El MoMa abre las puertas a la mexicana Sandra Blow: “Le echo salsa a las fotos. Salsa de la que pica”
La artista visual conversa del impacto de su vida en su obra, y espera que la entrada a la galería neoyorquina le aporte más valor en México


Las largas uñas de gel de Sandra Blow le ayudan a apartarse el pelo que, a cada rato, le tapa la mirada. La fotógrafa mexicana dice que, cuando empezó a tomar fotos, lo que se consideraba estético cumplía un patrón normativo. “Eran modelos güerísimas, de ojos azules. No veías modelos latinos, no veías pieles cafés. Yo siempre he sido como soy, tatuada, un poco fuera de la norma siempre y pues mis amigos son así, no me voy a llevar con los fresas de Polanco [un barrio acomodado de la capital mexicana]. ¿Qué haría yo ahí?”, pregunta de forma retórica. Fue así como comenzó a interesarse por otras estéticas, a documentar lo queer, las vivencias nocturnas y las expresiones sexuales. En septiembre, la fotógrafa mexicana llevará 19 de sus fotografías a la exposición Líneas de Pertenencia del Museo de Arte Moderno (MoMa) de Nueva York, uno de los grandes recintos culturales mundiales, y en agosto planea presentar Sandra Blow XV, un fotolibro recopilatorio de sus 15 años de oficio.
Se sienta sobre uno de los sofás vintage que decoran una céntrica cafetería de Ciudad de México, donde la música clásica suena a todo volumen. Un espacio que parece diseñado para un grupo de jóvenes atraídos por un latte o para septuagenarios que buscan un café con leche. Ahí, Sandra Villavicencio (Atizapán de Zaragoza, 34 años) reflexiona acerca de en qué momento comenzó a aceptar que su trabajo era bueno. Lo ha pensado en otras ocasiones y mientras preparaba el fotolibro, pero no ha dado con una respuesta. Cuenta que estudió Publicidad en la universidad y que sintió una conexión con su cámara desde el primer momento. “Mi maestro me motivaba mucho. Me decía: ‘Tienes buen ojo’. Cuando acabó el semestre, me dijo que hiciera lo que fuera, pero no dejase de tomar fotos”, asegura.
Poco antes de titularse, entró como fotógrafa del área gourmet de una gran casa editorial mexicana, donde trabajaba para diferentes revistas. Las primeras fotografías profesionales eran de comida, espacios y chefs; y tuvo su primer acercamiento con la vida nocturna al entrar en las secciones de antros y bares de una de esas revistas. “Tomaba fotos en bares, lugares llenos, con música y gente bailando. Me sirvió mucho ese tiempo en las revistas. Me gusta mucho, hasta la fecha, tomar fotos de comida”. Compaginó aquel trabajo con tomar fotos de chicas que le llamaban la atención en fiestas o en la calle, en aquellos momentos en los que el presupuesto aún no le permitía contratar modelos de agencia.



Música clásica, una pausa y Palestina
Hace unos 10 años, cuando ya estaba acomodada en el terreno de la fotografía, en Ciudad de México se pusieron de moda las suicide girls, chicas que no encajan en ninguna subcultura típica y que se relacionan con lo gótico y el punk. El fotógrafo veracruzano Alan Yee comenzó en aquel momento el proyecto Cheap Hotel, que él mismo definió como “chicas desnudas, hoteles de quinta y poses escandalosas”. Una línea erótica que pronto atrajo a Blow. “Muchos fotógrafos estaban haciendo más cosas de sexo, más nasty, más sucias. […] Me encantaba entonces tomar fotos alternativas con mis chicas tatuadas. Obviamente, las estéticas van cambiando, todo va cambiando, y entonces en algún punto también empecé a notar esta ausencia de pieles de café, de cuerpos gordos, de gente que no medía dos metros”, cuenta.
Blow considera que su trabajo también sirve de apoyo al colectivo en momentos como el actual, donde ciertas tendencias extremistas, como la del presidente estadounidense, Donald Trump, que en enero negó la existencia de personas trans, han calado a algunos sectores de la sociedad. Y defiende el impacto de la comunidad LGTBI+. “Siempre ha sido una comunidad que ha estado muy al tanto de los temas sociales. Ahora, con lo que está pasando en Palestina, noto que es de las comunidades que más atenta está, que más boicot está haciendo. Mucha gente hace el comentario pendejo de: ‘Pero si tú vas a Palestina y eres gay, te van a matar’. Eso es algo que, por ejemplo, la comunidad no se está fijando. No importa. En este momento no se trata de mí. Primero, intentamos que dejen de matarlos y, después, vemos”, sentencia.
La música clásica continúa sonando alta. “Me siento totalmente intelectual”, bromea. Blow habla de sus trabajos con diferentes medios y, en un segundo, corta la conversación. “Este… tengo que hacer algo antes de que se me olvide. Estoy con los agradecimientos del libro”. Agarra su teléfono. Escribe. Vuelve a la conversación. “Entonces intentaba hacer artículos hablando de estos temas que me interesaban, cosas de la comunidad, del feminismo, de las marchas. Le mostré a mi mamá uno de mis artículos y ya entendió lo que es una persona trans”, cuenta.

Ha asumido que le gustaría usar siempre la cámara de carrete, por la espontaneidad y la facilidad de transportarla que supone, sin tener que arriesgar su cámara digital. “Si le pasa cualquier cosa, muero. […] Pero hay que ser prácticos, no vas a hacer un performance, un concierto con film”, dice. Blow casi nunca sale a buscar espacios que queden bien en su fotografía, da margen a la improvisación, pero está atenta a algunos lugares cuando camina por la calle o viaja en el taxi. “Veo un lugar y digo: ‘Este lugar está genial’. Entonces me lo grabo y me obsesiono”, explica. Es esa espontaneidad la que permitió que aparecieran fotografías como Yin y yang, tomada en 2020 en un antro del centro de Ciudad de México. En ella, Paco Santander, una drag queen de la capital, y otro hombre posan de manera instantánea. Unos segundos antes, ni se conocían. “Creo que [la importancia del fotógrafo y del modelo es] 50-50, porque si el modelo no se deja, está tieso, seguramente no va a ser una buena foto. Mi trabajo es siempre hacerles fácil la vida, ¿no?”, considera.
—¿Cómo definiría su fotografía?
—Latina, sexy, boombastic, glitter, flow. No sé. Yo creo que es como un shiny documental o algo así. Como un documental con diamantina.
—Hay algo muy mexicano en su fotografía.
—Yo creo que son los colores, la gente que elijo, muchas veces, los lugares, quién sabe. Nunca me lo habían preguntado, no tengo idea. Le echo salsa a las fotos. Salsa de la que pica.
Las fotografías de Blow que llegarán al MoMa —y que ya se pueden consultar en la página oficial del museo— se unen a las de otros artistas del mundo que también participan en la exposición, entre los que hay tres mexicanas más, Tania Franco Klein y Francisca Rivero-Lake y Carla Verea. Líneas de Pertenencia busca recabar artistas de ciudades que suponen “centros de vida, creatividad y comunión durante más tiempo que los estados-nación”. La oportunidad le crea un sentimiento agridulce: está feliz por haber llegado a la gran galería, pero melancólica por no poder tener ese eco en México. “Creo que me la voy a creer hasta que tenga esa pared enfrente de mí […] Pero la vida sigue, la lluvia, la depresión, la Ciudad de México, el tercer mundo. Ojalá sea una puerta, sobre todo, a que me aprecie más en mi país”.

Cuando piensa en una imagen con la que se quedaría de todas las que llegan al MoMa, se queda en silencio. Busca la fotografía en su teléfono, y parece acariciar la pantalla. Muestra una imagen tomada en 2017, Allan Balthazar, en la que el joven artista aparece vestido como una virgen que sujeta un ramo de flores. “Por quién es, por el momento de mi vida y de la foto. Es un amigo que falleció. Lo amo profundamente. Sería esa, sin duda”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
