Idealistas, incansables y leales: el brutal adiós a Ximena Guzmán y Pepe Muñoz
Deportistas y cercanísimos a la jefa de Gobierno Clara Brugada, el asesinato de los dos funcionarios deja en ‘shock’ a sus amigos y compañeros


Los amigos, los compañeros, los jefes responden al teléfono y suenan con voz rota y lloran y se niegan a hablar en pasado y se atragantan con algunas palabras y repiten otras: consternados, shock, cobardía, rabia; también entrega, incansables, idealistas. Este martes, un hombre armado mató a Ximena Guzmán y Pepe Muñoz a plena luz del día en una de las vías más concurridas de Ciudad de México. Después, se fue caminando. Todo lo de detrás es el rastro del dolor. Guzmán y Muñoz eran dos funcionarios serios y comprometidos, que después de años de lucha social habían llegado a donde querían llegar: al Gobierno de la capital con Clara Brugada. “Duele el alma”, ha escrito ella; “es un golpe al corazón de la ciudad”, añaden los demás.
Ximena Guzmán tenía 42 años, era socióloga y le encantaba correr —un deporte en el que la iniciaron su padre y su hermano mayor—, el mezcal, los animales, la música brasileña. Había estudiado en París y cultivaba moras con su familia. La recuerdan amabilísima, sonriente bajo cualquier presión, revolucionaria por naturaleza. Era la secretaria particular de Brugada, su mano derecha. Pepe Muñoz tenía 52 años, era autodidacta y le encantaba correr —a las cinco de la mañana, para mantener la cordura—, la poesía, tomarse una cerveza después de trabajar, el humor ácido. Había leído todos los libros posibles y tenía dos hijos. Lo recuerdan con la mente fría y las convicciones claras, con un espíritu rebelde profundo. Era el coordinador de asesores de Brugada, su mano izquierda.

El asesinato ha conmocionado al Gobierno y al partido. La presidenta, Claudia Sheinbaum, se ha enterado de su muerte en directo en mitad de su conferencia matutina. Prácticamente todos los secretarios locales y federales han salido a pedir justicia para los funcionarios. También los 16 alcaldes de Ciudad de México han cerrado filas con el Ejecutivo. De la investigación del ataque se va a encargar la Fiscalía de Ciudad de México, acompañada del Centro Nacional de Inteligencia y de las secretarías de Defensa y Marina. Guzmán y Muñoz eran dos cuadros de Gobierno desconocidos para la opinión pública hasta su muerte este martes, pero ambos eran muy reconocidos en la Administración. Hoy nueve personas que los conocieron —dentro y fuera del Gobierno— los recuerdan en EL PAÍS.
Bravo al walkie-talkie
Estaba reciente la muerte de su hermano mayor, Juan Guzmán, y en homenaje, Ximena y su amigo Said Vázquez corrieron seis kilómetros por Ciudad Universitaria. Habían entrenado juntos a diario durante años, cuando trabajaban en la Secretaría de Gobierno de Ciudad de México, pero ese día de 2023 la carrera era un tributo. Ella aparece en los selfis del final de la ruta con una sonrisa enorme, la misma con la que la recuerdan todos los que trataron con ella.
“Era un ser humano generoso y sonriente, genuino, de esos que en política casi no existen”, recuerda una persona que trabajó con ella en los últimos años. “Pocas veces la vi enojada o triste”, cuenta su amigo Horacio Robles, “siempre en chinga, sonriendo, coordinando gente”. El exfuncionario, que fue su jefe directo en Gobierno en 2015, baja el volumen de la televisión, donde el noticiero informa de lo último del asesinato de su amiga, y recuerda a Guzmán corriendo con el walkie-talkie para todos los lados: “Ella era Bravo, de Nicolás Bravo, puros héroes de la Revolución, yo era Zapata”.
En esa época, Guzmán organizaba desde la visita del Papa hasta el concierto de Roger Waters ante 200.000 personas en el Zócalo. Estaba pendiente de la seguridad y de las sillas del templete. “Era un descanso saber que Ximena estaba ahí”, resume Patricia Mercado, ahora diputada de Movimiento Ciudadano y quien era entonces la jefa y titular de la secretaría: “A Gobierno es a donde llegan todos los problemas y ella siempre fue conciliadora, respetuosa, empática con la gente, con una gran capacidad de trabajo”. “Siempre me sorprendió cómo trataba a la gente”, apunta la abogada Paola Zavala, que trabajaba entonces en Reinserción Social: “Llegaban los manifestantes a protestar y exigirle a Gobierno y ella los atendía con amor, con tacto”.

La socióloga venía de una familia con fuerte compromiso social. “Era parte de su personalidad”, apunta Said Vázquez, quien recuerda lo que le preocupaba la inseguridad, la pobreza o la desigualdad: “Compartíamos una visión utópica, como dos soñadores, de hacer que nuestro trabajo sirviera para que la ciudad fuera diferente, el país fuera diferente”.
En 2018, Guzmán se fue con Brugada a Iztapalapa ya como su secretaria particular. Estuvo con ella durante los dos mandatos. La socióloga, relatan varios de sus conocidos, estaba emocionada de llegar con la mandataria hasta la jefatura de Gobierno. “Donde estuviera Clara, estaba Xime, bueno, estaban los dos”, dice una fuente que trabajó con ellos. “Era una mujer maravillosa, incansable, muy buena”, ha dicho este martes Brugada. También trabajaba muy cerca de Martha Ávila, jefa del grupo parlamentario de Morena en la capital. “Aportaba una mirada sensible y humana a la administración pública”, recuerda por teléfono la diputada, quien cada primavera recibía una caja de arándanos que cultivaba Guzmán y su familia.
El político que quiso ser artista
Similar al camino de Guzmán, Pepe Muñoz —que empezó como asesor legislativo con poco más de 18 años— acompañaba a Clara Brugada como su coordinador de asesores desde 2018. “De manera discreta, inteligente y perseverante, siempre estuvo al lado de Clara. Era quizá su persona de mayor confianza”, cuenta Carlos Heredia, profesor del CIDE y amigo de Brugada desde los 90: “Cuando Clara no podía acudir a una reunión, su voz la llevaba Pepe. No es que la sustituyera, sino que se leían el pensamiento”. “Se dedicaron en cuerpo y alma a la organización comunitaria, para mejorar las condiciones de vida de los excluidos en Iztapalapa y en la ciudad”, añade.
El salto al Gobierno de la capital fue casi como llegar a la meta. “Pepe sabía que era un gran compromiso. Decía que después de tanto que habían luchado, tanto que habían prometido, solo podían ser serios y muy responsables en el Gobierno. Toda su vida estaba entregada a acompañar a Clara”, cuenta Mercedes Hernández, actriz y amiga de Muñoz desde hace casi 40 años. Se hicieron íntimos tras una protesta por los derechos de las colonias populares, cuando él era apenas un adolescente. Ahí también lo conoció Brugada, que ha dicho este martes: “Lo traté casi desde niño, una de las personas más inteligentes y responsables que he conocido”.

Era él quien escribía los discursos de la mandataria, quien tenía datos y cifras, quien informaba e investigaba. “Había leído todos los libros, sabía de todo y conocía todo. Se dedicaba a leer y a pensar”, apunta Hernández: “Era además un gran lector de poesía; siempre quiso ser artista, pero se dedicó a la política, estaba cada vez más interesado en entender el mundo”. Uno en el que estaba convencido de que se podía “lograr la justicia social y beneficiar a los más desprotegidos”: “Yo lo veía invencible”.
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