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Rocío López de la Chica, experta en familias enlazadas: “Se suele juzgar de egoístas a las madres y padres que rehacen su vida amorosa”

La escritora y cofundadora del proyecto Creada-Separaciones Conscientes rehúye del concepto de familias reconstituidas: “Cuando una pareja se termina, la familia no se rompe, cambia de molde”. Además, anima a desterrar la expectativa social de que se puede querer por igual a los hijos propios y a los de la pareja

La periodista Rocío López de la Chica reconoce que el conflicto de lealtad es una de las causas de mayor sufrimiento de los hijos en las familias enlazadas.
Adrián Cordellat

Cuando dos progenitores separados se enamoran y unen sus respectivas familias, en el argot popular y los medios de comunicación se suele hablar de “familia reconstituida” para referirse a ese nuevo núcleo familiar. Pero la periodista Rocío López de la Chica (Sevilla, 39 años), cofundadora del proyecto Creada-Separaciones Conscientes —un programa de acompañamiento para personas que están atravesando una separación o divorcio—, rehúye del mismo. “La idea de familia reconstituida hace referencia a algo que se ha roto anteriormente, pero cuando una relación de pareja se termina la familia no se rompe, sino que cambia de molde. Yo prefiero hablar de familias enlazadas”, aclara.

Ella sabe de lo que habla, pues tras su propia experiencia —es madre separada con dos hijos y madrastra de dos— se ha especializado en asesorar y ayudar a madres, padres, madrastras o padrastros en un proceso difícil que requiere de mucha comunicación, paciencia y tiempo. Gran parte de ese conocimiento y de esa experiencia se plasma en las páginas de su último libro, el segundo que escribe, La familia enlazada (Destino, 2025).

PREGUNTA. En 2023, el 42,6% de los divorcios y separaciones en España se dieron en parejas con hijos menores de edad, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. Este dato muestra que es una realidad presente, como la de las familias enlazadas. Sin embargo, ¿sigue existiendo socialmente cierto estigma o ciertos prejuicios sobre el hecho de que dos adultos con hijos rehagan su vida?

RESPUESTA. Sí, hay un estigma muy grande porque todavía divorciarse con hijos está muy mal visto y, en cierto modo, sigue siendo un tema tabú. Es verdad que es algo muy habitual y que socialmente está de alguna forma aceptado. Sin embargo, cuando se vive, en los círculos íntimos todavía tarda en contarse y cuando se cuenta se hace entre susurros. Por lo tanto, la familia enlazada, que es un paso posterior, se sigue viendo como algo negativo. Se suele juzgar de egoísta a la persona que rehace su vida amorosa, como si por el hecho de estar teniendo una relación estuviera desatendiendo a sus hijos. Nos olvidamos de que antes que madres y padres somos mujeres y hombres, y de que los hijos no nos necesitan en una vida de abnegación y sacrificio, sino que necesitan que seamos personas realizadas y felices, porque de esa manera vamos a tener una capacidad mayor de atender sus propias necesidades.

P. ¿Cuáles suelen ser los miedos más comunes de los adultos a la hora de enlazar familias?

R. Antes incluso que el miedo, la mayor dificultad es la culpa. Cuando una persona ha decidido dar el paso y separarse, muchas veces desde la culpa no se da el permiso de iniciar una nueva relación. Y esa culpa es el motor de un montón de miedos, siendo los principales el miedo a que mis hijos dejen de quererme o el miedo a que no tengan una buena relación con mi pareja o viceversa.

Solo el 1% de las familias enlazadas sobrevive al primer año de convivencia.

P. Hay un dato demoledor en su libro: según escribe, solo el 1% de las familias enlazadas sobrevive al primer año de convivencia y la tasa de separaciones es un 20% mayor que en las familias normativas.

R. Es que este molde familiar tiene unas características muy diferentes al de la familia normativa. Tiene muchos más agentes educativos y, sin embargo, muchas veces intentamos funcionar de la misma manera que en la familia tradicional. Ese es el mayor error que existe. Además, muchas veces se fuerzan los ritmos pretendiendo que desde el primer momento todos se quieran y todos sean familia. Y no, no somos familia desde el inicio. Al principio somos un grupo de personas, después podemos llevarnos bien y al final, pasado mucho tiempo, podremos funcionar como una tribu. Aceptar eso es superimportante. Igual que aceptar que los hijos y la nueva pareja no se van a querer desde el inicio. La relación se tiene que crear poco a poco. La falta de respeto a los tiempos propios de cada miembro de la familia es el primer obstáculo a la hora de que pueda funcionar la pareja.

P. Es de suponer que esto es especialmente importante cuando los dos miembros de la pareja aportan hijos.

R. En el libro contamos seis historias de seis familias enlazadas diferentes. Y el error que más repiten todas es haberse ido a convivir demasiado pronto. Muchas veces desde la ilusión, desde las ganas de funcionar como familia, se empieza la convivencia demasiado pronto. Y si una convivencia siempre es un máster de crecimiento personal, cuando se es familia enlazada eso se multiplica. Hay que cuidarlo mucho porque solemos venir de criterios educativos distintos y porque en la convivencia el miedo de los hijos aumenta mucho. Debe haber un previo para apaciguar esos miedos y tiene que haber muchas conversaciones en la pareja acerca de qué espera uno del otro con sus hijos, cómo se van a solucionar los conflictos que surjan, etcétera. Si no hay comunicación de calidad, es muy fácil que la relación de pareja no prospere.

P. Muchas veces en estos hijos se presenta un conflicto de lealtades, porque igual de alguna forma sienten que están traicionando a su padre o a su madre.

R. El conflicto de lealtad es una de las causas de mayor sufrimiento de los hijos en las familias enlazadas, precisamente porque no hay claridad en los roles que ocupa cada uno. La madrastra o el padrastro deben respetar siempre el lugar de la madre y del padre por encima de todo. Muchísimas veces de forma inconsciente y torpe, no por maldad sino porque no tenemos referentes, queremos ocupar un lugar que no nos corresponde y eso crea una especie de competitividad muy insana. Si los hijos de nuestra pareja perciben que estamos tratando de ocupar el lugar de su madre o de su padre, eso va a generar un rechazo. Por eso es muy importante entender que ese lugar es sagrado, irremplazable; y que el rol de una madrastra o un padrastro es un espacio privilegiado en la vida de esos niños.

P. ¿Es habitual que surjan celos entre los niños que se incorporan de uno u otro lado?

R. Sí, sobre todo cuando ambos miembros de la pareja aportan hijos de una relación anterior, es muy fácil que, por ejemplo, los hijos de la mujer perciban que mamá está atendiendo con amor a los otros hijos y que experimenten miedo a perder el lugar que ocupan en el corazón de su madre. Y entonces ahí surgen los celos y la rivalidad. Por eso es muy importante mantener espacios de exclusividad de cada uno con sus hijos propios. Otro de los grandes fallos de muchas familias enlazadas, de hecho, es querer funcionar siempre como una tribu. Los espacios compartidos son importantes, pero sin olvidar encontrar ratitos de exclusividad. Tampoco ayuda la típica frase de “yo quiero a los hijos de mi pareja como si fueran míos”. Eso no es real, eso parte de una expectativa social, pero no se quieren igual a unos hijos propios que a los de la pareja. Los podemos querer muchísimo, pero el vínculo no es el mismo. Debemos perder el miedo a reconocer esa realidad.

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Sobre la firma

Adrián Cordellat
Escribe como colaborador en EL PAÍS desde 2016, en las secciones de Salud y Mamás&Papás. También ha colaborado puntualmente en Babelia y en la sección de Cultura, donde escribe sobre literatura infantil y juvenil. Dedica la mayor parte de su tiempo a gestionar la comunicación de sociedades médicas y científicas.
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