Remesas, migración y comercio: el G-7 brinda el primer cara a cara entre Sheinbaum y Trump
La reunión en Canadá posibilita reconducir los asuntos económicos hacia el terreno tripartito de los socios norteamericanos con las protestas por las redadas contra migrantes como telón de fondo

Con el incesante ruido de fondo por las manifestaciones contra las redadas de migrantes en California, Claudia Sheinbaum y Donald Trump se verán las caras por primera vez. Pero lo harán en territorio neutral y ese no es solo un detalle. La reunión del G-7 que comienza este lunes en Canadá ha ofrecido a la presidenta mexicana una oportunidad para reunirse con el republicano en un espacio con el guion más controlado, donde podrá conducir mejor su propia agenda y enviar mensajes globales para oídos particulares. Canadá es también socio del tratado comercial de América del Norte, lo que permite mover el timón hacia asuntos comunes de la región, en lugar de abordarlos de forma bilateral, algo que a México no le conviene en absoluto. Así que, “Sheinbaum ha hecho bien en aprovechar esta invitación” al foro de las principales economías del mundo, dice Guadalupe González, investigadora del Colegio de México. “Será un momento interesante, inédito”, añade.
Las salidas de Sheinbaum al extranjero para asistir a reuniones con terceros países siguen siendo una novedad, porque por ahora solo ha acudido a Brasil, en noviembre pasado, para la cumbre del G-20. Y porque, comparado con el anterior mandatario mexicano, estos dos viajes son todo un récord.
Para esta posible agenda exterior, la presidenta “ha hablado de las remesas, de la migración y hasta del gusano barrenador, pero creo que lo importante al seleccionar los asuntos es no perderse, sino centrarse en lo más importante a resolver”, dice Erika Pani, del centro de Estudios Históricos del Colmex y autora del libro Historia de la relación México Estados Unidos. “Con Trump no hay nada que sea obvio, debe transmitir los espacios de mutua conveniencia”, añade.
La estrategia de cabeza fría y moderación de la presidenta mexicana “le ha servido por el momento para contener presiones y ganar tiempo, esperando que Trump tropiece”, señala González, “o aguardando a que cambien las fichas y el presidente deje de tener mayoría en las dos Cámaras”, pero “México está ahora mismo entre las patas de varios caballos, por la política interna estadounidense”. El país tiene elecciones intermedias y la investigadora quiere ver en la respuesta altamente militarizada a las revueltas migrantes de California mensajes en clave interna. California es demócrata y “él tratará de imponer su narrativa, lo mal que gobiernan en ese Estado”, dice. Por otro lado, “la migración y la seguridad, o el fentanilo, son las banderas constantes para ganar votos y habrá que seguir lidiando con esos exabruptos. Esas redadas terribles en California tienen más que ver con la necesidad de distraer sobre otros asuntos, incluido su enemistad con Elon Musk y otros fracasos”, afirma González.
En efecto, a Trump no le están saliendo del todo gratis sus políticas más drásticas, como las arancelarias, y ya empieza a notar algunos reveses entre los suyos, que se manifiestan en críticas abiertas y cierta debilidad en el Congreso para sacar adelante sus leyes más “hermosas”. Y es ese el flanco en el que Sheinbaum deberá jugar sus mejores cartas, según las especialistas: la economía. Puede enarbolar los derechos humanos para contrarrestar los abusos policiales de Trump sobre los migrantes, de gran mayoría mexicana, pero será más eficaz, sostienen, que haga ver la fuerza de trabajo que suponen, lo imprescindibles que son para la economía estadounidense y los impuestos que pagan allá. El propio Trump ya ha reconocido que la ausencia de estos obreros en el campo, la hostelería y el ocio está ya teniendo un reflejo indeseado con estas revueltas californianas y algunas otras de sus políticas antimigración. Puede que por fin lo haya entendido, o puede que esté usando dos barajas: por un lado, el palo al migrante para satisfacer al electorado más racista, por otro la rectificación para calmar a sus correligionarios más críticos con la deriva económica.
Ante tanta volatilidad de criterio político, el G7 se presenta para Sheinbaum como un escenario amable. “Es un foro que permite negociar el formato de la reunión o acotar la agenda para que no sea muy larga y hacerse la foto. Un terreno neutral en el que si Trump no se aviene al formato, el costo sería para él”, afirma González, quien supone que los grandes temas a tratar son los que ya se han mencionado: las remesas y los aranceles, “que pegan de lleno a la economía mexicana”, dice. La migración, “por la parte del trabajo que desempeñan los mexicanos allá, es una debilidad para Trump”, añade.
La otra debilidad para el republicano o fortaleza de Sheinbaum, mencionan ambas especialistas consultadas, es el lugar de reunión, Kananaskis, en la región canadiense de Alberta. “Esas reuniones son un circo de varias pistas”, sonríe al teléfono González, “que dan la posibilidad de enviar un mensaje a Juan para que lo escuche Pedro”. Ahí tendrán cabida discursos más generales sobre los derechos humanos a los migrantes, un punto débil también de Trump, que puede enfrentar problemas constitucionales con el envío a California de tropas que no han sido solicitadas, por ejemplo, y que ha ocasionado un grave incidente contra los demócratas del Estado.
La segunda razón de “agradecer a Canadá esta invitación”, es que “México tiene la oportunidad de trilateralizar el encuentro en lo que se refiere a los asuntos comerciales de los tres socios norteamericanos”, dice González. El tratado de libre comercio (TMEC) que está por revisarse o renegociarse está suponiendo para “Canadá algunas presiones internas para ir por su cuenta en diversas actividades económicas, y Estados Unidos también puede seguir esa senda. México es el único que no quiere que eso pase”. Quizá en este encuentro, que Sheinbaum tiene previsto abandonar el martes por la tarde, puedan darse algunas reuniones a tres bandas, algo que está por verse aún. “Sheinbaum deberá exhibir entonces los espacios de mutua conveniencia para todos. Es más fácil ser dos contra uno y que se haga valer lo regional”, añade la profesora Pani. “Una reunión tripartita sería más fácil”, añade.
El republicano es volátil y caprichoso, malhumorado o gentil, chistoso o respondón, como bien saben ya otros líderes mundiales. Nada de eso ayuda en el terreno diplomático, por muy bien amarrados que se lleven los temas a tratar. Puede cargarse de un plumazo las conversaciones previas que hayan mantenido sus equipos negociadores, dicen quienes lo han tratado. Ese peligro lo enfrentará Sheinbaum como todos. Tendrá que comprobar si su estrategia de cabeza fría y modales comedidos sigue reportándole un trato correcto como hasta ahora por parte del presidente estadounidense o le sopla un huracán inopinadamente. “Lo único que sabemos es que en las relaciones con Estados Unidos siempre nos ha ido mejor separando los asuntos posibles de los conflictivos, pero eso ya no funciona con Trump, sabemos que le gusta maltratar al débil. Apenas podemos especular”, dice Pani. “En todo caso, no creo que Sheinbaum funcione por química, si le cae bien, mal o regular, Trump no se enterará”.
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