Huevos revueltos
Hoy soy testigo del pretérito impredecible y de todo Mañana posible, quizá para volver a acompañar de la mano a la niña que fue mi madre admirable y también a la mujer ejemplar que es su hija, mi hermana


El 1 de agosto de 1965 The Beatles se presentaron en el teatro ABC en Blackburn, Inglaterra, y antes de concluir su eléctrica transmisión en vivo cantando Help! (canción que daba título a su más reciente álbum y posterior película felizmente delirante), Ringo con los palos, John y George con guitarras hicieron mutis y dejaron a Paul solitario en el escenario con su guitarra zurda. Se cumplen sesenta años del instante en que Paul interpretó por primera vez en vivo (y en la ABC de la televisión británica) esa canción finalmente titulada Yesterday.
Mi hermana despertó en el hospital ABC luego de varias semanas en coma como si todo fuese Ayer. Falta mucho futuro por delante para que pueda vivir plenamente el presente, pues amanece en un ayer envuelta en los pretéritos confusos de su memoria y olvido mientras los intensos diluvios de todos los días inundan a la Ciudad de México como confirmación universal de que la lluvia es cosa que siempre sucede en el ayer (según supo decirlo un poeta ciego). Yesterday en inglés que es el idioma donde quizá levitó mi hermana en la nube del coma para despertar confundida entre la niña que vuelve a hablar, siendo ya madre y abuela de canas que empiezan lentamente a cubrirle su cráneo remendado. Revueltos los tiempos donde ella no sabe cuántas lunas pasaron mientras durmió sin saber incluso que nuestra madre murió cinco días después de su absurdo accidente automovilístico e incluso, ya informada de nuestro mutuo luto vuelve a preguntar por ella, porque los olvidos reptan sin aviso y hay tristezas que uno procura cerciorarse sin cesar.
Mi hermana no está para narrar ante notario el abismo del accidente y quizá sea mejor que ese instante no sea aún recuerdo fehaciente, supeditado al enrevesado milagro donde su mente vuelve a decir amarillo o ventana por primera-enésima vez en la vida, confundiendo vocablos en dos idiomas tal como cuando era la niña que me tocó ver crecer y tal como su propia nieta que por fin puede abrazarla en casa.
Blanco y negro. El escenario parece un manto de terciopelo apenas roto con un círculo de luz que ilumina a Paul. Los ojos a media asta y la voz aguda en seis cuerdas que se entremezclan con un cuarteto “alternativo” (dos violines, viola y cello) mientras los otros tres profetas contemplan tras bambalinas la interpretación inmaculada e inaugural de Yesterday, rola que rondaba desde hacía muchos meses en la cabeza de McCartney, que creyó haber soñado intacta al despertar intranquilo en una mañana kafkiana cuando dormía en el ático de la casa de su entonces novia Jane Asher en Wimpole Street, Londres. Se sabe que trabajó con John Lennon y su productor George Martin la confirmación de la duda: ¿la soñó inédita -componiendo con la imaginación a párpado cerrado- o la soñó como recuerdo o evocación de una canción ya conocida?
Para hilar las rimas y no interrumpir la obsesión con la melodía, tanto Lennon como McCartney acordaron poner Scrambled eggs/Oh my baby how I love your legs como letra temporal sobre la música ya insistente. Tan insistente era la obsesión de Paul que George Harrison llegó a comentar que McCartney ya lo tenía harto con tantas vueltas que le daba a la canción “ni que fuera Beethoven” y una vez sustituidos los huevos revueltos por la palabra Yesterday (durante un viaje a Portugal, según cuenta Paul) la versión final quedó pulida y lista, incluida en el álbum Help! sin que mereciera lanzarse como sencillo porque la conciencia del grupo (es decir, la opinión de los cuatro al unísono) concluía que no cuadraba con el resto del repertorio, quizá por el cuarteto de cuerdas clásicas o por la suave savia melancólica de sus rimas.
Con todo, de ser Scrambled Eggs a convertirse en Yesterday se cuajó una canción intemporal, en blanco y negro, que mi hermana y yo memorizamos desde hace sesenta años y una noche cuando a escondidas vimos a nuestros padres bailándola de cachetito en la sala de nuestra casa en el bosque. Les daba por la bossa-nova a media luz y baladas de nostalgia como Yesterday y pocos años después, Something (que es creación de George aunque Sinatra la presentara como otra de Lennon y McCartney). Nuestros padres ondulando en tinieblas con velas oscilantes creyendo que dormíamos en un sueño de nubes como el que ellos bebían en vasos bajos con hielos y humos mentolados… sin imaginar que sesenta años después mi hermana ha salido del bosque de su coma tal como nuestra madre amanecía en esas noches de bailes lentísimos con nuestro padre habiendo sufrido una trombosis cerebral que le borró su memoria antes de que naciéramos.
Entonces, sí: Yesterday amanece hoy como un mañana impredecible. Allá cuándo todos los problemas parecían lejanos y mucho antes de que los años incitaran a buscar urgentemente un hueco para escondernos. Hoy es Ayer con los colores que nombraba mi madre para rebobinar su memoria y vivir una segunda vida de la que apenas se ha despedido sin saber que mi hermana despertó Ayer para que Mañana vuelva también a deletrear los nombres de todas las personas y las cosas, la piel de cada árbol y las risitas de su nieta. Hoy soy testigo del pretérito impredecible y de todo Mañana posible, quizá para volver a acompañar de la mano a la niña que fue mi madre admirable y también a la mujer ejemplar que es su hija… mi hermana, a la que podría intentar cocinarle un desayuno inesperado. Evidentemente: huevos revueltos.
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