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Alessandra Rojo de la Vega: “El partido más grande de México no es Morena, son los 40 millones de abstencionistas”

La alcaldesa de Cuauhtémoc, en Ciudad de México, figura en ascenso de la oposición y una de las adversarias preferidas del oficialismo, marca la ruta de su futuro político con las elecciones intermedias en la puerta

La oposición en México, aún sin recuperarse del impacto de la locomotora electoral de Morena, ha encontrado en la alcaldesa de Cuauhtémoc (Ciudad de México), Alessandra Rojo de la Vega, una esperanza para remontar la batalla política, de cara a las elecciones legislativas de 2027 y las presidenciales de 2030. Nieta de un italiano que huyó de la guerra y el fascismo, Rojo de la Vega (Ciudad de México, 39 años) logró la hazaña de arrebatar al oficialismo la joya de la corona de la capital en los comicios del año pasado, en un momento en que Morena lo ganaba todo: la compleja, conflictiva y muy dinámica alcaldía Cuauhtémoc. Esta demarcación es una especie de nodo donde convergen todos los contrastes de la urbe. Lo mismo es la sede de Palacio Nacional y sitio natural de las protestas sociales que cuna del cartel de la Unión Tepito; lugar de barrios elegantes como Condesa, Polanco y Roma y de vecindarios históricos donde nace lo chilango y se resiste a la gentrificación.

Poco antes de los comicios de 2024, De la Vega fue víctima de un atentado con arma de fuego. Aunque el oficialismo, para desacreditarla, sostuvo que se trató de un montaje, la alcaldesa se siente como una sobreviviente. Ahora, en un nuevo capítulo de hostilidades, se le ha acusado de instigar la violencia en la protesta de la generación Z de noviembre. El Congreso capitalino, dominado por Morena, ha creado una comisión especial para investigar a la alcaldesa, que advierte una maniobra para destituirla. “Yo trato de seguir, con todo y miedo. Pero hay que ser valientes”, comparte. “Mi reflexión es que por algo estoy en este mundo y en este espacio. Han sido muchos los intentos de callarnos. Si no somos nosotras quienes le arrebatemos los espacios al sistema corrupto, ¿quién lo hará?”.

De la Vega, con estudios en Comunicación y abogada, exdiputada local de Ciudad de México, es muy activa en redes sociales, donde publica desde aspectos de su trabajo y su vida personal hasta denuncias. En su amplio despacho de la Cuauhtémoc, donde recibe a EL PAÍS, hay fotografías en gran formato de la capital, figuras de la Diana Cazadora y otros motivos feministas, así como un ejemplar del Zohar, uno de los libros fundamentales del judaísmo. La alcaldesa, madre de tres hijos pequeños, defiende una agenda que apuesta por el feminismo y la lucha contra la corrupción. Reacia a situarse en un punto del espectro político, en su discurso a veces asoman referencias a “la libertad”, “la vida” y “la resistencia”. Preguntada sobre su posición frente a la ultraderecha, De la Vega sin embargo pone distancia. “Ningún derecho debe retroceder. No hay un hacia atrás”, asienta.

Pregunta. ¿Cómo es gobernar una alcaldía que cristaliza todos los problemas de la Ciudad de México?

Respuesta. Nos enfrentamos al sistema más corrupto que he visto, uno que casi se vuelve invencible. Cuando llegamos a la alcaldía, después de 10 intentos de quitárnosla por todos los medios posibles, nos encontramos lo impensable: una alianza con la corrupción y el crimen organizado. Las ventanas del área de seguridad estaban abajo; no había líneas de teléfono para comunicarse con la alcaldía; no había monitores prendidos; no había coordinación con el Gobierno de la ciudad, mucho menos con el federal (pasaron tres años sin establecer una mesa de trabajo); encontramos archiveros inundados en aguas negras, con chinches, cucarachas, ratas. ¿Por qué? Porque se sabían impunes. Presentamos 41 denuncias en la Contraloría. Poco a poco hemos ido recuperando espacios.

P. ¿Cuál es el mayor reto de la Cuauhtémoc?

R. Que el presupuesto es injusto, porque se asigna para los 560.000 habitantes y no para los 3,5 millones de personas que transitan todos los días, que desgastan parques, plazas. De ese dinero, de alrededor de 4.000 millones de pesos, se debe pagar la nómina ―la más cara de todas las alcaldías―, agua, luz, contratar policías, pavimentar calles, tapar baches, financiar programas sociales. Entonces, hay que escogerle, y las prioridades son muchísimas.

P. La Cuauhtémoc también es bastión de la Unión Tepito.

R. Claro que hay crimen organizado, aunque en el Gobierno pasado se negó que hubiera. Nosotros identificamos al menos cuatro grupos delictivos. Son puntos que tocamos con el Gobierno de la ciudad y el federal en las mesas de coordinación. Es facultad de ellos atender ese problema; la facultad de la alcaldía con la policía es de proximidad, de hacer redes vecinales, de prevenir el delito. Del crimen organizado, tomamos nota de los focos rojos. Los vecinos nos cuentan de venta de droga en la Guerrero, en la Morelos, en la Buenos Aires, en Atlampa. En muchas colonias.

P. ¿Se siente bajo asedio del oficialismo?

R. Estoy, malamente, acostumbrada a la persecución. Claro que me siento perseguida, hostigada. Me han espiado mis teléfonos, a mí y a mi familia; me han seguido con mis hijos. Yo no tengo nada que esconder, nunca seré corrupta como ellos, no estoy aquí por un interés personal o político. Y nunca me voy a callar ni dejaré de señalar lo que está mal. No llegué a este cargo a alabar a alguien, aplaudirle a un partido o a una funcionaria; colaborar no es sinónimo de subordinación. Morena es todo lo que juró destruir. Llegaron con la bandera de acabar con la corrupción y son más corruptos. Cayeron en la tentación más vieja del poder: creerse intocables.

P. El Congreso local creó una comisión para investigar los disturbios en la marcha de la generación Z. ¿Cuál cree que sea el propósito?

R. Dicen que yo financié al Bloque Negro, jóvenes anarquistas que no conozco ni sé de donde vengan. Quieren hacernos juicio político, destituirnos. ¿Por qué? Porque pueden, porque tienen mayoría, porque tienen a las instituciones, porque han acabado con los contrapesos. Si la comisión fabrica las “pruebas”, será suficiente para que, con su mayoría, me destituyan, pasando por encima de 137.000 votos y por encima de la democracia. Se abriría la puerta a algo muy peligroso en México, porque hoy soy yo, pero mañana son periodistas, activistas, cualquier ciudadano que alce la voz y piense distinto. ¿Por qué deslegitiman todo lo que está sucediendo? No nos pueden engañar. Lo vivimos todos los días. Hay Estados enteros en una crisis de inseguridad profunda. El malestar social es real. Lo que no es real es su narrativa, que siempre hay un complot.

P. ¿Por qué cree que la atacan con esa intensidad?

R. Porque soy una mujer que no se calla. Después de todo lo que he luchado, mi lugar en la vida no lo ha decidido un partido o un cargo. Y eso les preocupa. Yo estoy aquí por mi propia historia. A mí no me interesa el poder, me interesa que México no se rompa. El activismo me formó, la política hoy me da herramientas. Pero la brújula sigue siendo la misma: proteger la vida, protegerla cuando es vulnerable, protegerla cuando molesta al poder, protegerla cuando nadie más se atreve. Todos los días desde la Mañanera incitan al odio y a la división. Porque si tú piensas distinto eres de ultraderecha. Y a mí no me van a identificar en una ideología porque no la tengo. Porque mi bandera es México, mi único interés es cambiarle la vida a la gente.

P. ¿Cuál es su posición sobre la ultraderecha?

R. La ideología sobra cuando las banderas son más importantes. Más allá de nuestros propios ideales y de lo que creemos, está la libertad, está México, está sacar a todos esos corruptos que no hacen que este país salga adelante teniéndolo todo. Y pienso que ningún derecho debe retroceder, ni un paso atrás. Jamás voy a traicionar mis ideales: mi lucha contra la violencia de género, mi apoyo a la comunidad LGBTIQ+, mi lucha por las infancias trans, el aborto que es un tema que ya ni se debería de tocar.

P. ¿Cuál es su futuro político?

R. Mis planes son hoy. Para mí, hay una sola oportunidad de salvar este país y es tener contrapesos en 2027. Tengo derecho a la reelección [en la alcaldía]. Si doy los resultados que quiere la ciudadanía, pues que ellos decidan si quieren que nos quedemos en la Cuauhtémoc gobernando con ellos. Si no, seguiré con mi activismo. Esa es mi reflexión para los mexicanos. El partido más grande hoy en México no es Morena, no son los 36 millones de personas que votaron por la presidenta. Son los 40 millones de abstencionistas que decidieron no votar, aun teniendo el derecho de hacerlo; esos 40 millones de personas que no se sienten representados, que tienen que buscar buenas personas más allá de los partidos, personas que sean firmes en sus convicciones, congruentes, y que sí le sabemos. Sé que tengo una misión importante. Que la gente crea y que nos unamos más que nunca en esta resistencia para salvar el país, más allá de ideologías.

P. A la oposición le faltan cartas para 2030 y la barajan a usted como una opción a la presidencia. ¿Está en sus planes?

R. No. Mis planes están en darle resultados a la alcaldía. Estoy enfocada completamente en eso. Tal vez eso me hace muy diferente a los políticos. Cuando te pones a pensar qué sigue, descuidas la necesidad que tiene la gente real todos los días.

P. ¿Coincide con el eslogan de la presidenta Sheinbaum de que con ella llegaron todas las mujeres?

R. Desgraciadamente, no. Ser mujer no es sinónimo de ser feminista ni mucho menos de tener perspectiva de género. Yo, si me sentara con ella, le pediría tener una agenda en común por las mujeres, que es una causa que nos debería de unir, jamás pelear, jamás discutir. Pero no se nos escucha, se nos señala, se nos ataca con toda la fuerza del Estado.

P. ¿Qué reflexión le dejó el atentado en su contra?

R. Viví lo que todas las mujeres viven en este país: una revictimización brutal por parte de la Fiscalía, en donde me culparon de lo que me pasó, y luego hablaron de un supuesto autoatentado. Pero lo que viven las mujeres allá afuera es aún peor. No son escuchadas por los ministerios públicos, las convencen de no denunciar. ¿Cómo me siento? Todos los días con mucho miedo. Desde entonces voy a terapia, algo que jamás creí hacer. Y así sigo, con todo y miedo.

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Sobre la firma

Zedryk Raziel
Reportero de EL PAÍS México, especialista en la cobertura de asuntos políticos y de corrupción. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha sido colaborador en el diario Reforma y el portal Animal Político. Es coautor de ‘El caso Viuda Negra’ (Grijalbo, 2022) y ‘Licencia para robar’ (Grijalbo, 2025).
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