Todos los pecados de Adán Augusto López
EL PAÍS reconstruye con la opinión de amigos, conocidos, rivales y compañeros de partido la trayectoria del líder de Morena en el Senado, sobre quien recaen acusaciones de malos manejos desde 1992, sus años en el PRI


Adán Augusto López Hernández está en el centro de una mesa. A su espalda, el escudo de México, con una leyenda debajo: Senado de la República. Comienza relajado, dando sus explicaciones sobre la revelación periodística de que recibió ingresos de cuatro millones de dólares por empresas mientras era servidor público sin reflejarlo en sus declaraciones patrimoniales. Poco a poco, a medida que los reporteros presentes lo cuestionan, el rostro de Adán Augusto se tensa. También su voz, que muta de lo afable a la agresividad.
—¿No es un conflicto de interés si una de estas empresas recibió contratos públicos cuando usted era gobernador de Tabasco, y después, cuando aspiró a ser candidato a la presidencia, le depositó sumas millonarias?
—No actúe usted de manera dolosa, no hay ningún conflicto de interés —espetó Adán Augusto mientras apuntaba con el dedo índice—. No mienta.
Esta hora larga de intercambios, obligado por las palabras de la presidenta Claudia Sheinbaum —“que aclare el senador”—, es lo más parecido a una entrevista que ha dado el líder de Morena en la cámara alta en las últimas semanas desde que su nombre comenzó a sonar en varios escándalos.
Adán Augusto saltó a la política nacional en agosto de 2021, cuando su paisano y valedor, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, lo convocó a la capital para convertirlo en su segundo secretario de Gobernación, su principal operador político y una figura de mucho peso. Antes había sido estudiante adinerado en París, subsecretario en gobiernos tabasqueños del PRI, notario, coordinador de la campaña a gobernador del priista Manuel Andrade, secretario general del PRI en Tabasco, coordinador en Tabasco en la primera campaña presidencial de López Obrador en 2006, diputado y senador por el PRD y en 2014 escaño tránsfuga a Morena, miembro del club de corredores del parque de La Choca y gobernador de Tabasco por dos años y siete meses desde enero de 2019. Una carrera política clásica entre las élites mexicanas —de su pandilla de amigos, tres han sido gobernadores—, con escándalos y pecados que EL PAÍS reconstruye hablando con amigos, conocidos, adversarios y compañeros de partido.
Los señalamientos se le acumulan desde septiembre. Le critican la designación del hampón Hernán Bermúdez Requena como secretario de Seguridad en Tabasco, por los sustanciosos contratos de obra pública recibidos por sus amigos, los pagos multimillonarios de particulares cuando era servidor público o por las inconsistencias de su declaración patrimonial. La primera sospecha sobre Adán Augusto se remonta a 1992, cuando recibe su primer cargo político.
A punto entonces de llegar a la treintena, se integra como subsecretario de gobierno del priista Manuel Gurría Ordóñez. Tres fuentes de Tabasco lo sitúan como el encargado de gestionar la llamada CIAR-100/92 (Comisión Interinstitucional para la Atención de la Recomendación 100/92). Nacida de una de las primeras recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, consistía en una serie de compensaciones en efectivo a campesinos y pescadores afectados por pozos petroleros y derrames. “La mayor parte de estos recursos se desviaron con fines políticos, se multiplicaron los casos de corrupción, a los que no fueron ajenos muchos reclamantes”, se lee en el informe Los Donativos y Donaciones de PEMEX a Tabasco, elaborado en 2006 por el instituto de investigación Fundar y la Asociación Ecológica Santo Tomás. Y una publicación local, Reporteros del Sureste, describe que “por las oficinas de Adán Augusto desfilaban no solo campesinos, sino también líderes de partidos opositores para recibir fajos de billetes que tenía en cajas de huevo bajo su escritorio, dinero que utilizaba para corromper a quienes se dejaran y robarse la mayor parte”.
En esos años se forma su grupo político, con nombres como Enrique Priego Oropeza, Carlos Manuel Merino o Jaime Humberto Lastra, que le acompañarán cuando llegue a la gubernatura de Tabasco en 2019. Fuentes de su círculo cercano, argumentan que uno gobierna con la gente que conoce, no con cualquiera que pase por la calle. Sus adversarios hablan de un gabinete de antiguos priistas, compadres y notarios. Lo cierto es que, cuando fue gobernador, los fedatarios Priego Oropeza y Lastra encabezaron el Poder Judicial y la Fiscalía General del Estado, respectivamente, además de nombrar a varios secretarios con este mismo oficio. Una buena representación teniendo en cuenta que hay sobre 80 notarios en todo Tabasco.
Esta profesión la hereda de su padre, Payambé López Falconi, hombre respetado en Tabasco que ayudó a López Obrador a fundar el PRD en el Estado. En 1995 recibe su notaría, la número 27, y, mientras su hermana Rosalinda crece dentro del PRD, Adán Augusto lo hace en el PRI, llegando a ser Secretario General de Tabasco. En el 2000 coordina en este partido la campaña a gobernador de su amigo de infancia, Manuel Andrade Díaz. Gana por la mínima, pero es anulada por denuncias del PAN y el PRD debido a que la administración estatal, del gobernador saliente Roberto Madrazo Pintado, no fue neutral y apoyó al PRI, con mayores tiempos en la televisión, desvío de recursos en dinero y especie, y uso de funcionarios públicos en labores partidistas, según se lee en una crónica de La Jornada.
De acuerdo con sus adversarios, la cercanía con Obrador no llega hasta 2003, tras Adán Augusto abandonar el PRI e integrarse con su hermana Rosalinda en el PRD, donde a medida que van ganando espacios de poder los apodan Los Exitosos López. Es aquí, refieren sus amigos, cuando se enemista con Javier May, su sucesor como gobernador de Tabasco. Éste, un obradorista puro, ha acusado a Adán Augusto de encumbrar y encubrir a Hernán Bermúdez Requena, su secretario de Seguridad, que resultó ser el padrino de la mafia en el Estado: quien decidía en las disputas entre los líderes locales, quien ordenaba cuándo ejecutar.
Sus defensores apuntan a que López nunca supo de las actividades paralelas de Bermúdez Requena, aunque desde 2020 hay informes de inteligencia sobre su papel como jefe criminal. Sus adversarios acusan que todo Tabasco sabía que Bermúdez era un cuate malo, pero que, necesitado de resultados como gobernador, Adán Augusto decidió combatir el fuego con fuego.
Este no fue su único escándalo en su breve paso como gobernador. En menos de tres años le da tiempo para hacer la ley garrote, que castiga con entre 10 y 20 años de cárcel el bloqueo de obras o carreteras aunque sea para protestar; la ley compadre, que permite adjudicar obra pública sin licitación, y la ley dedazo, que marca que los delegados municipales sean elegidos por los cabildos de los ayuntamientos y no por voto popular. Parte de las dos primeras fueron declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la tercera ha sido revocada por el gobierno de Javier May.
Todas las fuentes concuerdan en que su camino para convertirse en gobernador se pavimentó por su relación y cercanía con López Obrador. Fue su coordinador de campaña para los estados del sureste en 2006, le ayudó en el norte a convertir Morena en partido político durante 2014, y, cuando tras sus derrotas se lanzó a recorrer la república, López se encargaba de gestionar los mítines y su logística, incluyendo costear el alojamiento, comida y transporte en el sur, apuntan entonces compañeros del PRD y opositores del PRI.
También en estos años crea sus relaciones empresariales (un ejemplo: es padrino de la hija del constructor Manuel Santandreu, muy beneficiado por su gobierno), redes que se están señalando como parte de su estructura de poder, y su notaría se ve envuelta en la acusación de dar fe en la compra-venta de un edificio con vicios ocultos y a sobreprecio al Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Tabasco, que entonces dirigía Carlos Enrique Íñiguez Rosique, su futuro secretario particular.
Sus detractores lo tildan de poco carismático en el templete y la plaza pública, pero hábil en el cara a cara, con acceso a grandes sumas de dinero para financiar campañas. Basta recordar su ostentosa operación para ser candidato de Morena a la presidencia, cuando tapizó toda la república de cientos de anuncios espectaculares, usó aviones privados, mandó hacer caricaturas en tres dimensiones, contrató consultores extranjeros… rebasando por mucho el tope de gasto puesto por su partido; o como su amigo, el contratista público Fernando Padilla Farfán, apoyó con donativos ilegales a la senadora Andrea Chávez en una gira que olía a anticipadísima campaña para gobernadora de Chihuahua.
Esta alianza le valió su último encontronazo con la presidenta Claudia Sheinbaum, con quien, refieren sus compañeros de partido y adversarios, no tiene buena sintonía. Rivales por la candidatura a la presidencia de México, de acuerdo a fuentes cercanas a su campaña, Adán Augusto contaba que López Obrador le impulsó a presentarse y le decía que él podía ser su sucesor. Pese a su millonaria campaña, perdió por mucho frente a Sheinbaum y el actual secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
En el reparto de las derrotas que dejó amarrado López Obrador le tocó ser líder de Morena en la Cámara Alta, desde donde ha usado su reconocida habilidad como negociador tanto para operar en su propio beneficio como para pasar las leyes que mandan desde la presidencia. Su mayor éxito, la reforma electoral, también fue criticada por el sector más puro de Morena. Para lograrla tuvo que hacer gala de su pragmatismo (falta de escrúpulos, dicen sus adversarios) y pactar la impunidad y expiación del clan Yunes, panistas veracruzanos denunciados por desvíos de recursos y enemigos acérrimos de López Obrador, a cambio de que se pasasen al bloque oficialista.
En lo que están de acuerdo todos los consultados es en que Adán Augusto López es un hombre ambicioso y que su deseo es despachar en Palacio Nacional. Discrepan en si tendrá suficiente vuelo, si no será apartado al ser visto como un lastre para Morena. En la última encuesta de Enkoll para EL PAÍS y W Radio, es el político de Morena peor valorado. Pero en política no hay muertos, dicen varios, y faltan cinco largos años para 2030. Golpe que no mata, fortalece, apuntan sus amigos y conocidos. Y advierten: Prepárate para la vuelta. Sus adversarios y compañeros de partido concuerdan. Adán Augusto López no olvida.
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