión como porcentaje del último salario que se percibía antes del retiro. La tasa de reemplazo en la región fluctúa entre 40 y 80%. Aquí es importante señalar, sin embargo, que los valores más bajos de la tasa de reemplazo suelen corresponder a las pensiones que otorgan los nuevos esquemas de ahorro individual, que son los que predominan en la actualidad y en el que se pensionará el grueso de la población laboral de aquí en adelante.
La existencia de estos dos problemas es lo que dio lugar a la necesidad de diseñar un esquema de apoyo adicional a los adultos mayores en forma de pensiones no contributivas. Estos esquemas se han venido popularizando en la región a lo largo del siglo XXI y han adoptado muy diversas formas y diseños. Mientras que la cobertura de este tipo de programas en el año 2000 era de solo 3,4% de la población mayor de 65 años en la región, para 2010 estos programas ya se habían expandido hasta cubrir al 15% de la población relevante y, a principios de esta década, la cobertura ya había subido a más de 31%. Como se puede uno imaginar, este esquema ha tratado de cubrir a aquel segmento de la población que, por diversas razones, no logró tener una pensión contributiva en su momento.
La suma de las coberturas de ambos esquemas pensionarios (contributivo y no contributivo) es de prácticamente tres cuartas partes de la población mayor de 65 años en la región. Esto implica que una cuarta parte de los adultos mayores en la región sigue sin tener ningún tipo de cobertura. Además, en varios países de la región la suma de las coberturas de ambos esquemas es inferior al 50% de la población relevante. Este es el caso, entre otros, de Colombia (45%), Nicaragua (38%), Guatemala (35%), El Salvador (24%), Honduras (18%) y República Dominicana (13%).
Además de la cobertura, el otro tema relevante de las pensiones no contributivas es el relativo al monto otorgado. En la mayor parte de los países en los que se otorga esta pensión no contributiva, el monto otorgado es relativamente bajo (inferior a los 100 dólares mensuales) y muy por debajo de las líneas de pobreza nacionales. Las pensiones no contributivas más generosas son las que otorgan Brasil, Uruguay, Chile y Argentina, aunque en general la cobertura de estos programas es relativamente baja (menos del 10% de la población), con excepción de Chile.
En toda la región, los tres países con la mejor combinación de cobertura y monto otorgado en relación con la línea de pobreza para las pensiones no contributivas son Chile, México y Paraguay. México destaca por tener una cobertura del 100% y un monto mensual que está por encima de las líneas de pobreza extrema y de la línea de pobreza rural. El otro país con una cobertura alta para este tipo de pensión es Bolivia, pero el monto que otorga es inferior al 50% de la línea de pobreza.
En resumen, la región en su conjunto enfrenta un enorme desafío en materia de pensiones, tanto en lo que se refiere a la cobertura como a los montos que recibe la población pensionaria. Esto implica que los países de la región tienen que seguir buscando reducir la informalidad, mejorar el diseño y las contribuciones de sus esquemas de pensión contributiva, así como también buscar formas alternativas para expandir sus esquemas de pensión no contributiva, tanto en materia de cobertura como en montos otorgados. Esto es particularmente cierto para la mayor parte de los países centroamericanos, pero también para algunos países sudamericanos como Colombia, Perú y Ecuador. No hay excusa que valga para no comenzar a atender tan importante problema.
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