El largo camino de los libertarios en América Latina: de las fundaciones y los centros de estudios al poder
El libro ‘Los dueños de la libertad’, de la periodista argentina Soledad Vallejos, revela la trama de organizaciones que hace décadas promueve las ideas liberales hoy representadas por nuevas fuerzas de derecha y ultraderecha


Detrás, debajo y alrededor de las nuevas derechas y ultraderechas que proliferan en América Latina hay una trama de personas e instituciones que, desde hace décadas y desde distintos lugares, vienen promoviendo una batalla cultural por imponer las ideas de la libertad, como ellos mismos las publicitan. No se trata de una conspiración ni de una confabulación secreta, sino de la confluencia de organizaciones civiles, fundaciones y universidades íntimamente vinculadas, consagradas a reclutar y formar jóvenes, a dictar conferencias, financiar proyectos, publicar libros y revistas, a tejer su presencia en los medios de comunicación masivos y en los espacios virtuales. Aunque se han ido actualizando, su horizonte es siempre el mismo: fomentar los beneficios del libre mercado, la reducción al mínimo de los Estados, el desarrollo individual y la propiedad privada. El credo hoy conocido como libertario.
Durante años, su existencia y sus actividades estuvieron fuera de foco, hasta que irrumpieron en primer plano: con la llegada de Javier Milei al gobierno argentino o con la candidatura de Johannes Kaiser en Chile, para citar casos recientes.
Fundación para la Educación Económica, Sociedad Mont Pèlerin, Instituto Cato, Atlas Network, Instituto Mises, Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) son algunas de las entidades más notorias, fundadas en Europa y Norteamérica. El modelo fue luego replicado y exportado al sur, por ejemplo, con el Centro de Estudios para la Libertad, en Argentina, o el Instituto de Estudios Empresariales, en Brasil, entre muchas otras instituciones.
A desentrañar la historia de esa de red de organizaciones, a indagar a los protagonistas que la gestaron, se dedica el libro Los dueños de la libertad. Think tanks, dinero y batalla cultural (Sudamericana, 2025), de la periodista argentina Soledad Vallejos.
“Cuando surgió y empezó a crecer la figura de Milei, me pareció que había un subregistro de un mundo ahí”, dice Vallejos, en diálogo con EL PAÍS, sobre el origen de su investigación. “Empecé a prestarle atención al entorno de Milei, a los autores que él citaba, a los nombres y las fundaciones que se repetían. Tirando de esos hilos, me encontré con un mundo que desconocía y que no se construyó de un día para el otro, ni en los últimos años, sino que tenía un montón de tiempo de trabajo detrás”.
Los nombres que Milei más repite son los de los economistas de la llamada escuela austriaca: Ludwig von Mises (1881-1973), Friedrich Hayek (1899-1992) y Murray Rothbard (1926-1995), entre otros. A esa pléyade suele añadir al que considera “un prócer” local del liberalismo, Alberto Benegas Lynch (Buenos Aires, 1940), promotor y precursor, como su padre homónimo, de esa ideología en Argentina.
El rastro original de las fundaciones e instituciones libertarias Vallejos lo encuentra a mediados del siglo XX, al inicio de la Guerra Fría, como una reacción al socialismo, al keynesianismo, al Estado de bienestar de aquellos años.
“En Camino a la servidumbre [1944], Hayek escribe que cualquier medida del Estado que ponga límites a la decisión individual conduce inmediatamente al autoritarismo", explica. Impresionado por la lectura, el empresario inglés Antony Fisher (1915-1988) buscó a Hayek y le pidió consejo sobre cómo llevar esas ideas al campo de la política. Pero el futuro Premio Nobel de Economía lo desalentó. “Le dijo que se olvidara de la política, que había que ir por las mentes, convencer, generar contenidos para crear un mundo nuevo”, cuenta Vallejos. “Le habló de una tarea que iba a llevar años y Fisher puso su fortuna al servicio de la creación del primer think tank británico del libre mercado".
Así nacía, en 1955, el Instituto de Asuntos Económicos (IEA, su sigla en inglés) y allí, años después, se formaría Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990. Para la misma época, llegaría a la presidencia de Estados Unidos el republicano Ronald Reagan (1981-1989), admirador del economista Hans Sennholz (1922-2007), discípulo de Von Mises y formador clave de nuevas generaciones liberales en el exclusivo, conservador y cristiano Grove City College. En 1981, Fisher creaba la poderosa red global Atlas Network. Eran los tiempos en que esas ideas resurgían bajo el rótulo de neoliberalismo, del que hoy muchos de sus cultores reniegan.
El libro de Vallejos persigue las iniciativas y los protagonistas que, desde aquellos orígenes, fueron expandiendo la ideología hacia América Latina. “La propia lógica del mundo liberal libertario es transnacional”, observa la autora. “No funciona en un espacio cerrado. [Sus líderes] todo el tiempo están intercambiando ideas, propuestas, aprenden mucho uno del otro. Hay narrativas que se repiten, pero no calcadas, sino aplicadas con idiosincrasia local en distintos países”.
La pionera Sociedad Mont Pèlerin, lanzada por Hayek en 1947, extendió sus tentáculos en América Latina dos décadas más tarde: primero en Venezuela, después en Guatemala. La red Atlas lo haría durante la década de los 80, hasta desplegarse desde México hacia Sudamérica. En el caso de Argentina, la primera importación del modelo es previa, data de 1957, cuando Benegas Lynch (padre) creó el Centro de Difusión de la Economía Libre. Hubo desde entonces numerosas instituciones afines y otras derivadas de divisiones y rencillas internas, con expresiones en centros de estudios y agrupaciones políticas. A mediados de los 70, Benegas Lynch (hijo) fundó la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade)—que ha distinguido a Javier Milei como doctor honoris causa—. Por ahora, quizá el último exponente de la saga sea la Fundación Faro, presidida por el escritor Agustín Laje.
A diferencia de muchos dirigentes, legisladores y funcionarios de las nuevas camadas libertarias —“criados en el universo de las fundaciones”, dice Vallejos—, Milei es casi un recién llegado a las ideas.
“En 2014 Milei leyó un texto de Rothbard y lo fascinó”. Fue su bautismo en la escuela austriaca. En busca de más libros, llegó a la librería en Buenos Aires del grupo español Unión Editorial, parte del entramado de organizaciones liberales. “Por la puerta de esa librería, Milei entra en el mundo de las fundaciones”, afirma la autora de Los dueños de la libertad. “Comienza a dar charlas y conferencias, cada vez empieza a ir más gente”. Las periódicas y estridentes apariciones en TV amplían su fama, multiplicada en las redes sociales. “Y en un momento, las distintas tribus del liberalismo empiezan a cerrar filas alrededor suyo. Vieron en él a un gran comunicador, que era uno de sus puntos débiles”. Menos de una década después, Milei ingresaba en la Casa Rosada y se convertía, según sus palabras, en “el primer presidente liberal libertario de la historia”.
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