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Enrique Blanc, melómano y escritor: “Nunca antes se publicaron tantos libros de música”

El editor, locutor y productor mexicano, creador de la Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica, es un referente de la literatura y el periodismo sobre música en México y en América Latina

Erika Rosete

Enrique Blanc (Ciudad de México, 64 años) hace música cuando habla. Sueña música, escribe y come y bebe y respira música como pocos en México. Es el nieto del escritor tapatío Franciso Rojas González y el hijo de un ingeniero mecánico electricista melómano, de quien heredó su amor por escuchar y acumular discos de acetato. Es, además, el creador de la Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica (REDPEM), integrada por otros melómanos del gremio que hacen difusión, y con la que han publicado varios libros que van desde el rock hasta la cumbia. Es el conductor del programa Radio al Cubo, de la estación de la Universidad de Guadalajara (Radio UDG) y uno de los grandes referentes y altavoces para la música mexicana y latinoamericana.

Blanc llega a la entrevista, en la FIL Guadalajara, con una pila gigante de libros y revistas en las manos. Acaba de estar en la conferencia de prensa que Joan Manuel Serrat dio ante miles de personas que abarrotaron y colapsaron la sala Juan Rulfo, de la que el catalán se ausentó durante más de 15 minutos, molesto, ante el ruido del público que había quedado afuera. Entre el montón de libros que lleva consigo Blanc, resaltan los dos ejemplares más visibles: Serrat. Se hace camino al andar y Mediterráneo, Serrat en la encrucijada.

“Mi padre en algún momento compró un disco de Serrat y a mí me gustó. Es más, compró un 45 RPM, que traía Si la muerte pisa mi huerto, Como un gorrión y no me acuerdo cuál más. Y descubrí unas letras que trascendían el formato de la canción pop que repetía el estribillo. En Serrat había otra cosa, eran muchas más ambiciosas sus canciones, eran historias más largas, eran letras más difíciles. Había palabras que no entendías o figuras que te gustaba descubrir, y a partir de ahí me volví un coleccionista de su trabajo”, explica, mientras cuenta que los libros y revistas que trae consigo son encargos que le ha traído un amigo desde España.

El escritor y editor, que nació en Ciudad de México, pero que desde niño se estableció en Guadalajara junto con su familia, ha contado también, a través de la radio y de los libros que ha escrito, editado y coordinado, la forma en la que se ha transformado el mundo, a través de la música.

Desde muy joven, deseoso por ir a conciertos de bandas estadounidenses que no llegaban a México, se fue a vivir a California, en donde trabajó en Radio Quince, en Rancho Cucamonga, California, donde hablaba sobre todas las propuestas musicales que se gestaban en los años ochenta en México y América Latina: “Ahí tenía que escuchar todo. Los huracanes del norte, en un equivalente al regional mexicano, y el pop. Tuve que abrirme, y después haciendo el fanzine El Acordeón —del que fue editor—, me invitaron a escribir en Los Angeles Times, donde estuve reseñando música latina, pero allá era todo. Desde Jaguares a Inti-Illimani, o Juan Gabriel y Los Temerarios”, recuerda.

“En Los Ángeles también empecé a buscar otro tipo de sonoridades, porque ahí llegaba todo. Por ejemplo, ahí descubrí el raï argelino [un género musical popular de Argelia de principios del siglo XX]. Me tocó ver a Cheb Khaled en Los Angeles, y luego lo vi en Nueva York, lo entrevisté para El Acordeón y fueron un montón de cosas que pude descubrir. Una cosa que a lo mejor en un principio me parecía rarísima, con la que no conectaba era Nusrat Fateh Likan, que había sacado Peter Gabriel en Real World y eso me llevó también a descubrir otro mundo. A ser más tolerante con ciertas sonoridades que a lo mejor no eran tan nuestras”.

Blanc también vio cómo la industria musical, en poder de unas cuantas empresas en México, se fue desdibujando de a poco, lo que permitió una apertura hacia el mundo que no tenía precedentes en el país: “Yo siempre tuve muy claro que había como un monopolio muy fuerte en la implantación de un gusto musical muy comercial por parte de Televisa, en mancuerna con sus grupos de radio, y que ahí se sustentaron muchas carreras con mucho dinero detrás, hayan tenido o no talento. Yo desde que sabía que provenían de ahí, que eran de los favorecidos de Raúl Velasco, que durante mucho tiempo dictó el rumbo del gusto musical en este país, ponía una barrera”, dice.

Y celebró que, tras el Festival de Avándaro y la prohibición gubernamental al rock nacional, aparecieran bandas como la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Botellita de jerez o Jaime López, a quienes iba a ver a sus conciertos desde Guadalajara a Ciudad de México.

Blanc ha sido el maestro y la inspiración para muchos periodistas mexicanos que encuentran en su trabajo un proyecto documental que trasciende a su propio nombre. Se declara un acumulador de discos, de vinilos, de libros y de todo aquello que alimente su nostalgia e interés por la música. Dice que es de esas personas que atesoran el objeto y que se obsesionan incluso con él. “Yo comencé a hacer libros a partir de mis colaboraciones en España con Zona de obras. Ahí publiqué dos libros que fue Puro power mexicano: conversaciones con Molotov, cuando iban por su tercer álbum, y también un libro de conversiones con Julieta Venegas, y me encantó. El libro para mí es un objeto que me gusta mucho”, dice.

También escribió libros de ficción, como el de Cicatrices del bolero, y otros dos libros de cuentos. Ha viajado, explorado y experimentado proyectos musicales de varios puntos de la región, en donde impulsó ediciones colaborativas sobre música de esos rincones, invitando a periodistas de países como Ecuador, Perú, Argentina o Colombia. Hizo también Iberoamérica sonora: Músicos en efervescencia creativa; Canciones de lejos: Complicidades musicales entre Chile y México; Sabor peruano: Travesías musicales; Cantoras todas: La generación del siglo 21; Cumbia somos; Vanguardia, jaleo y duende, Música española en el siglo 21; Café Tacvba: Bailando por nuestra cuenta, entre otros. “Nunca antes se habían publicado tantos libros de música, en un momento en el que el periodista musical ha ido perdiendo espacios en los medios”, reflexiona.

En varias entrevistas, incluyendo esta, Blanc ha comenzado hablando sobre cómo el cantante estadounidense Harry Belafonte presentó al mundo la música de Miriam Makeba, la legendaria cantante sudafricana, símbolo de la lucha contra el apartheid. “Él descubrió a Miriam Akiba, la primera cantante africana que fue difundida internacionalmente y él contaba el porqué le había llamado la atención quién era ella, por qué habían hecho una conexión y por qué él quería presentarla al mundo. Entonces, claro, hay un montón de historias ahí, detrás de los tres minutos en los que una canción nos atrapa. Porque te plantean mundos increíbles e interminables, a veces, para poder contarlos”, recuerda.

En ese camino, Blanc ha sido para muchos ese Belafonte que presenta en cada oportunidad que tiene, a través de la radio, de los libros o de una conversación en un bar, las canciones y los sonidos que él tiene la certeza revolucionarán al mundo. Como Belafonte con Makeba, Blanc, con una interminable lista de proyectos, bandas y artistas, bien podría ser una especie de ventana para mirar y explorar el mundo musical que aguarda ahí afuera, ansioso por ser descubierto.

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Sobre la firma

Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.
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