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Tribuna
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Claroscuros de la erosión democrática en México

A pesar del despropósito de la elección judicial, la democracia sigue vigente: aunque Morena entregó instrucciones a sus seguidores sobre cómo votar mediante la distribución de “acordeones”, no hay evidencia de fraude electoral

Ciudadanos emiten su voto en las elecciones judiciales en la alcaldía Iztapalapa, el 1 de junio en Ciudad de México.

La elección directa de los integrantes del Poder Judicial en México – 872 jueces y magistrados federales, las y los 9 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), y unos 1.400 jueces locales en 19 entidades – se llevó a cabo con poca participación y sin mayor incidente el pasado domingo 1 de junio. Existen pocos estudios científicos empíricos que ayuden a predecir cuál será el efecto esperado de la elección de los jueces en México. Con la excepción de Estados Unidos, Suiza y Bolivia, casi ningún país en el mundo usa elecciones directas para seleccionar a su Poder Judicial. De lo poco que se sabe en base en los estudios científicos disponibles es de esperar que los jueces electos mexicanos serán personas menos preparadas académicamente, más politizados, menos independientes del partido en el poder, y más severos en sus castigos, tratando de atender la popularidad de sus sentencias antes que a su sustento jurídico.

No nos debería sorprender el bajo nivel de participación electoral. La elección era controvertida y anormal. Desde la noche misma de la elección, el INE anunció los resultados de una muestra estratificada de 1.586 casillas, que permite saber con criterios científicos claros y transparentes que la participación electoral fue de entre 12,57 y 13,32%, con los márgenes convencionales de confianza estadística. Aunque tomaba mucho tiempo para cada votante llenar sus boletas, debido a la complejidad del diseño de la elección, todos quienes quisieron votar pudieron hacerlo. Como se aprecia en el mapa de participación electoral, muy pocos mexicanos quisieron votar. El reporte de observadores electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha recomendado que la selección de jueces por elección directa de México no sea usada como un modelo por otros países de la región. Esa recomendación proviene, en parte, de la enorme complejidad cognitiva que implica la boleta y la elección misma de los cargos.

MÉXICO-ELECCIÓN JUDICIAL-ALBERTO DÍAS CAYEROS

Por más sofisticado o educado que fuera un votante, la tarea de la elección judicial en México imponía cargas cognitivas casi imposibles para cualquier ciudadano. Se sabe por cientos de estudios psicológicos que lo que un votante sensato hace ante una boleta así es tomar atajos cognitivos: se vota más por los primeros que aparecen en la lista, o los candidatos que tienen alguna marca que los distingue.

En el caso de México, un análisis preliminar muestra estadísticamente que los votantes usaron tres atajos cognitivos: prefirieron votar más por los primeros que los últimos candidatos en las listas ordenadas alfabéticamente, votaron preferentemente por candidatas que estaban ya en funciones o quienes eran propuestos por el poder ejecutivo, y tendieron ligeramente a no dejar en blanco los recuadros de la columna de candidatos hombres. Morena, por otra parte, redujo la carga cognitiva de sus simpatizantes repartiendo a sus activistas y a los votantes “acordeones”, o listas de los números de los y las candidatas que les sugería votar.

Muchos han criticado que apenas uno de cada ocho mexicanos votó, la participación más baja desde que México transitó a la democracia. ¿Qué significa este número para medir la salud de la democracia mexicana? En realidad, poco. Se trató de una elección inédita, en la cual no era claro qué significaba el voto ni contra qué escenario debía ser comparada. Hay que recordar que en la era de hegemonía política del Partido Revolucionario Institucional tasas de participación electoral cercanas al 100 por ciento en realidad reflejaban el carácter autoritario y fraudulento del régimen. Más participación no es sinónimo de más democracia. De hecho, hay que examinar con suspicacia algunas casillas electorales de esta última elección, donde hubo una participación electoral extraordinaria, casi del 100 por ciento.

El punto fundamental es reconocer que una elección no significa en sí misma, más o menos democracia. En Cuba se vota, también en Venezuela, y en México antes del año 2000 había elecciones presidenciales que se cumplían como reloj cada seis años, aunque no había ninguna incertidumbre sobre quién iba a ganar.

En la época de la hegemonía priista, una de las pocas herramientas que tenían los votantes para protestar era la anulación de su voto. Esto se ha vuelto a presentar en esta elección en forma extrema, primero con la reticencia de muchos ciudadanos a votar, incluso cuando estuvieron a cargo de la elección como funcionarios de casilla, y con la anulación de la boleta misma. Hay casillas donde más de la mitad de la participación electoral fueron votos anulados voluntariamente por los propios votantes. No es sorprendente notar que esas casillas se concentran en los pocos lugares donde la dominancia electoral de Morena es menos patente.

MÉXICO-ELECCIÓN JUDICIAL-ALBERTO DÍAS CAYEROS

La democracia representativa moderna es, antes que todo, un mecanismo político para crear contrapesos al ejercicio del poder público. Es por este motivo que las instituciones democráticas son complejas y van más allá de las elecciones con voto popular. El voto ciudadano libre y secreto es fundamental - sin este no hay democracia-. El ejercicio del voto no es la única característica requerida para que funcione la democracia, sino una sola parte de todo un andamiaje que asegura que los sistemas democráticos pueden resolver conflictos sin recurrir al uso de la fuerza y la violencia. Para que una democracia funcione son necesarios los sistemas electorales (que pueden variar enormemente entre países), la competencia entre candidatos y partidos políticos, la deliberación parlamentaría y pública, las garantías de libre expresión, la división de poderes, los distintos niveles de gobierno, una administración electoral imparcial, la regulación de los gastos de campaña y el uso de los medios de comunicación, mecanismos de democracia directa como los referendos, así como tribunales y jueces que garanticen los derechos políticos, civiles y electorales.

A pesar del despropósito de la elección judicial la democracia mexicana sigue vigente: aunque Morena entregó instrucciones a sus seguidores sobre cómo votar mediante la distribución de “acordeones”, no hay evidencia de fraude electoral; salvo unos cuantos paquetes electorales en Chiapas, no se robaron urnas; no hubo violencia el día de la jornada ni se asesinaron o amedrentaron candidatos antes de la misma; no se cayó el sistema de cómputo al realizar los escrutinios. La fortaleza de la democracia en México se demuestra en la organización de nuestras elecciones y las decisiones de la vida pública en que hay pesos y contrapesos al poder político, no en la conformación del poder judicial.

En el ámbito nacional, donde un solo partido, Morena, concentra enormemente el poder público, la erosión democrática es muy preocupante. Pero en México los ciudadanos siguen estando comprometidos con cumplir con sus obligaciones cívicas más importantes, que no se manifestaron en el acto de votar en una elección donde no era claro qué se estaba escogiendo, sino en instalar las casillas y llevar a cabo el proceso electoral mismo. Prácticamente, se instalaron todas las casillas sin falta, y todas tuvieron funcionarios que continuaron garantizando la transparencia. El INE, no obstante los ataques que ha sufrido, continuó llevando a cabo su labor ejemplar de organizar una elección ordenada, asegurar la transparencia, hacer su conteo rápido, y entregar resultados con una celeridad que ya quisieran otras democracias en el mundo, incluyendo Estados Unidos.

MÉXICO-ELECCIÓN JUDICIAL-ALBERTO DÍAS CAYEROS

Como una última observación y comentario de la elección, vale mencionar que un abogado Ñuu Savi (mixteco), Hugo Aguilar Ortiz, fue quien recibió la mayor parte de los votos de entre todos los y las candidatas (6,195,612 votos o 5.3094% de la votación) y deberá ser el próximo Presidente de la Suprema Corte. No es la primera vez que un abogado indígena es la máxima autoridad del Poder Judicial en México. Y como en aquella experiencia histórica, no es evidente que el hecho de ser indígena garantice nada para el bienestar de los pueblos originarios del país. El legado de Benito Juárez para los pueblos y comunidades es ambiguo en el mejor de los casos. Pero su elección es quizá una señal de que la composición de la Suprema Corte será más diversa. Los votos que favorecieron a Aguilar Ortiz no se limitan a las regiones indígenas del país. La boleta contemplaba 9 votos, por lo cual un candidato que recibió en muchas regiones del país cerca de 11 por ciento de la preferencia electoral significa que en la boleta emitida, casi todos los votantes de esa sección lo escogieron en su boleta. Le ayudó tener un apellido con A, al principio de la lista de los hombres candidatos, y ser postulado por el Ejecutivo Federal.

En conclusión, mi apreciación es que debemos atender más a los claroscuros de la situación democrática mexicana, que se aprecia más bien en los detalles. La elección a mi modo de ver nos revela algunas noticias que son buenas y confirma las malas que ya sabíamos. El INE demostró una vez más ser una institución que los mexicanos debemos defender a toda costa de cualquier instinto autoritario de nuestros gobernantes. La mayoría de MORENA seguramente se empezará a hacer visible también en los espacios judiciales conforme las decisiones de los jueces, magistrados y ministros traten de apelar a la popularidad y no a la justicia. La democracia mexicana continúa en peligro. Pero la elección del pasado domingo muestra que los mexicanos siguen siendo los principales actores que podrán defender la democracia que tanto nos ha costado construir.

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