Zoé: “Se duplicaron nuestros fans porque ahora nos siguen los hijos de los primeros”
El grupo mexicano acaba de llenar seis estadios GNP en una ola de nueva popularidad que se explican por el gusto transmitido a una generación que escucha todo tipo de música


A unos 20 metros del escenario del estadio GNP en Ciudad de México, un joven alto y delgado en sus veintitantos toma asiento mientras voltea a su alrededor con sus airpods puestos. Faltan casi dos horas para que comience el concierto de Zoé, en la última fecha de seis. Solo unos minutos después, una joven de una edad similar se sienta a su derecha. Los separa el contorno de las sillas. Ambos van solos. Frente a ellos se acomodan cinco adultos, hombres y mujeres mayores de 40, que platican como si estuvieran en una reunión entre personalidades del arte, el cine y la cultura. La noche refresca y, cuatro filas detrás, una familia abrigada con chamarras, suéteres y gorros toma sus lugares: mamá, papá e hijo, un niño de 8 o 9 años. Enfrente de todos, en el pasillo que divide la primera de la segunda zona de asientos, camina un señor de pelo cano y lentes con aire de intelectual, acompañado de sus hijas adultas. Este es el público de carne y hueso de la única banda de rock —de cualquier nacionalidad— que ha llenado seis veces el recinto estelar para los conciertos en México en un lapso de un mes y medio.
La misma banda que está a punto de salir al escenario trata de entender cómo sucedió este trasvase de generaciones, después de que hace 10 años tuvieran que adaptar el mismo estadio, entonces llamado Foro Sol, para completar 40.000 asistentes en una noche. “Lo primero que uno puede deducir es que son hijos de los que ya siguen a la banda. Se empieza a duplicar la cantidad de seguidores porque, al tener veintitantos años de carrera, a la generación que creció con nosotros ya empieza a haber una siguiente, y la más importante yo creo que es de entre 15 y 25 años”, explica en entrevista Rodrigo Guardiola (Ciudad de México, 47 años), el baterista de Zoé, días antes de los últimos dos conciertos del grupo, el 12 y 13 de noviembre. “Hay niños que desde los 7 años les interesa ir a un primer concierto, que ya conectan con la música o que en su casa, por sus papás o sus amigos, escuchan un poco de Zoé. ¿Qué quiere decir? Que tenemos bastante suerte y que nuestra música permeó y conectó con gente de muchas edades, de muchos gustos musicales. Yo no creo que todos los que nos están siguiendo ahora sean roqueros exclusivamente. Yo creo que es una generación que escucha todo tipo de géneros”, afirma.

Cuando alrededor de las 21.40, Zoé sale al escenario, la plancha y las gradas del estadio están repletas. Desde lo alto centellean las luces de los teléfonos celulares. Se completan así un total de 390.000 asistentes a las seis fechas, 65.000 por cada una, las primeras cuatro celebradas entre finales de septiembre y principios de octubre. Una pantalla monumental que cruza desde los costados y detrás del escenario se enciende con imágenes de un rosa fluorescente. Al centro aparece la figura negra de Memorito, el personaje central del álbum ‘Memo Rex Commander y el Corazón Atómico de la Vía Láctea’ (2006), una especie de monstruo con el torso corto y las extremidades alargadas, que se ha convertido en un símbolo de la banda. Hay playeras, peluches y otros artículos de esta figura. El impacto audiovisual del momento es potente. Se escucha la cabalgata rítmica característica de la introducción de la canción Memo Rex. Corrobora que una banda surgida a finales de los noventa dio un salto adecuado a la era de las redes sociales, que en algún momento tuvo un crecimiento exponencial y ahora asume el compromiso de entregar una experiencia total en sus conciertos.
Rodrigo Guardiola asegura que descubrieron la nueva popularidad del grupo cuando aceptaron presentarse en el festival Vive Latino en marzo de este año. “Empezamos a detectar un impulso durísimo en redes sociales, en TikTok, en Instagram, de historias y de videos que se publicaban de gente muy joven, muy emocionada de que iban a ver a Zoé por primera vez. Y ahí nos dimos cuenta que había algo distinto. En el festival se siente un show muy diferente, muy emocionante. Pareciera que Zoé hubiera parado 10 años, pero la pausa había sido breve, de dos años y medio”. Cuando a partir del éxito en el Vive Latino el director de Ocesa, Alejandro Soberón, les propuso hacer un estadio GNP, se sorprendieron de la respuesta del público, que en minutos agotó la primera fecha durante la fase de preventa.
La banda toca de principio a fin el Memo Rex Commander y el Corazón Atómico de la Vía Láctea. En canciones como ‘Vía Láctea’ , ‘No me destruyas’ o ‘Paula’, el canto de la multitud es ensordecedor. León Larregui, el vocalista, vestido con pantalón oscuro, tirantes, playera con la imagen de María Sabina en blanco y negro, y sombrero de paja en tono beige claro, intercala su interpretación con comentarios que provocan risa en el público. Cuando han tocado cinco canciones dice: “Con la siguiente canción nos despedimos”, y después él mismo afirma: “Mala broma”. Más adelante dos momentos marcan la noche: cuando suena ‘Arrullo de estrellas’, un himno de Zoé que Larregui dedicó a su madre a partir de la noticia de que padecía cáncer, con el efecto de cielo estrellado proyectado en la gran pantalla y las luces de los teléfonos entre el público, y la interpretación de ‘Luna’ con la participación de Denise Gutiérrez, cantante de Hello Seahorse. El instante memorable llega cuando Denise y León se abrazan y ella derrama unas lágrimas que la obligan a hacer una pausa. Su canto final es de lamento y desahogo.

Cada melodía conlleva un trabajo sonoro y un diseño audiovisual que implicaron varios meses de trabajo. Los ensayos antes del primer concierto consistieron en tres etapas: en la primera, repasaban una o dos canciones por día y preparaban la lista de canciones y los aspectos técnicos del sonido; en la segunda tocaban el show completo una vez en la mañana y otra en la tarde, y en la tercera se integró todo el equipo de trabajo para hacer los cambios de instrumentos, cronometrar los tiempos, y visualizar las imágenes y la iluminación. La preparación de Rodrigo Guardiola se basó en caminatas diarias y yoga, en practicar todos los días con su instrumento, la batería, y en adquirir con los ensayos la condición física para mantenerse tocando durante dos horas con 20 minutos. “Para un baterista es como un partido de fútbol. Si empiezas muy duro la primera canción, te vas a ir agotando y vas a ir perdiendo el impacto con el que empezaste. Tienes que empezar más medido, vas subiendo y conforme vas calentando en el show te vas soltando y dosificando la fuerza”, explica el músico.
Zoé no tiene en sus planes inmediatos la idea de lanzar un álbum. Por ahora, quisieron responder al entusiasmo del público con los seis conciertos. “Todo orbita ahorita alrededor de ese sentimiento que descubrimos de esta nueva gente que tenía ganas de ver a Zoé”, precisa Guardiola. Tampoco prevén hacer una gira en forma, debido a la ausencia de un material nuevo. En cambio planean hacer tres conciertos en Estados Unidos y dos más en Sudamérica entre enero y junio de 2026, que están por confirmarse. Las fechas próximas ya confirmadas son: su presentación en el festival Tecate Comuna el próximo 22 de noviembre, en San Andrés Cholula, en Puebla, y serán uno de los grupos principales en el tercer día del festival Tecate Pa’l Norte, en Monterrey, en marzo del próximo año. La banda buscará próximamente encontrar un espacio para poder planear un próximo álbum que justifique hacer una gira internacional. Por lo pronto, León y Sergio Acosta, el guitarrista, viven en Europa, mientras Ángel Mosqueda —bajo y coros—, Jesús Báez —teclado y coros— y Rodrigo Guardiola residen en México.
Después de que Denise Gutiérrez se retira del escenario, León Larregui dice: “Así están las cosas. Se puso bonito, ¿verdad?”, y en respuesta resuenan las risas del público. Más delante, después de interpretar Labios rojos, el cantante se sincera: “Estoy tratando de estar presente y de grabarlo en mi memoria, porque probablemente esto nunca vuelva a ocurrir. Me lo estoy grabando para toda mi vida”. Al final del concierto, a la medianoche, los solitarios, los intelectuales y las familias se retiran a casa.

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