La venganza de la realidad
Los retos que enfrenta América Latina oscilan entre el eje regional y el geoestratégico. En ese escenario, Europa y, por tanto, también España y Portugal, juegan un papel más bien tangencial

Estos días se ha celebrado en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) el 25 Aniversario de Foreign Affairs Latinoamérica, en el que han participado algunos de los americanistas más reconocidos. Esta publicación, dirigida de manera encomiable por el economista catalán Jordi Bacaria, es referencia ineludible para entender el posicionamiento y los desafíos geoestratégicos que afronta la región. Pues bien, en el análisis y reflexiones que estos magníficos conocedores dedicaron a “Latinoamérica: pasado, presente y futuro”, la práctica ausencia de Europa ―todavía más, de España y Portugal, ahora que se celebra el vínculo iberoamericano― revela la desconexión existente entre ambos lados del Atlántico, más allá de la consabida vinculación empresarial y comercial que tanta relevancia tiene en el PIB para algunos de estos países.
Desde luego, los motivos son muchos y no insistiremos aquí en diagnósticos bien conocidos. La realidad es la que es y quien pretenda ignorarla, más vale se atenga a lo que ya nos advertía José Ortega y Gasset en su célebre sentencia: que se prepare para su venganza. Y es que los retos que hoy enfrenta América Latina oscilan entre dos ejes. En lo regional, el que se sitúa entre Ciudad de México y Brasilia y, en lo geoestratégico, el que asiste a la pugna entre Estados Unidos y China. La realidad en ese escenario es que Europa ―y, por tanto, también España y Portugal― juegan un papel más bien tangencial.
Si Brasil está asistiendo a un extraordinario dinamismo que lo ubica, una vez más, entre las economías con mayor crecimiento del mundo, México se enfrenta a su particular dilema: si culturalmente es latinoamericano, económicamente es norteamericano, tal y como reflejó de manera magistral Olga Pellicer en el evento de Foreign Affairs.
En el caso de la coyuntura del gigante sudamericano, no pocos analistas destacan la importancia del acierto con que se ha instalado y extendido entre la ciudadanía brasileña el PIX -sistema de transferencias instantáneas a través de smartphones lanzado por el Banco Central de ese país- y los cada vez más estrechos lazos de todo tipo que está estableciendo con China. No se piense solo en los comerciales o empresariales, también universitarios y culturales.
En el caso mexicano, qué duda cabe que hoy se yergue como capital del mundo en español por su posición geoestratégica, su relevancia cultural, su importancia económica y su peso demográfico, no solo en el mundo en español, sino también y sobre todo, en Estados Unidos, donde es la población más numerosa dentro de la minoría mayoritaria hispana ―y, por tanto, su influencia en todos los órdenes lo que, desde luego, tiene relación directa con la virulenta reacción de la actual Administración norteamericana contra la población en situación de movilidad humana―. La vinculación entre las economías de los países norteamericanos no solo hace necesario una nueva lectura del T-MEC a ambos lados del Río Bravo, sino que, en el nuevo escenario internacional, cuyo epicentro ha oscilado ya desde el Atlántico hacia el Pacífico, a nadie escapa ―tampoco a los dirigentes chinos―, que México se erige como el país bisagra por excelencia de ese contexto lo que le convierte, a la postre, en objeto de atención preferencial diplomática y aliado estratégico en la lucha por la primacía mundial. Aunque Estados Unidos, qué duda cabe, tiene una posición privilegiada en su relación con México, hay diferentes síntomas que reflejan la ambición de China de hacerse mucho más presente en el país, quizá el más evidente sea su inexorable y creciente presencia en el mercado de la automoción.
¿Y, mientras, Europa qué? A pesar de diferentes intentos de hacer valer su peso histórico en el continente americano, la realidad es que la ausencia de unidad en su voz ―como ya denunció Henry Kissinger hace ya más de medio siglo― le lleva a ir a rebufo de los acontecimientos internacionales. Cuenta el hispanista, maestro de maestros, Raymond Carr en el ensayo que dedicó a la obra monumental del gran historiador británico Leslie Bethell, The Cambridge History of Latin America (Vols. I a V ―la colosal obra abarcaría 10 vols., finalmente―), que, en cierta ocasión, preguntó al ex primer ministro conservador Harold MacMillan con qué frecuencia había surgido América Latina en el gabinete durante su mandato. Señala Carr que el premier había contestado con indisimulada flema: “En una ocasión hablamos un poco sobre la carne argentina” y aseguró ―de manera exagerada a juicio del propio Carr― que no recordaba haber leído jamás ningún despacho de una embajada en Latino América.
Y es que el desconocimiento europeo hacia la realidad del mundo latinoamericano contemporáneo ha sido, ciertamente, generalizado hasta, al menos, los años sesenta, cuando se abrieron centros de Estudio Latinoamericanos en las grandes universidades británicas y francesas, siguiendo la inicial aspiración de los estadounidenses que, tras la revolución castrista, buscó con ello “evitar el contagio socialista”, como lo llamaron en aquel contexto de Guerra Fría. En España, si bien el Instituto de Cultura Hispánica y los Departamentos de América trataron de subrayar la que denominaron hispanidad durante la dictadura franquista ―entendida como vínculo religioso-cultural y, siempre, con el trasfondo de la exaltación imperial de los Reyes Católicos y la monarquía de los Austrias―, más tarde, y ya con la democracia, aquellos centros de estudio abrieron sus ámbitos de estudio a otras preocupaciones y periodos, si bien estas épocas y ópticas, tuvieron siempre un menor protagonismo en la historiografía española. Así, al calor de esa institucionalización del americanismo fueron apareciendo, sobre todo en Estados Unidos e Inglaterra, las primeras visiones de conjunto de la realidad latinoamericana que se debieron a los ya trabajos clásicos del propio Bethell, Simon Collier, Leopoldo Zea, Hugh Thomas, John Womack Jr., Tulio Halperín Donghi, Edwin Williamson, Felipe Fernández Armesto o Carlos Malamud, entre un largo etcétera de obras más o menos regionales que resulta ya inundatorio.
Lo llamativo es que esa atención académica a la realidad latinoamericana -sobre todo en su vertiente contemporánea-, no ha trascendido suficientemente a los planes de estudio. En Europa, se vive de espaldas a la historia y la realidad latinoamericana. Lo que nuestros jóvenes conocen se circunscribe, básicamente, a cuestiones relativas a fenómenos deportivos o musicales de consumo de masas ―desde luego, todos los detalles de los grandes futbolistas o de los reguetoneros más famosos―. La superficialidad, extensión de lugares comunes y estereotipos que inundan el imaginario europeo de la realidad latinoamericana resulta un hándicap evidente en el actual escenario internacional para Europa. Sensu contrario, el conocimiento que en Brasil o la América Hispánica se tenía antaño del acontecer histórico europeo era, cuando menos, notable. Pese a ello, no creo que sea aventurar demasiado presumir que, en medio de esta corriente nacionalista y políticamente polarizada que hoy se extiende por el mundo, es más que probable que la situación aquí descrita con carácter enunciativo no haya hecho más que empeorar en todas las latitudes a uno y otro lado del Atlántico.
En este orden de cosas, quizá la próxima Cumbre Iberoamericana que se va a celebrar en Madrid en noviembre de 2026 represente el tiempo de descuento ―por decirlo en términos futbolísticos― para nuestro espacio cultural común. En un escenario donde se hace evidente el papel marginal de Europa ante la cada vez más agresiva y violenta política internacional y donde estos días hemos escuchado la amenaza explícita contra el multilateralismo en la misma Asamblea General de Naciones Unidas, es posible que esta sea una de las últimas oportunidades del espacio Iberoamericano para soslayar la polarización política que se cierne sobre nuestras naciones y presentar una voz unida ante el mundo. ¡Ojalá seamos capaces de aprovecharlo!
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