¿Qué mujer en México no ha sido Sheinbaum?
Una buena parte de los hombres en el país todavía creen que tienen derecho a tocar el cuerpo de una mujer sin su consentimiento


La realidad en México en muchas ocasiones es tan dura, que se nos estrella en la cara. El episodio de acoso que sufrió la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, la tarde del martes es un reflejo de que la violencia contra las mujeres en este país sigue estando muy presente. Sheinbaum salió de Palacio Nacional para caminar hacia otro edificio gubernamental cercano y en el camino se acercó a un grupo de personas que querían saludarla y tomarse fotos con ella. Entre ellos, un hombre de 33 años decidió que era una oportunidad para abrazarla, intentar besarla y tocar su pecho sin su consentimiento. ¿Qué mujer en México puede decir que no ha estado en esa misma circunstancia por lo menos una vez en la vida?
La historia política de México nos ha entregado herramientas para identificar ese episodio como un delito –con penas de entre cuatro y cinco años para los agresores–, sin embargo, no nos ha dotado con una pedagogía indispensable sobre lo que es el acoso sexual callejero, especialmente a los hombres. Una buena parte de ellos aún creen que tienen derecho a tocar el cuerpo de una mujer sin su consentimiento. Que hacerlo no tendrá consecuencias. Que las mujeres asumirán sus acciones con silencio y resignación. Que quien se queja exagera. Que lo que era permisible en alguna época, no puede cambiar. Que ellos no deben cambiar.

La mala noticia es que el acoso sufrido por Sheinbaum encaja perfectamente en las estadísticas. No debería, pero según los datos, persiste y crece. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) de 2021 –la última disponible– revela que el 45% de las mujeres reconocen que han sufrido acoso en la calle. Esto son 23 millones de mujeres, el equivalente a la mitad de la población de España. Como en el caso de Sheinbaum, un 60% de los episodios ocurren a plena luz del día y ante la mirada de otros. El 94% de las mujeres que son víctima de este tipo de acoso no denuncian y responden a la encuesta argumentando que “se trató de algo sin importancia”.
Lo cierto es que importa y el giro que ha dado Sheinbaum la mañana del jueves puede ser una clave. Ella forma parte del 4,3% de las mujeres que denuncian al acosador. La presidenta mexicana ha tomado el tiempo para procesar la agresión, ha utilizado las herramientas jurídicas creadas para atender lo que sucedió, y ha hablado públicamente sobre lo que no se puede tolerar. Es muy probable que, en el entorno privado, también tenga la posibilidad de analizar psicológicamente lo que le ha ocurrido. En otros momentos, la clase política mexicana –sin importar su inclinación ideológica– ha apostado al olvido y a la fortísima idiosincrasia machista de México para pasar página sobre el acoso que se ve en la calle, pero también en las altas esferas.
Sheinbaum ha hablado de su intención de arrancar, de la mano de la nueva Secretaría de las Mujeres, una campaña para evitar el acoso callejero hacia las mujeres. Es un primer paso, pero la tarea tendrá que ser mayor y deberá perdurar a lo largo de los años, quizá décadas, ante un problema que resulta muy evidente tan solo al salir a la calle en cualquier lugar de México. Una tarea gigante para el país donde 10 mujeres son asesinadas al día y en el que para evitar los tocamientos, las mujeres viajan separadas en el transporte público. La realidad en nuestra cara. La jefa del Estado mexicano se merece toda la protección que alguien con su investidura debe tener, y sus ciudadanas merecen disfrutar del espacio público sin temor a ser acosadas.
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