Harfuch y la Marina apuntan ahora al país de la metanfetamina
Los decomisos de laboratorios en la sierra en Durango, que han ocasionado pérdidas al crimen de cientos de millones de pesos, destacan en el operativo de seguridad federal


En pleno triángulo dorado, la metanfetamina se ha convertido en la reina de las drogas. La red de barrancas, montañas y terrazas de la sierra nororiental de México, que abasteció históricamente a Estados Unidos de marihuana y heroína, aparece ahora como el escenario de los grandes golpes del Gobierno contra los laboratorios que producen esta droga sintética. El último decomiso fue el 2 de octubre, en el poblado de Cupia, en Tamazula, donde las autoridades se incautaron de 2.750 kilos y más de 40.000 litros de sustancias químicas, un zarpazo de 280 millones de pesos al crimen organizado, según las autoridades. Algo más de 15 millones de dólares.
Los operativos se suceden en el país de la metanfetamina, la cornisa serrana de Tamazula, en los límites entre Durango y Sinaloa, que cuenta cuatro en los últimos seis meses. La secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, que comanda Omar García Harfuch, ha destacado cada uno de ellos y le ha dado protagonismo en algunos, los más importantes, a la Secretaría de Marina, bajo sospecha por las corruptelas que hospedó durante años: los esquemas de contrabando de combustible –el famoso huachicol fiscal– que implican a altos mandos navales, cercanos al almirante secretario durante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024).
El del 2 de octubre fue solo el último gran golpe, pero antes hubo otros, algunos verdaderamente impactantes, a juzgar por las cifras que repartió el equipo de Harfuch. En septiembre, en plena tormenta por el escándalo del huachicol fiscal, personal de la Armada lideraba el desmantelamiento de un enorme centro logístico de producción de metanfetamina en Carricitos, Tamazula, no muy lejos de Cupia. Los marinos contaron más de 21 toneladas de droga, entre otra parafernalia, el segundo decomiso más importante de la historia reciente en el país. La “afectación” al crimen fue, según calcularon las autoridades, de más de 6.500 millones de pesos, unos 350 millones de dólares.
La lista sigue. En junio, en Carricitos también, las autoridades destruyeron un laboratorio preparado para producir casi tres toneladas de droga, además de una pista de despegue para avionetas. Antes, en abril, dieron con dos laboratorios en El Tastito, en el mismo municipio, decomisando más de 150 kilos… En ninguna otra zona del país, dejando de lado el cercano Estado de Sonora, ha habido más hallazgos de laboratorios por el estilo, lo que convierte a Tamazula en una especie de Albuquerque serrano, patio de juegos de Walter White en Breaking Bad.
Las andanadas de las fuerzas de seguridad en la sierra de Durango equilibran de alguna manera su actuar en entornos urbanos, Culiacán, principalmente. La capital de Sinaloa ha sido escenario desde hace un año de la batalla entre dos de las principales facciones del Cartel del Pacífico, Los Chapitos, que comandan los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, y Los Mayos, hijos de Ismael El Mayo Zambada. Si los operativos en Culiacán y alrededores han golpeado principalmente a los primeros, los zarpazos en la cornisa de Tamazula desangran a los segundos. O, más bien, a uno de sus principales apoyos en las últimas décadas, el clan familiar de los Cabrera Sarabia y sus secuaces.

Originarios de Canatlán, cerca de Durango capital, de Santiago Papasquiaro, algo más al norte, o del vecino Canelas, según quien lo cuente, los hermanos Cabrera Sarabia han traficado heroína, marihuana y cocaína a Estados Unidos durante décadas, según informó el Gobierno de aquel país en 2015, cuando incluyó a tres de ellos en su lista de personas sancionadas. En aquel entonces, El Mayo y El Chapo eran socios, estaban libres y dedicaban sus esfuerzos a mandar droga al otro lado de la frontera, sin peleas de por medio. Lo mismo hacían los Cabrera Sarabia, comandados ya entonces por José Luis y Alejandro, muertos o encarcelados los otros dos hermanos, Felipe y Luis Alberto.
Entre entonces y ahora, los cultivos de amapola y cannabis dejaron paso a la metanfetamina. Sobrepasados por los opioides, los cultivos de amapola, base para producir heroína, dejaron de ser rentables hace algo más de un lustro. Aún se cultiva, pero en menor proporción que en décadas pasadas. En cuanto a la marihuana, el fin de la prohibición en Estados Unidos arrinconó los cultivos en México. El contrabando dejaba de tener sentido. Lo sintético se imponía y qué mejor espacio que los corredores montañosos del triángulo dorado para ensayar el gran cambio de paradigma. Protagonistas involuntarios de la muda de piel serrana, los Cabrera Sarabia prosperaron. Y, cosa rara en el narco regional, lo hicieron alejados de los focos mediáticos.
José Luis y Alejandro manejan los hilos del clan familiar. En documentos de inteligencia, divulgados por el grupo de hackers Guacamaya hace un par de años, la Secretaría de la Defensa Nacional coloca a José Luis, alias Chepe, al frente, desde Durango, y a Alejandro, como cabecilla desde el vecino estado de Zacatecas. Uno de sus principales lugartenientes, Gerardo Soberanes, fue detenido en 2023. Hace unos días, el Gobierno federal anunció la caída de otro de sus hombres, José Luis Delgadillo López, alias Don José, “considerado líder de una célula delictiva dedicada al secuestro y tráfico de personas”, según dijo el equipo de Harfuch. Se ignora su importancia real en el esquema de los Sarabia. El Ejército no lo traía en el radar.
Más allá de sus intereses empresariales, la participación de los Cabrera Sarabia en la guerra entre Mayos y Chapitos parece evidente. En enero, las autoridades les decomisaron 42 explosivos artesanales y 207 cartuchos, en un predio cerca de la carretera que une Mazatlán con Durango. Medios locales en México, caso de Reforma, aseguran, citando fuentes federales, que el clan es el último refugio del líder de la facción de Los Mayos, uno de los hijos del patriarca, Ismael Zambada Sicairos, alias Mayito Flaco. La guerra sigue en el noroeste y amenaza ahora el país de la metanfetamina. Reducto impenetrable de los viejos líderes del cartel, el triángulo dorado podría convertirse en una trampa para algunos de sus herederos.
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