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Por qué es importante encontrar tiempo para jugar con los hijos a pesar del cansancio

El juego simbólico es fundamental para el desarrollo emocional, cognitivo y social de los niños. No hace falta que el adulto esté todo el tiempo ahí, pero sí que esté presente y se interese para reforzar la autoestima del menor y fortalecer el vínculo efectivo

La crianza no debería medirse por cuánto juegan padres e hijos, sino por la calidad de la relación que construyen en el día a día.
Jorge Marzo Arauzo

Son las ocho y media de la tarde de un martes cualquiera. Después de tres horas en el parque, y tras retrasar los quehaceres del hogar hasta ese momento, se escucha un “papá, juega conmigo” desde el salón. Esa petición del niño es para una actividad más que habitual, ya sea jugar a las casitas, las carreras o la pelota. Un padre anónimo mira cansado a su pareja, que le anima a ir. Como pasa cada día. Pero para el menor es vital estar activo de manera lúdica.

“El juego simbólico es aquel en el que los niños y niñas van a usar su imaginación. Esto es algo muy importante para representar situaciones, personajes, historias… Por ejemplo, cuando se hace como que una caja es un coche, un plátano, un teléfono… Es una herramienta fundamental para el desarrollo emocional, cognitivo y social de los niños y las niñas”, define Lucía Sánchez Casas, psicóloga y BCBA [profesional certificado en análisis de comportamiento aplicado]. Los menores comienzan a usarlo alrededor de los dos o tres años hasta los seis o siete, según la experta. “Al principio, es simple y se basa en la imitación de acciones cotidianas, uso de objetos… A partir de los tres años ya es más elaborado, porque hay secuencias de acciones, aparecen emociones como cuidar o la empatía. Conforme va avanzando, es más social”, detalla. Pero en algunas ocasiones, a los padres les puede costar estar jugando, ya sea por cansancio, aburrimiento u otra razón, tal y como argumenta Sánchez.

“Me resulta fácil sentarme a jugar con él cuando me lo pide. No es algo que me cueste mucho. Lo que más me cansa son los juegos de personajes y estar hablando todo el rato con muñequitos”, comenta Iván Loriente, padre de un niño de seis años, que aboga que, para mejorar este tipo de situaciones, se necesita simplemente más tiempo. “En mi caso, tengo buena conciliación familiar. Lo mejor es tener un buen horario laboral que permita armonizar las horas de trabajo con el tiempo que estás con tu hijo”, explica. “Me resulta fácil sentarme a jugar con ellos el fin de semana, y difícil los días de diario”, cuenta por su parte Silvia Garza, madre de dos hijos de seis y ocho años, para quien todo depende de tener voluntad y organización.

“No hace falta que el adulto esté todo el tiempo ahí, pero sí que esté presente, porque así el menor siente que le ven, que le escuchan, y eso es importante. Entonces, a veces, basta con observar, con hacer preguntas o facilitarle materiales, para que el protagonista sea él y no nosotros”, argumenta Irene Dorado, pedagoga en el centro Pedagogueat, en Madrid. “Poder compartir un rato con su hijo es algo agradable para los padres”, prosigue Dorado, “ver cómo crecen, cómo su juego simbólico va evolucionando, y ese tiempo que les dedican de interés”.

Para Sánchez también es importante que los progenitores se impliquen activamente en el juego de sus hijos, y no solo que esperen a ser apelados en algún momento. “Tener una actitud activa es poder reforzar la autoestima del niño, fortalecer el vínculo efectivo y promover una autorregulación emocional”, retoma la psicóloga. Dorado también cree que la crianza no debería medirse por cuánto juegan progenitores e hijos, sino por la calidad de la relación que construyen en el día a día.

La presencia adulta respecto a la evolución y el desarrollo del juego del niño debe ser constante, pero no es esencial estar siempre disponible.

Sánchez defiende que es importante fortalecer diariamente la relación paternofilial: “Diez minutos de juego presente vale más que una hora con el móvil en la mano”. Para esta experta, a veces, basta con mirar al niño y decirle: “Oye, estoy aquí contigo”. ”Y eso para ellos ya es mucho, hay conexión. Se pueden incrementar pequeñas rutinas breves, pero significativas, como leer un cuento o un momento de complicidad. Eso ayuda mucho a fortalecer la conexión con los hijos sin generar más agotamiento”, explica. Aunque la pedagoga considera que la presencia adulta respecto a la evolución y el desarrollo del juego del niño debe ser constante, no es esencial estar siempre disponible, sobre todo cuando se hacen más mayores.

“No me resulta nada difícil sentarme a jugar con ellos, porque al llegar a casa los cojo con muchas ganas. Lo que pasa es que son incansables. Ha habido momentos en los que me he sentido culpable por no querer jugar, porque he estado más tiempo de lo que debería en el trabajo, pero al final mi horario me permite conciliar”, relata Xenia Zarzuela, madre de dos niños pequeños. Zarzuela aboga por la conciliación de ambas figuras paternales, no solo la materna, y reivindica que en su círculo de padres y madres llegan a la conclusión que son ellas las que llevan “todo el peso, tanto mental como físico” con sus hijos.

Muchos padres y madres sienten que les pueden fallar a sus hijos por no estar siempre disponibles para ellos y, por ende, culpabilizarse al respecto. “No se trata de jugar siempre, sino de estar disponible emocionalmente”, reafirma Sánchez, “es normal no tener energía o motivación todos los días y por ello no hay que sentir culpa”. Para la experta, está bien reconocer que estas emociones son normales, pero no significa que sea una deficiencia en la crianza: “Hay que aprender a priorizar el autocuidado y a redefinir lo que significa un buen cuidador”.

Por su parte, Dorado apela a la importancia de poner límites y decir “no” a un niño: “Es muy importantes ponerlos. Obviamente, no siempre va a ser cuando él quiere, pero es verdad que en las primeras etapas de desarrollo, por ejemplo, el primer año, al niño no le va a servir que tú le digas que no, porque necesita establecer ese vínculo con los padres. Más adelante ya sí que empieza a tener un papel importante la línea de los límites, las normas, de cuándo sí y cuándo no”.

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Sobre la firma

Jorge Marzo Arauzo
Es periodista en la sección de Deportes desde 2024. Antes, en Narrativas Visuales, donde aprendió sobre el mundo de la infografía y el periodismo de datos. Se graduó en periodismo por la Universidad de Valladolid y cursó el máster de periodismo UAM-EL PAÍS con la promoción 2021-2023.
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