La importancia de decirle a tus hijos que lo hacen muy bien
Se ha puesto de moda evitar elogiar a los niños, una corriente sin sentido pedagógico que argumenta que hacerlo les convierte en dependientes emocionales. La base de esta teoría es no reforzar o castigar conductas, pero esto es clave para el aprendizaje


Algo tan sencillo, tan bonito, tan socialmente necesario, tan intergeneracional, universal y cotidiano como elogiar a tus hijos e hijas parece que está en proceso de extinción, porque una corriente pseudopedagógica se ha empeñado en desacreditarlo diciendo que esto es malísimo sin ni una sola evidencia que lo soporte. Pero es una corriente que para nada es novedosa. Hace ya más de 20 años, Alfie Kohn escribió un artículo titulado Cinco razones para dejar de decir muy bien (2001), centrado en desprestigiar el elogio. En concreto, este escritor y conferenciante estadounidense sobre crianza y educación aseguraba que la razón por la cual las alabanzas pueden funcionar a corto plazo es porque los niños pequeños están hambrientos de aprobación. En este sentido, alertaba de que el refuerzo verbal que se hace de manera espontánea para premiar un acto “en lugar de aumentar la autoestima de un menor, podía incrementar la dependencia de los elogiados hacia los adultos, sus padres”, relataba en el texto.
Y ahora, tras tanto tiempo, hay gente que sigue creyendo lo que señalaba Kohn en su artículo: “Mientras más decimos ‘me gusta la forma en que tú…’ o ‘muy bien hecho’, más se incrementa la dependencia de los niños hacia nuestras evaluaciones, nuestras decisiones acerca de lo que está bien y mal, en lugar de aprender de sus propios juicios. Esto los lleva a medir su valor en términos de lo que a nosotros nos hará sonreír y darles un poco más de aprobación”. Sí, Kohn concluye en su artículo que decir a un niño o niña que lo ha hecho muy bien es “medir su valor en términos de lo que a nosotros nos hará sonreír”.
¿Cómo ha podido tener tanto calado semejante argumentario? En mi opinión profesional trabajando con jóvenes más de una década, señalar algo así, en primer lugar, es no entender cómo se aprende. La base de esta teoría de no utilizar elogios es no reforzar o castigar conductas, algo materialmente imposible porque, guste más o guste menos, un ser humano, un animal, y también el propio Alfie Kohn, aprende de la misma forma: a través de refuerzos y castigos. Eso sí, hay un factor fundamental que nos diferencia de los animales: nosotros tenemos lenguaje (tanto interno como externo) y reglas verbales. Y el lenguaje hace que decir “muy bien” o “lo has conseguido” tenga efectos idénticos: reforzar una conducta.
Se puede retorcer el lenguaje, sin duda, que es básicamente lo que hay detrás de esta teoría. Guste o no, la realidad es tozuda, y esta es que para que una conducta se mantenga tiene que ir seguida de un reforzador (la ley del efecto que postula que una conducta que produce consecuencias satisfactorias —reforzantes— tiene más probabilidades de repetirse, postulada por el psicólogo Edward Thorndike en 1898). Sí, has leído bien 1898. Siglo XIX. O lo que es lo mismo: decirle “muy bien” o “qué contento estoy” o “lo has conseguido” o “sigue así”, sirve para lo mismo: mejorar o mantener conductas.

A aquellos que no quieren elogiar a los críos hay que reconocerles un éxito: hablar de premios y castigos lo han convertido en tabú. Da igual que sea nuestra forma real de aprender. No importa. Da igual que tenga una evidencia aplastante. No importa. Es tabú. ¡Ay del padre o la madre que diga en un cumpleaños o una tutoría que ha castigado a su hijo por algo! Le echan del grupo de WhatsApp directamente. No va a más cumpleaños. Le ponen la cruz.
El problema es que en su intención de modernizar lo único que hacen es marketing y publicidad, retorciendo el lenguaje, ese lenguaje que para nosotros y nosotras, seres humanos, es tan importante. Y, además, generan polémica con esta necesidad de enfrentarse a su pasado y su frustración, tratando de imponer su criterio a los demás en vez de estudiar un poquito. Y estos tres factores (marketing, publicidad y polémica), junto con las redes sociales, crean la tormenta perfecta: que estas teorías que no están sustentadas por ninguna evidencia seria se expandan como la espuma.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
