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Elección judicial
Columna
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Bernardo Bátiz, de defender el voto a defender los acordeones

Los abucheos que recibió el jurista fueron una estampa más de esta reforma judicial, en el que quizá alguno de los que se inconformaban recordó lo que Bátiz fue en tantos años como opositor

BERNARDO BATIZ
Salvador Camarena

Cuando Bartolo Olivas Loya, ladrillero de profesión y que aquella mañana del 6 de julio de 1986 sumaba 70 años de edad, llegó a votar para gobernador a su casilla en Chihuahua cuál sería su sorpresa al descubrir que las urnas estaban repletas, cosa insólita, pues solo pasaban 15 minutos después de las ocho, hora en que se abren las casillas.

Así eran los fraudes del PRI. Así fue el fraude patriótico, trampa nunca reconocida por el sistema de entonces, que burló ese año la voluntad ciudadana para impedir un posible triunfo del PAN, organización que, se alegaba, entregaría esa entidad fronteriza a Estados Unidos.

Ante el cúmulo de irregularidades de esa jornada en Chihuahua, el entonces presidente de Acción Nacional, Pablo Emilio Madero, y su activo secretario Bernardo Bátiz, se dieron a la tarea de redactar un desplegado, al que titularon “El voto no es mercancía”.

El 10 de julio el texto se publicó en diarios de circulación nacional y sus dos párrafos centrales acusaban que: “(…) hubo tan graves irregularidades, tanto en la preparación como en el desarrollo del proceso electoral, que cualquier tribunal imparcial ordenaría la anulación de la mayor parte de esos comicios, y el enjuiciamiento de los autores intelectuales y materiales —autoridades electorales y gubernamentales—, de las acciones y omisiones que en distinto grado las viciaron.

“(…) Es evidente que la saña con que se estorbó y falsificó la expresión de la voluntad del pueblo de Chihuahua fue de tal magnitud que los resultados electorales fueron totalmente distorsionados por los votos falsos agregados a las urnas y por los votos verdaderos que no pudieron ser depositados”.*

Bernardo Bátiz para entonces llevaba 21 años en el PAN, al que renunciaría en 1992 luego de una carrera en donde fue, bajo esas siglas, tres veces diputado federal. E incluso fuera de Acción Nacional, su voz seguiría en la brega en contra del PRI-gobierno.

Mucho antes de incorporarse al obradorismo (fue procurador en tiempos de Andrés Manuel en el entonces Distrito Federal, 2000-2006), participó en varias iniciativas que abrieron cauce a lo que luego serían las alternancias.

Entre otras, en 1989 estuvo en lo que se denominó el Consejo para la democracia, que de una forma u otra en 1991 derivó en el llamado Acuerdo Nacional para la Democracia (ACUDE).

La idea principal de ACUDE, dice José Agustín Ortiz Pinchetti en sus memorias, era “organizar acciones para promover la idea democrática, las más importantes estuvieron relacionadas con la observación de elecciones”**.

Luego, Bátiz también estuvo entre quienes promovieron una sociedad plural y abierta en contra de un monarca sexenal, línea central de “Los veinte compromisos por la democracia”, firmados por los tres candidatos presidenciales en enero del convulso 1994.

El diario La Jornada era otra de las trincheras en las que este abogado y profesor universitario nacido en 1936 daba con sus artículos la batalla por la apertura democrática. De forma que no se le pueden regatear los galones democráticos, al menos no como opositor.

Este lunes Bátiz fue noticia porque recibió junto con otras personas su acreditación como próximo magistrado del Tribunal de Disciplina Judicial del nuevo Poder Judicial. La solemne ocasión de la entrega de esa constancia no estuvo exenta de una pregunta para él.

La prensa quiso saber qué opina este jurista de los acordeones, que solo por si alguien lo olvida no toman su nombre del instrumento musical, sino de la corrupción: los acordeones de la elección del 1 de junio son clones de esos usados para burlar los exámenes escolares.

Sin disimulo aparente, Bátiz dijo: “me parecieron los acordeones una buena herramienta de orientación, que no obligó a nadie, que no violó el secreto del voto porque cada quien los recibió o no”.

Ateniéndonos a las palabras del expanista Bátiz, y dado que estamos en tiempos raros, ¿alguien sabe cómo fue que uno “recibía o no” un acordeón?, ¿llegaban a las manos de votantes por vía del espíritu santo? O quienes los repartían, ¿una mañana decidieron emplearse en eso y, mágicamente, apuntaron todos los mismos números y en idéntico orden? ¿Hay samaritanos que, como las hormigas chicatanas que salen con las primeras aguas, cuando vieron que se aproximaba junio decidieron hacer en su casa, por pura inspiración, unas “herramientas de orientación” del voto y luego repartirlas? Ni en tiempos del PRI se vio esta creatividad, aunque cantinfleos parecidos sí que hubo.

Solo por si alguien ya no tuvo paciencia para advertirlo: en la elección correspondiente al Tribunal en el que participará Bátiz, el resultado de la votación fue idéntico al del acordeón en 51% de las casillas; pero, de acuerdo con lo declarado por don Bernardo, él no sabe si Morena estuvo involucrado en su reparto.

La semana pasada Bátiz asistió a un acto de la Judicatura y recibió abucheos mientras decía que “nos tocó vivir una época complicada, difícil, yo digo que es una revolución pacífica, un cambio de fondo…”. En esas estaba cuando le gritaron hipócrita. A lo que repuso: “No me puede decir hipócrita, estoy dirigiéndome correctamente y con respeto a ustedes”.

Fue una estampa más de esta reforma judicial, un momento en el que quizá alguno de los que se inconformaban recordó lo que Bátiz fue en tantos años como opositor, y lo que es desde que abrazó el obradorismo. ¿Será que por eso le gritaron hipócrita? Es duda.

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Sobre la firma

Salvador Camarena
Periodista y analista político. Ha sido editor, corresponsal y director de periodistas de investigación. Conduce programas de radio y es guionista de podcasts. Columnista hace más de quince años en EL PAÍS y en medios mexicanos.
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