El viaje de Delia Quiroa, de rastreadora de fosas a jueza de distrito en Sinaloa
La defensora de derechos humanos, a cuyo hermano desaparecieron en Tamaulipas hace 11 años, quedó segunda en las elecciones judiciales del domingo y será juzgadora en materia mixta a nivel federal


A Delia Quiroa (Culiacán, 42 años) le faltaba apenas un cuatrimestre para graduarse en Ingeniería Mecatrónica cuando secuestraron por primera vez a su hermano Roberto. Él, que le ayudaba a pagar la Universidad, siempre le decía: “Tú, que eres inteligente, tienes que estudiar”. También le pedía que tomara a su hija y se fuera de Reynosa, en la fronteriza Tamaulipas, “porque la cosa se estaba poniendo fea”. A él, que era chef y también compraba y vendía autos, lo levantó el Cartel del Golfo en febrero de 2013, cuando iba a entregar un pedido a un restaurante. Pidieron un rescate, la familia pagó y lo soltaron. Después vendrían otro secuestro y otro rescate, en septiembre de ese año; y todavía uno más, al año siguiente, el 10 de marzo. Para entonces la familia ya no tenía dinero con el que pagar su liberación, y nunca más lo vieron. Delia Quiroa comenzó entonces un viaje que terminó el 1 de junio. Se olvidó de la ingeniería y se puso a peinar el territorio y a rastrear fosas. Se volvió abogada y finalmente, este domingo, con 81.000 votos, ganó el cargo de jueza de distrito en materia mixta.
Los comicios del 1 de junio sometieron a elección popular por primera vez en la historia 2.700 cargos de impartición de justicia, aproximadamente, entre ellos el de esta defensora de los derechos humanos, que dejará de litigar para cruzar al otro lado. Ha sido un viaje largo, dice ella. “Son 10 años de lucha en contra del sistema judicial, que no está funcionando y no está brindando protección, justicia y verdad a las personas”, explica por teléfono a este periódico. Su puesto es fundamental en los juicios de amparo, desarrolla, porque “es quien te protege de las autoridades cuando hay un abuso, una negligencia o una omisión”.
Esa ha sido su gran obsesión todos estos años, y por eso se hizo abogada en un primer lugar. “Cuando empecé a ir a la autoridad, me di cuenta de que la justicia también era un negocio. Prometían que iban a ir a buscarlo [a mi hermano] y no lo hacían, y pues algunos abogados que contraté tampoco me sirvieron, porque no les interesaba”, narra: “Entonces me dije: yo tengo que estudiar esto porque, si no, vamos a seguir batallando”. Si quería tener resultados, se convenció, debía ser ella misma quien tomara la iniciativa, y eso se concretó en la fundación del Colectivo 10 de marzo, cuyo nombre responde a la fecha en la que su hermano desapareció.
Edith González, presidenta de otra de las organizaciones de buscadoras de Reynosa, describe a Quiroa como “una persona inteligente, audaz, valiente, servicial”. “Tengo puras cosas buenas para decir”, se entusiasma. Ellas han coincidido muchas veces, dice la activista, y en ella se ha apoyado cada vez que algo se le “atoraba”. “No se da por vencida, es muy aferrada a lo que busca y, sobre todo, es una persona muy justa. Es una de las mejores buscadoras que conozco en Tamaulipas”, concluye su retrato.
En un país que carga el peso de 129.000 desaparecidos, el escepticismo o incluso el rechazo alcanza también a otras organizaciones similares, que no siempre logran entenderse entre sí. “Tenemos muchas compañeras que son rastreadoras y, cuando agarran un puesto, se olvidan de que tienen familias atrás sufriendo”, apunta recelosa Susana Bañuelos, encargada de uno de los colectivos que opera en Sinaloa, la zona que quedará bajo el dominio judicial de Quiroa. “Me han tocado malas experiencias, incluso con compañeras que han llegado a ser directoras de la Comisión de Víctimas, que dicen que te van a apoyar y no lo hacen”, se lamenta: “Ojalá ella no cambie”. Para otras personas, como Alma Rojo, presidenta de otro de los colectivos estatales que acumula varios desencuentros con Quiroa, la noticia ha caído como un jarro de agua fría. “No lo vemos como una esperanza”, señala.
La llegada a la judicatura de un perfil como el de la activista es, en cualquier caso, una pequeña sacudida para un sistema donde esos mundos han estado separados por un muro —a veces de burocracia, a veces de corrupción o intereses políticos— difícilmente traspasable. “No se puede medir el éxito de la elección por la llegada de perfiles subrepresentados en el Poder Judicial, porque eso se podía lograr de otra manera”, advierte Laurence Pantin, coordinadora del Observatorio de Justicia del Tecnológico de Monterrey, “pero es interesante que la reforma haya permitido el acceso de esos perfiles”. “Será muy interesante analizar su desempeño y el de otros juzgadores, y ver si mejora la impartición de justicia”, completa.
La propia Quiroa se opuso a la reforma en su momento, y reconoce: “El abstencionismo nos favoreció a los candidatos, porque ganamos con pocos votos. Eso es lo triste”. Las propuestas con las que llega al cargo —pequeñas, concretas y apegadas a sus funciones— demuestran, al menos, un conocimiento de la materia que le tocará impartir. Entre ellas incluye facilitar a los solicitantes de amparo el acceso a los expedientes, la presencia de computadores en los juzgados para que los ciudadanos de pocos recursos pueda acceder a los juicios de amparo en línea, y tramitar de forma prioritaria los casos de amparo indirecto urgente enmarcados en el artículo 15 de la ley de esa materia, en los supuestos donde la vida de las personas corre peligro.
Añade, también, algo más de viva voz: “Me gustaría sancionar a las autoridades que hacen perder el tiempo a las personas cuando les niegan sus derechos. Cuando una persona va al juicio de amparo es porque está alegando abusos de autoridad. Yo he visto que, en las sentencias que nos daban a nosotros, nunca había una sanción para estas autoridades, por eso lo vuelven a hacer, por eso vuelven a retrasar la justicia”. Se lo sabe de memoria y de carrerilla lo repite: “La ley permite inhabilitar para ocupar cargos públicos, multas y hasta sanciones penales”.

Delia Quiroa se refugió en el Estado de México con su hija después de que secuestraran a su hermano. Vivió en Neza hasta su regreso a Sinaloa, el Estado en el que nació, el año pasado, pero es en Reynosa donde ha desempeñado toda su labor como activista, yendo y viniendo. Allí ha denunciado a la policía estatal por corrupción y secuestro y ha presentado demandas de amparo contra varias autoridades, dice, y por eso decidió no postular ahí: “Por seguridad, y para no tener conflictos de interés si me tocan casos de mi colectivo”. Será su madre quien encabece la organización cuando ella asuma el cargo.
Quiroa tiene ahora el desafío de convencer a las escépticas organizaciones de Sinaloa, como al resto de la ciudadanía, de que su triunfo es algo más que un cambio estético y supone, de alguna forma, una victoria también para ellos: para tramitar sus causas e implantar otra sensibilidad. El discurso está, la trayectoria también, faltan los hechos. “Quiero marcar una diferencia y hacer las cosas bien. La gente que votó por mí, votó con esa misma ilusión”, afirma. En este recién implantado modelo de elección popular, serán ellos quienes determinen si cumplió y merece retener el cargo, o si este nuevo viaje que emprende ahora terminará en los próximos comicios judiciales en los que vuelva a jugarse la toga.
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