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Ismael 'El Mayo' Zambada
Columna
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Sinaloa: a un año de la reunión que provocó la guerra

Un año después del asesinato impune de Melesio Cuén y de que aquel avión aterrizara en Nuevo México, en Sinaloa seguimos viviendo con miedo y acumulando miles de muertos y desaparecidos

El avión donde fueron transportados Ismael 'El Mayo' Zambada y Joaquín Guzmán López, en Nuevo México, el 25 de julio de 2024.

Es jueves 25 de julio del 2024. Son casi las 11 de la mañana cuando a una finca del campestre Huertos del Pedregal, a las afueras de Culiacán, llega un convoy de camionetas blancas. En una de ellas viaja Ismael “El Mayo” Zambada, el mítico capo del Cártel de Sinaloa que lleva más de 50 años traficando drogas sin ser capturado. Va acompañado de dos de sus escoltas, uno de ellos es agente activo de la Policía Ministerial de la Fiscalía del Estado.

Al fondo, en la finca San Julián, lo espera Joaquín Guzmán López, hijo del capo del mismo nombre y conocido mundialmente como “El Chapo”, quien purga cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos.

También está presente el político, exrector y cacique de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén Ojeda, con un acompañante joven que es también funcionario universitario e hijo de otro exrector, se llama Fausto Corrales.

No sabemos cómo, pero sí sabemos que Joaquín raptó a El Mayo Zambada y lo obligó a cruzar junto con él y un piloto desconocido, la frontera con Estados Unidos. La tarde de ese jueves aterrizaron en el pequeño aeropuerto de Santa Teresa, en Nuevo México, donde fueron puestos de inmediato bajo custodia de las agencias de seguridad estadunidenses.

En la finca, Melesio Cuén fue herido de bala en las piernas y murió desangrado, informó semanas después la Fiscalía General de la República. Pero antes de saber que así fue, su deceso se declaró oficialmente en una clínica particular de Culiacán casi a la medianoche de ese mismo jueves: su acompañante testificó falsamente que “El Maestro” Cuén fue herido en un intento de robo de vehículo en una gasolinera muy lejos de donde realmente murió. Validar esa versión le costó el puesto a la entonces Fiscal de Sinaloa, Sara Bruna Quiñonez.

La traición de Joaquín Guzmán a El Mayo Zambada fue noticia internacional y provocó la guerra entre las dos facciones más poderosas del Cártel de Sinaloa, sumiendo al estado en una explosión de violencias inédita.

Tras unas semanas de tensa calma, el 9 de septiembre de 2024, los balazos comenzaron en Culiacán. Y desde entonces no han parado.

El auge “narco”

La captura de El Mayo rompió el equilibrio de la profunda realidad mafiosa de Sinaloa y detonó la disputa por Culiacán, la cuna del Cártel. La pugna entre los Guzmán y los Zambada no es la primera fractura al interior de esa organización, pero sí constituye una guerra definitiva: quien se alce con la victoria, podría hacerse con el control de los múltiples negocios ilegales y legales de uno de los entes criminales más longevos de México. Y el tráfico de drogas es el más valioso de todos.

Pero el narcotráfico sinaloense no siempre ha sido igual. Mucho tiempo atrás, desde finales del siglo XIX, los primeros narcos de Sinaloa, Durango y Chihuahua produjeron drogas naturales en lo alto de las montañas de la Sierra Madre Occidental. La mariguana y la amapola del Triángulo Dorado requerían del campo, un cierto clima y gente para cultivarse.

Gracias a la globalización, al alto consumo de drogas de los estadunidenses y a la debilidad del Estado de derecho mexicano, ese modelo comercial alcanzó un auge sin precedente durante la segunda mitad del siglo XX, convirtiendo a los capos sinaloenses en los más poderosos del mundo.

Pero la regulación de la mariguana en Estados Unidos, sobre todo en California, y el advenimiento de las drogas sintéticas, cambiaron ese modelo de negocio de manera radical.

El narcotráfico sinaloense pasó de la producción eminentemente rural a una más urbana. Ahora lo que se requiere para proveer al mercado estadunidense son “cocinas” o laboratorios clandestinos que pueden estar donde sea, siempre y cuando cuenten con los insumos necesarios.

La era sintética

Hoy, las metanfetaminas y el fentanilo son las dos drogas sintéticas más traficadas desde Sinaloa. La más peligrosa y rentable es el fentanilo, un opioide sintético clasificado en la Ley General de Salud mexicana como un estupefaciente cuyo uso médico es legal y está regulado y vigilado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).

El problema es que dada su potencia superior a la morfina, el fentanilo también se utiliza como droga recreativa y es una de las sustancias más adictivas que existen.

El fentanilo se elabora a partir de insumos químicos que conocemos como precursores. Su estructura química es relativamente simple y se compone de cuatro grupos moleculares: un anillo de piperidina, un anillo de anilina, una cadena alquílica y un grupo acilo. Todos son necesarios pero el componente fundamental es el anillo de piperidina.

Los principales precursores para preparar fentanilo deben contar siempre con el anillo de piperidina y alguno de los otros tres componentes, refiere un reportaje de la agencia Reuters.

El método químico más usado para la fabricación ilegal de fentanilo es el conocido como Gupta, en honor de su creador, el Dr. Prader Kumar Gupta. Ese procedimiento puede realizarse a temperatura ambiente, requiere de solo 3 pasos y no se necesita equipo especializado de laboratorio. De allí su popularidad en la producción clandestina.

Pero lo que hace tan difícil combatir la producción ilegal de fentanilo es que mientras los pre-precursores legales que se usan en otros productos como perfumes o medicamentos, contengan el anillo de piperidina, la creatividad química puede ayudar a generar drogas similares al fentanilo que generan casi los mismos efectos en sus consumidores.

La cadena de suministro que posibilita la producción ilegal de fentanilo es sencilla, pues los narcotraficantes reciben muchos de los precursores a través de vendedores legales chinos que se los envían por paquetería.

El fentanilo es tan potente que una pequeña dosis sirve para elaborar una gran cantidad de pastillas que se venden en el mercado negro con márgenes económicos enormes. Lo que hace más fácil esconderlas y traficarlas, incluso a través de paqueterías y fleteras legales. Eso le da a los traficantes una gran ventaja, pues cada vez que las regulaciones mexicanas prohíben un pre-precursor específico, los cocineros simplemente cambian a otro legal, por eso el gobierno siempre va detrás de los traficantes.

A pesar de la narrativa oficial que niega que en Sinaloa, e incluso en México, se produzca fentanilo desde cero, los decomisos masivos demuestran que esta sustancia circula en grandes cantidades en el estado.

Prácticamente todo el fentanilo ilegal que llega a Estados Unidos sale de México y mayoritariamente de Sinaloa. Los narcotraficantes sinaloenses incluso se las han arreglado para producirlo en laboratorios a gran escala escondidos en el monte o en zonas urbanas marginadas.

En 2023, el Gobierno acusó a los hijos de “El Chapo” Guzmán de obtener ganancias de 800 veces por cada mil dólares invertidos en precursores. Un incentivo sumamente poderoso para seguir traficando.

De enero a julio de 2025, la DEA incautó aproximadamente 44 millones de pastillas de fentanilo, así como 4.500 libras de fentanilo en polvo, cerca de 65.000 libras de metanfetamina, más de 201.500 libras de cocaína y realizaron más de 2.105 arrestos relacionados con el fentanilo en Estados Unidos.

Pero desde que Donald Trump se volvió Presidente de los Estados Unidos, ha logrado que las autoridades mexicanas intensifiquen el aseguramiento de laboratorios de drogas sintéticas en Sinaloa.

Desde octubre de 2024 a julio de 2025, las autoridades militares mexicanas localizaron y aseguraron cerca de una centena de laboratorios de drogas en Sinaloa, sobre todo en los municipios de Culiacán, Cosalá y Elota. La gran mayoría de estos han sido localizados en zonas serranas cercanas a las comunidades rurales.

Pero al tiempo que las autoridades acumulan decomisos y aseguramientos de drogas, armas, cartuchos, explosivos y vehículos, la guerra entre las facciones continúa en la capital de Sinaloa, una ciudad que sufre una profunda crisis social, política y económica.

En Culiacán, la guerra ha hecho que más de 600 negocios formales cierren sus puertas, la vida nocturna desapareció y el miedo se ha instalado en el ánimo social. Hoy Culiacán es la ciudad con la mayor percepción de inseguridad del país (Inegi) y de acuerdo con las cifras de Noroeste, a mediados de julio de 2025 en Sinaloa se habían registrado más de mil 700 homicidios dolosos, más de 2.000 personas privadas de la libertad de las cuales al menos el 70% permanece desaparecida y más de 6.000 vehículos robados.

En poco más de 10 meses de guerra abierta, 43 menores de edad y 44 agentes de seguridad fueron asesinados.

Ante la incapacidad policial de Sinaloa, el Gobierno federal tomó el control de la estrategia de seguridad en el Estado y ha logrado detener a casi 1.500 civiles y ha abatido a otros 105 en diversos enfrentamientos. Pero a pesar de la presencia intermitente de hasta 12.000 militares en el Estado, en Culiacán la gente ya está cansada de lidiar con las noticias de 6 asesinatos diarios, además de los reportes continuos de balaceras, explosiones, incendios y vandalización de casas y negocios.

El pasado lunes 30 de junio en Culiacán, a 300 días desde que la guerra entre los Guzmán y los Zambada comenzó, en el puente del Seminario al norte de Culiacán, cuatro hombres fueron dejados colgados y decapitados; ahí mismo los criminales abandonaron una camioneta blanca con otros 16 cuerpos en su interior. Solo ese lunes hubo 30 asesinatos en el estado y es hasta ahora el día más violento de esta disputa.

Pegada a la camioneta blanca, los asesinos de una facción dejaron una lona con un mensaje que recuerda que la afrenta sigue vigente y que presagia que la guerra entre las facciones no tiene un final cercano, en tanto sus líderes no sean detenidos.

Mientras tanto en Estados Unidos, al tiempo que el Presidente Trump firma una orden ejecutiva que endurece las penas contra el tráfico de fentanilo, amenaza a México con aranceles y aprieta la narrativa antidrogas declarando a los cárteles como organizaciones terroristas; su gobierno negocia beneficios judiciales con Ovidio Guzmán, quien ya se declaró culpable por cargos de narcotráfico, su hermano Joaquín libra la pena de muerte, 17 miembros de esa familia abandonan México y cruzan la frontera buscando protección e, incluso, El Mayo Zambada busca un arreglo judicial para evitar ir a juicio y librar la pena de muerte.

Un año después del asesinato impune de Melesio Cuén y de que aquel avión aterrizara en Nuevo México, con permiso de las autoridades estadunidenses que siguen sin revelar siquiera el nombre del piloto, en Sinaloa seguimos viviendo con miedo y acumulando miles de muertos y desaparecidos.

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