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Joan Manuel Serrat, miembro del Ateneo Español de México: “Es la memoria de la tristeza, del tiempo perdido, pero también del luchado”

El cantautor catalán recibe una placa de honor en la institución que mantiene viva la historia del exilio español

Carlos S. Maldonado

Cuenta Joan Manuel Serrat que su exilio en México, debido a la persecución del régimen de Franco, fue una “época de pobreza”. “En el sentido de que no escribí prácticamente nada, no escribí canciones”, específica. Fueron tiempos de soledad, en los que tuvo que aferrarse a “agarraderos”, dice, como los que encontró en los exiliados españoles en México. “Gente que me ayudó a entender mucho más las cosas y a aprender”, comenta a este periódico minutos después de que el Ateneo Español de México, la institución que mantiene viva la historia del exilio español, lo nombrara este lunes como miembro de honor. “Es la memoria de la tristeza, del tiempo perdido, pero también del luchado”, afirma el catalán.

Una placa con su nombre luce ahora a la par de otros integrantes distinguidos de esta institución. La de la mañana del lunes fue una ceremonia íntima y conmovedora. Ha sido todo un gesto del cantautor abrir un espacio en su agenda para recibir este homenaje tras el ajetreo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), donde brilló como una de las figuras más esperadas y aplaudidas del encuentro literario. En la ciudad tapatía también recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara (UdeG) y el lunes recordó algunas de las palabras que pronunció durante aquel otro homenaje: “Que el México de los libros le gane al México de las armas y la violencia”.

Lo dijo viendo al balcón de la hermosa casa porfiriana que alberga la sede del Ateneo en Ciudad de México. Allí estaban dos grupos de coros de niños, a los que Serrat les hizo un guiño: “Os invito a vosotros a que aprovechéis la oportunidad, aprovechéis el tiempo y trabajéis para labraros un futuro de buenos ciudadanos, de los que siempre estamos tan necesitados”, les dijo. Esos niños, estudiantes del Instituto Luis Vives y del Colegio Madrid, agasajaron al artista entonando canciones de la guerra civil española, como aquella que recuerda: “Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero: en el frente de batalla, primera línea de fuego”. Porque la memoria de la guerra estuvo presente, con su anhelo de victoria y el dolor de la derrota. “Si España hubiera pasado directamente del 36 al 37 sin guerra, hubiéramos tenido otro futuro distinto, muy distinto al que se ha tenido”, dijo Serrat a este diario.

Fue Alonso Leal, tesorero y vocal jurídico del Ateneo, quien recordó durante el homenaje lo que representó la música de Serrat para el exilio español. “Formó parte indispensable de nuestra educación sentimental”, dijo. “Su fecha de nacimiento indica que Juan Manuel Serrat nació y creció en plena dictadura franquista, experiencia que lo unió y lo sigue uniendo al exilio republicano español”, agregó y como muestra de esa alianza recordó que en 1975 el Gobierno mexicano condenó públicamente los últimos fusilamientos de la dictadura franquista y tomó una serie de medidas económicas en contra del régimen. “Serrat, que estaba en México, condenó estos hechos y se solidarizó con el presidente Luis Echeverría. Esto le costó un año de exilio en nuestro país debido a la orden de búsqueda y captura que emitió el Gobierno de Franco contra él”, rememoró Leal y agregó: “Así, Serrat probó el pan amargo del exilio, como le había ocurrido a sus paisanos 36 años antes, y él mismo confesó que aquel fue un periodo muy duro de su vida, pues vivió con la inquietud permanente de no saber si en algún momento podría regresar a su tierra”.

Una experiencia compartida, la del exilio, que recordó también Mariángeles Comesaña, vicepresidenta del Ateneo. “Estoy junto a un amigo que desde la adolescencia me dio a mí y a mi generación entera el privilegio de encontrar un lugar donde acomodar nuestros sueños”, dijo. “Aquellas pequeñas cosas, qué grandes son en las olas de tu música, Juan Manuel. En los llanos de la soledad, esa que aparece a los 15 y a los 16 años, cuando éramos jóvenes acudimos a tu voz acunando la palabra en el tiempo de Antonio Machado, expresando el inevitable devenir que todos compartimos. Por eso es tan natural que los versos de Machado encuentren su otra voz en tus melodías. Son melodías que vienen del verso más profundo para desdibujarse en el aire como pompas de jabón. Sin duda tú haces de la palabra un canto y del canto una palabra”, le dijo.

Serrat aprovechó la ocasión para pasearse por los pasillos y amplios salones de esta mansión de estilo neoclásico. Vio su placa en el muro de honor y pudo pasar las páginas del libro que guarda la memoria de los barcos que cargados de españoles desembarcaron en Veracruz. Luego, habló con este periódico.

Pregunta. En un ejercicio de imaginación, si tuviera ahora tiempo de conversar con alguno de esos exiliados, qué le diría sobre la patria perdida y la patria encontrada.

Respuesta. Yo estuve aquí viviendo entre ellos y supe exactamente la amargura de la patria perdida y no solo la patria, sino el paisaje, el perfume, es decir, la pérdida es total en un exilio que ignora cuándo va a volver. Pero todavía es más profunda cuando el exilio se perpetúa a lo largo de los años y la necesidad del exilado de saber que la patria provisional, no es sencillamente una patria provisional, sino que es la patria de su presente con todas sus consecuencias.

P. ¿Para usted que representó el exilio?

R. Es una época de pobreza, en el sentido de que no escribí prácticamente nada, no escribí canciones. Me esforcé en seguir en activo para no perder los agarraderos que me podían quedar. Y tuve la suerte también de encontrar unos agarraderos en gente del exilio español en México, con los que tuve un gran contacto. La familia Taibo y todo lo que representó gente como Buñuel, como [el escritor Juan] Rejano, como [el guionista Luis] Alcoriza, en fin, mucha gente que me ayudó a entender mucho más las cosas y aprender.

P. ¿Qué significa esta placa para usted?

R. Todas las placas que hay aquí son resultado de una tristeza, de unas pérdidas, de un tiempo perdido, pero también, de alguna manera, luchado.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de EL PAÍS México. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica, temas de educación, cultura y medio ambiente.
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