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Guía Gastronómica Mexicana
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Leer nunca había sido tan rico como en La Americana

Esta librería bar en la Condesa es la fantasía de cualquiera que disfrute la lectura acompañada de cócteles y comida rica

librería La Americana
Ana Paula Tovar

“Le di un abrazo y me eché a llorar”. Así comienza uno de los relatos de la escritora y artista argentina Amalia Ulman en su libro El Profe de Alemán. “Es muy cortito, son como 38 páginas. Una historia de amor, desamor; breve, divertida y sexy”, dice Catalina Berarducci, propietaria y librera de La Americana. Ese libro de portada rosa es casi como un entremés literario y se disfruta más acompañado de un spritz de guayaba: Campari, vino con guayaba, fresa con ruibarbo y prosecco. Tanto el libro como el cóctel, son los dos hits de esta librería, bar, almacén gourmet y restaurante casual.

“Es un espacio híbrido. Sí, hay muchas librerías que tienen bar y bares con libros, pero nuestro concepto siempre fue libros del continente americano y cócteles“, explica Cata. La Americana abarca el trabajo de escritores y escritoras que hayan nacido en cualquier lugar de los bosques de Alaska a los de la Patagonia. En sus repisas hay obras escritas en inglés, portugués o español, mejor si son de una editorial independiente.

La industria literaria es un poco más compleja que la restaurantera. Muchas librerías y editoriales sufren para sobrevivir, sobre todo en un país como México donde una persona lee en promedio tres libros al año. Cata conoce el reto porque ella misma fundó la editorial Amigas Íntimas, junto con la artista Milagros Rojas. “Es super complicado por el financiamiento, pero los libros son un objeto muy místico”, dice.

La Americana ofrece venta y libros de consulta para leer en sus espacios.

La tan decretada muerte del libro nunca ha llegado, mucha gente se sigue sintiendo atraída por este objeto y los mundos infinitos que ofrece. Un buen relato te engancha tanto como las papas fritas crujientes. En La Americana lo saben, por eso tienen unas artesanales sabor vinagre, servidas con jocoque y mostaza picante. Quizás estar comiendo papas te distraiga de la trama, pero sin duda la hará más placentera.

Cada quien tiene sus rituales alrededor de la lectura, mismo sillón u horario, una copa de vino, música baja, una botana… La Americana es así de versátil, por la mañana es apacible como una cafetería; a medio día es ideal para quienes buscan comida sencilla; a partir de las seis de la tarde se prohíben las computadoras abiertas porque suele haber lecturas grupales, talleres de escritura o presentaciones; y por la noche bajan un poco las luces para darle cabida a las copas y charlas.

La Americana está en la calle Amsterdam, frente a la glorieta de Iztaccihuatl. Esta ubicación no fue la primera opción. Los socios imaginaban algo pequeño, fácil de costear. Sin embargo, les ofrecieron este local suficientemente grande para tener varias estanterías con libros y productos gourmet de piso a techo, un par de barras, sillones y mesas de distintos tamaños. La amplitud les dio la oportunidad de diversificar su oferta. Ahora Cata, frente a un ramo de rosas naranjas que acomoda con cuidado en un florero, dice que, “es una fantasía realizada en conjunto y es un espacio que propicia la fantasía”.

Sus socios son Alberto González y José Luis León. Ambos con experiencia en bares —Limantour y Baltra— y lectores, buscaban cómo combinar sus pasiones. Según Cata, “viajan mucho por trabajo, entonces cada vez que lo hacen van a librerías y se regalan libros. Empezaron a tener ese hábito entre ellos, una forma de relacionarse. También estaban un poco cansados de la noche, tenían ganas de hacer algo nuevo, diferente”. Así mismo, Alberto quería un proyecto para explorar la comida sana, por eso en el menú hay sándwiches, ensaladas y sopas bien balanceadas, con buenos ingredientes y perfectas para llevar a casa. Aquí entra la faceta de almacén gourmet de La Americana, cualquiera de estos antojos están a la venta al público, junto con vinos, cervezas artesanales, quesos, conservas y hasta cócteles clásicos embotellados (incluso hielos especiales para coctelería). “Creamos la marca Coctelería Literal y puedes comprar un litro de martini ya mezclado, solo le agregas hielo”, cuenta Cata.

La librería La Americana, en la colonia Hipódromo Condesa.

La carta de bebidas la diseñó José Luis, experto bartender, y entre los tres socios pensaron que aunque el trago marida bien con un poemario, a veces el sonido de los hielos rebotando en la coctelera no es tan agradable para los lectores, por eso las mezclas se hacen tras bambalinas.

Otro sello distintivo está en los libros, casi todos tienen un sticker circular plateado en el lomo que indica que son de consulta. Es decir, puedes ir diario a leer algo distinto o pasar por un café y continuar con una lectura. Cata con tristeza dice que, “todavía no ha pasado eso, me encantaría; de hecho había pensado hacer unos señaladores donde pudieras poner tu nombre y dejarlo en la página donde te quedaste. Lo que pasa mucho es que se sientan a leer y luego compran ese libro”.

El catálogo es amplio, si Cata está por ahí puede darte algún consejo sobre las publicaciones, muchas de las cuales ya había leído o ha descubierto gracias a su trabajo. “Yo antes estaba muy relacionada con la literatura desde un lugar amateur, desde el placer y el goce. Y ha sido lindo este proceso porque me ha llevado a conocer muchísimas editoriales”. El sueño de ser librera venía con la idea de darle una identidad fuerte al sitio: “A las librerías de especialidad les va mejor. Como que hay algo del ecosistema y lo observé mucho en Buenos Aires, que es una ciudad que tiene muchísimas librerías”.

Emparedado grilled chesse, de la librería La Americana.

La vena argentina de Cata es de origen, nació en Buenos Aires y se mudó con sus padres a México cuando tenía 10 años. En su acento casi ha desaparecido el “shhh” cuando dice “yo”. Ella es igual de americana que los millones de habitantes del continente y decidió “ponerle este nombre a la librería porque me parecía divertido y coqueto, también un poco chistoso, como decir, ella no es una gringa, es americana”.

En una época con un imparable flujo de información, estas invitaciones sutiles a repensar conceptos y a detenerse a hojear un libro son muy valiosas. La Americana es la fantasía de Cata hecha realidad y de cualquiera en busca de buena literatura, con ganas de sentarse a escuchar presentaciones literarias mientras disfruta un negroni, o ansioso de resguardarse de la velocidad de la Ciudad de México, porque como dice Cata: “Los libros marcan el tiempo, son una pausa”.

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Sobre la firma

Ana Paula Tovar
Es periodista independiente. Estudió Relaciones Internacionales en el TEC de Monterrey y la Maestría de Periodismo en la Universidad de Barcelona. Desde 2023 escribe una columna gastronómica para EL PAÍS México, donde recorre las calles en busca de comida e historias ricas que contar.
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