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Serrat desborda la Feria de Guadalajara

El cantautor catalán, recibido como un ídolo en la ciudad mexicana, abandona momentáneamente su principal acto por el griterío de los que no logran entrar

Si el afecto se midiera en decibelios, Joan Manuel Serrat habría batido todo récord este jueves, durante su visita a la FIL de Guadalajara. El público que ha logrado entrar a la sala lo ha recibido como el símbolo que es en México —un cariño de ida y vuelta—, pero más ruidoso ha sido el que se ha quedado fuera, batallando con los letreros de cupo lleno, al grito de “¡puertas abiertas con Serrat!”. Ya lo dijo su cuate, Joaquín Sabina: hay amores que matan y el estruendoso amor de sus seguidores casi termina con un acto que el cantautor ha abandonado molesto, durante un cuarto de hora, por la imposibilidad de escuchar a su interlocutor, su viejo amigo Benito Taibo.

La camaradería con Taibo se remonta a los tiempos en los que el artista se exilió en México, perseguido por los últimos coletazos del franquismo, y de esa complicidad y de sus recuerdos en común han hecho gala los amigos una vez se ha reanudado el acto. “Dejé de ser alguien que viajaba a México, para ser alguien que conocía México, que lo amaba”, ha rememorado Serrat de aquella época. El público ha optado, esta vez, por recibirlo con un aplauso en lengua de signos, agitando sus manos en el aire para evitar el bullicio que ahuyentó al cantautor momentos atrás. También el afecto puede ser silencioso.

La fascinación es total y es palpable horas antes de que llegue al auditorio, en el lobby del hotel en el que se hospeda. El cantante se sienta en una butaca rodeada de sofás. Al lado hay un grupo de amigas charlando y, de repente, una de ellas, cuando lo ve, no puede reprimir la sorpresa: “No puede ser posible”. También se cruza con la popular periodista Guadalupe Loaeza, que no puede resistir la tentación de pedirle un selfi y contarle lo que el día después publicará en su columna del diario Reforma: “Mi nieta se llama Lucía y hoy por la mañana le mandé su canción del mismo nombre”. Al salir del hotel le espera un joven que ha venido desde Ciudad de México para verle y le pide que le firme Mediterráneo. No le resulta fácil llegar al salón de actos porque a cada paso le paran para pedirle fotografías. No es extraño que la directora de la Feria, Marisol Schultz, temiese que sus actos se desbordasen, como finalmente ocurre.

La agenda de actividades de Serrat en apariencia no es muy apretada, pero él no para. No solo son las entrevistas con medios españoles y mexicanos. La Universidad de Guadalajara le concederá el honoris causa, pocos días después de que lo haya recibido Leonardo Padura. No desaprovecha la ocasión de celebrar la amistad, y Serrat busca un momento para charlar con el autor cubano. Admiración, fútbol, amistad y libros. Muchos libros. En una comida institucional con las autoridades catalanas, el músico comenta con precisión Bue, el libro sobre Buenos Aires que acaba de publicar Martín Caparrós. Y luego, sin poder ver la remontada del Barça con el Atlético de Madrid, y lamentando que no habrá regresado aún para poder ver el partido contra el Eintracht Frankfurt, enlaza con lecturas que van de Carlos Fuentes a Mariana Enríquez. América siempre presente.

“Si no me hubieran invitado, me habría invitado”, dijo Serrat en una presentación con los medios que ya entonces reventó la sala de prensa de la feria. “Es el mejor embajador posible”, lo había presentado Anna Guitart, comisaria del programa cultural de Barcelona, invitada de honor, y reiterará ante la apabullante acogida en el auditorio Juan Rulfo, el más grande de la exposición. La clave la da, sin embargo, el escritor Juan Pablo Villalobos, jalisciense afincado en Barcelona: “En México, la lengua catalana se descubrió a través de Serrat”.

Si algo ha hecho el cantautor es servir de puente entre dos idiomas que de tanto en tanto pelean pero que conviven con armonía en la música y la mente del artista. “¿Piensas en catalán o en español?”, le ha provocado su amigo Taibo en su gran acto con el público. “Bastante esfuerzo hago en pensar como para pensar en qué pienso”, ha resuelto rápido el catalán, habituado a ese tipo de preguntas, a las que suele hacer frente con afilado humor. “Cuando me preguntan si prefiero cantar en catalán o en castellano, contesto que en la que me prohíban”, zanjó años atrás.

La libertad ha sido siempre su horizonte, venga de donde venga la embestida. A la que acomete ahora la extrema derecha —en América, en España— le ha dedicado buena parte de una intervención en la que se ha movido más cómodo por los aspectos políticos que por los artísticos. La esperanza y el miedo se han abierto paso como las principales emociones para navegar una época de incertidumbre que aqueja especialmente a los más jóvenes, que le han preguntado incisivos sobre ella.

“Ha dicho que llegó a la poesía gracias al amor. ¿Qué papel tiene una emoción así en un tiempo en el que somos constantemente bombardeados con mensajes de odio?”, le ha lanzado un muchacho que lo escuchaba por primera vez. “Cómo ha cambiado su manera de mirar el mundo desde que empezó a componer?”, le ha cuestionado otra joven. “Hace poco descubrí su música y me fascinó, porque mezcla la poética y la música. Nunca consideré que teníamos tantas cosas en común”, ha reconocido un tercer chaval, genuinamente sorprendido. De mucho antes lo conocía la última joven en hablar, a quien su padre le ponía sus canciones cuando apenas tenía cinco años. Luego ya no hizo falta. Ella sola se lo ponía mientras estudiaba literatura en la Universidad. “Cuando leí La odisea, escuchaba Mediterráneo y me llevaba a todo ese mundo mítico”, le ha agradecido.

La canción lleva a quien la escucha adonde necesite ir, un himno universal que se amolda a la época y las circunstancias con una plasticidad solo al alcance de los clásicos. El mar al que le canta, ha dicho Serrat, ha sido históricamente un puente de culturas a través del cual se ha transmitido gran parte del pensamiento”. Hoy, ese pedazo de agua que baña la costa catalana es también “un sacófago enorme” donde mueren los migrantes bajo “la persecución de los ejércitos de una y otra parte”, ha denunciado. “Vivimos una época muy miserable. Los Gobiernos de los países poderosos tienen en la migración un caldo de cultivo favorable a la derecha”, ha completado el Serrat más combativo.

También ha habido espacio para el humor en un acto pensado para los jóvenes pero que ha terminado siendo una celebración intergeneracional del cantautor, pues no han querido renunciar a la cita quienes estuvieron ahí cuando Serrat daba sus primeros pasos y sus primeras giras. “¿Qué quieres ser de mayor?”: “Ya lo pensaré”. “Si te digo México, ¿en qué piensas?“: “¡¡Cabrones!!”, se ha reído cómplice con Benito Taibo.

Tras la política y el humor, sin embargo, se impone la música. A punto de terminar la presentación, un espontáneo al fondo de la sala se arranca a entonar el Cantares, la adaptación de Serrat al poema machadiano: una escena como un espejo de la que se produjo dos noches atrás, en una taquería popular del centro de Guadalajara. Una mesa canta “Las mañanitas”, el clásico de los aniversarios mexicanos, y el contingente catalán replica con la tradicional “El Virolai”, el himno dedicado a la Virgen de Montserrat. Después se produce la magia, el puente, un momento de comunión en el que todo el restaurante entona a coro y a grito pelado el mismo Cantares que se abrirá paso dos tardes después y que devuelve al cantante al terreno del mito.

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