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Cuando la solidaridad se convierte en acción: 75 años de compromiso

ACNUR recuerda que ningún desafío se supera en solitario. Las empresas son aliadas imprescindibles para transformar el compromiso social en acción, atraer talento, promover la innovación y fortalecer el bienestar compartido

En 2025, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados celebra su 75 aniversario. Creada por la Asamblea General de Naciones Unidas en una Europa devastada tras la Segunda Guerra Mundial, su mandato inicial era temporal: tres años para asistir a millones de personas desplazadas. Nadie imaginaba que aquella misión limitada en el tiempo se convertiría en un compromiso permanente. “Se pensaba que las consecuencias de la guerra serían pasajeras. Sin embargo, la naturaleza del mundo —con conflictos que no encuentran soluciones políticas duraderas— nos ha mantenido vivos”, explica Grainne O’Hara, Representante de ACNUR en España.

Las alianzas con ACNUR fortalecen a las empresas, impulsan la competitividad y mejoran su reputación. La inclusión laboral de refugiados crea impacto real, fomenta la innovación, promueve el crecimiento y genera un cambio positivo y duradero

Hoy, siete décadas y media después, la misión de la organización sigue vinculada a un principio elemental: ningún ser humano debería verse obligado a huir para poder vivir con seguridad. “Me gustaría que los gobiernos, las empresas y las comunidades siguieran creyendo en la responsabilidad compartida y en la protección de las personas más vulnerables”, señala O’Hara. “Si logramos que nadie se sienta solo cuando tiene que huir, ese sería, sin duda, el regalo más valioso que podríamos recibir en este aniversario”, añade.

Más allá de la emergencia

Más de 122 millones de personas viven desplazadas por la fuerza, la cifra más alta desde que existen registros. Detrás de los números hay vidas suspendidas, hogares que ya no existen y proyectos interrumpidos. ACNUR trabaja para ofrecer asistencia donde la urgencia se impone, pero también para sostener el futuro una vez que las crisis dejan de ocupar titulares. “En un mundo con discursos cada vez más polarizados, mantener viva la solidaridad y el respeto al derecho de asilo es una responsabilidad colectiva. ACNUR es una voz firme que recuerda al mundo sus compromisos”, afirma O’Hara. Su labor ha perdurado a lo largo del tiempo, adaptándose a los cambios y desafíos de un contexto global cada vez más difícil. Brindar refugio es solo el primer paso. “Nuestro trabajo también consiste en dar esperanza: acompañar, escuchar, estar presentes. En un contexto tan complejo, seguir ahí, con humanidad y compromiso, es lo que nos motiva”, sostiene la Representante de ACNUR.

Alianzas con propósito

El trabajo de ACNUR no se sostiene únicamente por las aportaciones públicas. El sector privado se ha convertido en un aliado esencial para ampliar el impacto de las acciones humanitarias. La Agencia impulsa la reconstrucción de vidas junto a empresas que promueven la inclusión económica y social de las personas refugiadas y fortalecen el tejido de las comunidades de acogida.

Para ACNUR, las empresas no son simples donantes; son socias estratégicas con la capacidad de innovar, movilizar recursos y transformar la solidaridad en resultados tangibles. “Veo un enorme potencial en proyectos que combinan innovación tecnológica, sostenibilidad y generación de empleo para personas refugiadas. Las empresas que integran el impacto social en su ADN son y serán actores clave del cambio”, recalca O’Hara. Y añade: “Invertir en personas refugiadas no es solo un acto de solidaridad; es una apuesta por un futuro más humano, justo y resiliente para todos”.

Entre las formas más efectivas de colaboración destacan los donativos corporativos para proyectos en contextos de crisis, el empleo inclusivo basado en habilidades y no en el estatus migratorio, los programas de formación profesional y las narrativas que visibilizan historias de éxito y rompen estereotipos. “El apoyo del sector privado es vital, no solo por los recursos financieros, sino también por la innovación, la creatividad y la capacidad de movilización que las empresas pueden ofrecer”, subraya la representante de ACNUR. Los beneficios de estas alianzas son mutuos. Las compañías encuentran talento cualificado —muchas personas refugiadas poseen formación superior y experiencia profesional—, impulsan la diversidad interna y fortalecen una reputación de marca alineada con los valores de inclusión. Según datos de McKinsey & Company, las empresas que apuestan por la diversidad son un 35% más rentables y un 37% más innovadoras. Además, los consumidores, cada vez más conscientes, respaldan a las marcas que promueven la integración de personas refugiadas.

En España, ACNUR ha tejido una sólida red de alianzas con empresas que demuestran que la rentabilidad y el crecimiento pueden ir de la mano del compromiso social. “Contamos con aliados empresariales extraordinarios que no solo aportan recursos, sino que también ayudan a sensibilizar, generar empleo y promover la inclusión”, cuenta O’Hara. “Cada colaboración muestra que la solidaridad puede integrarse en el modelo de negocio y que el impacto social es una inversión en un mundo más estable y justo”, precisa. Estos vínculos se traducen en proyectos que transforman vidas en diversas regiones del mundo. Más allá de las cifras y los compromisos, la solidaridad cobra sentido cuando se convierte en acción. En cada país, detrás de cada proyecto, hay vidas que se transforman gracias al trabajo de ACNUR y de sus aliados, que combinan recursos, innovación y empatía.

Acciones en África y Oriente Medio

En Armenia, familias desplazadas de Nagorno Karabaj encuentran en el centro Mission Armenia, socio de ACNUR, algo más que abrigo: encuentran elección. Gracias a las prendas en perfecto estado donadas por Inditex, mujeres y niños recuperan la posibilidad de elegir y, con ella, un pequeño espacio de dignidad y alegría. Cada año, el programa conjunto entre Inditex y ACNUR distribuye alrededor de 1,5 millones de artículos en diferentes países como Uganda, Ruanda, Chad, Grecia, Armenia o España.

En África, en Zimbabue, en el asentamiento de Tongogara, la educación sigue siendo una fuente de esperanza. Niñas y niños —refugiados y locales— comparten aulas gracias al apoyo de Deloitte, que refuerza la formación docente, entrega materiales escolares e involucra a las familias para asegurar que el aprendizaje no se detenga. También en África, en Uganda, el compromiso de Laboratorios Viñas se traduce en salud y prevención. Su apoyo refuerza la atención primaria con el suministro de medicamentos, formación sanitaria, atención materno-infantil y campañas nutricionales que promueven el bienestar de toda la comunidad. En otro extremo del mapa, Fuster & Associates hace posible que familias sirias vuelvan a empezar, ofreciendo hogares seguros y esperanza. Cada alianza demuestra que el trabajo de ACNUR solo es posible cuando la solidaridad se convierte en acción compartida.

La IA aprende, pero solo el ser humano puede sentir

Durante la última Asamblea General de Naciones Unidas, la inteligencia artificial se perfiló como una herramienta clave para el futuro de la acción humanitaria. En ACNUR reconocen su enorme potencial, siempre que se aplique con responsabilidad y bajo principios éticos. “Ya exploramos su aplicación para mejorar la recopilación de datos, optimizar la distribución de ayuda o prever movimientos de población en contextos de crisis”, explica Grainne O’Hara. Pero advierte que ningún algoritmo puede sustituir la empatía. “La tecnología nunca podrá reemplazar el elemento humano que, como bien dice el término, es el pilar esencial del trabajo humanitario. Nuestro trabajo se fundamenta en la confianza, la escucha y la empatía. La IA puede ayudarnos a ser más eficientes, pero el corazón de la acción humanitaria seguirá siendo la persona”, concluye.

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