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CARTEL JALISCO NUEVA GENERACIÓN
Tribuna
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El crimen baja a la mina

El mercurio engrosa también las arcas del poderoso Cartel Jalisco Nueva Generación

Mina San Carlos, en Camargo, municipio de Peñamiller, Querétaro.
Carmen Morán Breña

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En septiembre de 2023, una publicación de la revista Science cayó como una bomba en México. Rigurosos análisis cifraban en 175.000 las personas que trabajaban voluntaria o involuntariamente para el narcotráfico, lo que situaba a las organizaciones criminales, y aquí venía el doloroso dato, como el quinto empleador del país. Solo la embotelladora de Coca-cola y tres multinacionales más lo superaban. Han pasado casi dos años de aquello y cabe pensar que tan abultadas cifras se mantendrán prácticamente igual, pero puede añadirse que el narco no solo es uno de los grandes grupos empresariales, sino de los más emprendedores, audaces y diversificados. Bien dicen en México que el crimen organizado es lo único organizado que hay en el país. A sus negocios clásicos, que son innombrables en todos los sentidos, han sumado en estos tiempos la minería y de algunas de las canteras de mercurio en el Estado de Querétaro parte un contrabando que llega hasta las minas de oro de varios países de Sudamérica, como Bolivia, Perú o Colombia. El mercurio sirve, resumiendo el proceso, para limpiar de impurezas el oro.

El traslado, por supuesto ilegal, del contaminante mercurio se esconde en bolsas de grava destinadas a la construcción, pero la Agencia de Investigación Ambiental de Estados Unidos le ha puesto la vista encima y calcula que desde 2019 las ganancias del Cartel Jalisco Nueva Generación, el más poderoso hoy en día, lleva embolsados unos 8.000 millones de dólares con estas exportaciones. Para quitarse el sombrero. Qué eficacia empresarial, qué audacia en los negocios, qué ojo para detectar la veta más productiva. ¿Y las aduanas? Mirando a los pajaritos cantar.

En los últimos días, se ha puesto la lupa sobre el director de Investigación Aduanera de la Agencia Nacional de Aduanas, un tal Alex Tonatiuh Márquez, porque los relojes que llevaba y la vidorra que se traía no cuadraban con su nómina. El FBI detuvo recientemente a otro agente de la frontera que resultó ser un pollero, esto es, traficante de migrantes. Y el secretario de Economía mexicano, Marcelo Ebrard, ha anunciado que están en investigación 40 agencias aduanales por posibles incumplimientos al revisar la mercancía que pasa por sus manos, ya sea la cantidad o el valor.

Bienvenidas sean las pesquisas y las detenciones, porque es claro que el trasiego ilegal cuenta para su éxito, en no pocas ocasiones, con personas de moral podrida que han sido colocadas en el lugar y el momento oportunos: una aduana. Por cierto, otra de las actividades que mejor sabe hacer el crimen: reclutar a quienes gustan de pomposos relojes y aparatosos coches. Ríanse de las entrevistas personales para cubrir las plazas en un supermercado, reclutar guardianes de bancos o nombrar cargos públicos en un gobierno. Si esto sigue así, el próximo negocio del narco será dar cursillos para seleccionar al personal laboral. De algún modo ya lo hacen, pero a punta de amenaza: numerosos Ayuntamientos en México están gobernados por personas que en su día eligió el crimen como hombres de paja para controlar el poder municipal. Por no hablar de los descarados anuncios en redes sociales mediante los cuales atrapan a jovencísimos sicarios o a militares retirados de otros países. Si eso no es una multinacional, ¿qué?

Como buena empresa, la criminal va por delante de las tendencias. Que aquí falta mercurio, proveen de mercurio; que con la pandemia se repartirán vacunas a gogó, sean vacunas; que en este lugar precioso el turismo se ha desbocado, ellos ponen los viajes en barca; que hay miles de migrantes queriendo cruzar México para llegar a Estados Unidos, una línea de autobuses extorsionados.

No hay forma de acabar con el delito. A quien no le gustan los relojes de oro se le ofrecen balas de plata. Es la ley de plomo. Los minerales, bien visto, siempre fueron el fuerte de los criminales.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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