Los palestinos que se quedan en Ciudad de Gaza: “Aquí estamos ya todos muertos. Es solo cuestión de tiempo”
Habitantes de la capital han decidido desoír la orden de desalojo israelí de la ciudad porque no tienen a dónde ir, ni hay sitio en la atestada “zona humanitaria” de Al Mawasi

No hay un lugar seguro en Gaza; ni siquiera hay ya espacio para alzar una precaria tienda de campaña en la supuesta “zona humanitaria” de Al Mawasi, en el sur de la Franja, un estrecho erial costero de unos diez kilómetros cuadrados al que el ejército israelí ha ordenado dirigirse a toda la población de su capital, Ciudad de Gaza. Este martes, el portavoz en árabe del ejército israelí, Avichay Adraee, ha dictado una orden de desalojo final de la primera urbe del enclave, donde subsisten a duras penas varios centenares de miles de personas. A pesar de ello, Maryam, el nombre falso de una palestina de 40 años, ha decidido quedarse. Cree que su suerte y la de su familia está echada: “De todas maneras, en Gaza, todos estamos ya muertos: es solo cuestión de tiempo”, dice.
Como ella, otros habitantes de esa ciudad milenaria, ahora casi reducida a escombros, han decidido desoír esa orden, las amenazas del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y de su ministro de Defensa, Israel Katz, que incluso prometió desatar un “huracán” sobre la ciudad, así como la ominosa advertencia que están representando estos días los continuos bombardeos de los edificios residenciales más altos de la capital Al igual que Maryam, otros palestinos, según testimonios recogidos por este diario, se quedan en la capital gazatí. No saben qué hacer ni tienen dónde ir en un territorio abarrotado en el que incluso las zonas designadas como “humanitarias” por Israel son bombardeadas sin descanso desde hace casi dos años, los que dura la invasión israelí
Maryam explica que, incluso si se pliega a ese nuevo éxodo que Israel pretende imponerles, sus seis hijos, de entre cuatro y 16 años, no estarán a salvo, abandone su casa de Gaza o no. De qué sirve entonces, se pregunta a través de una aplicación de mensajería, intentar encontrar un lugar donde cobijarse en el sur de la Franja, algo que define como “imposible”.
En lo que Israel ha vuelto ahora a definir como “zona humanitaria” de Al Mawasi — una estrecha franja en la orilla del mar sin servicios como el agua potable — no cabe ya un alma más. Naciones Unidas calcula que aproximadamente un millón de personas -800.000, según las autoridades del territorio gobernado por Hamás- se hacinan en sus alrededor de diez kilómetros cuadrados.
“Es imposible encontrar un hueco para poner una tienda en el sur, ni mucho menos una habitación para alquilar”, describe Maryam.
Las sucesivas órdenes de desalojo del ejército israelí han forzado a los 2,1 de palestinos de Gaza a hacinarse en solo el 14% del exiguo territorio de la Franja, cuya superficie total es de unos 365 kilómetros cuadrados, algo más de la mitad de la superficie de la ciudad de Madrid, sin su área metropolitana. El 86% restante ha sido declarada zona militar por Israel.
Antes del inicio de la invasión, el territorio palestino ocupado era ya uno de los lugares del mundo con una densidad más alta de población. Ahora, tras la orden de evacuación total de la capital y la declaración de su superficie como zona militar, el 89% de Gaza estará vetado a los civiles, según un cálculo de este periódico. Con la orden de evacuación total de Ciudad de Gaza, varios centenares de miles de personas, según cálculos de la ONU, tendrán teóricamente que sumarse al millón largo que ya se hacinan en las supuestas “zonas humanitarias”.
Sin transporte
Además de no tener a dónde ir, Maryam tampoco tiene cómo transportar lo básico -ropa, unos colchones, mantas- para su numerosa familia porque en la Franja “no hay gasolina” y pagar a uno de los escasos coches que aún la tienen, o los carros tirados por burros, está fuera del alcance de la mayoría de los gazatíes.
Durante el alto el fuego que entró en vigor en enero y que Israel rompió unilateralmente el 18 de marzo, la familia de esta mujer volvió a su casa en Ciudad de Gaza. Entonces estaban exhaustos, asegura; ahora también están hambrientos. Maryam hace malabarismos cada día para dar al menos un plato de comida a su prole, pero el hambre que, como el resto de los gazatíes padece, complica aún más la perspectiva de dejar atrás lo poco que aún poseen.
Con seis hijos, remarca, “hace falta de todo”. Su familia está además cansada de huir. Como el 90% de los gazatíes, según Naciones Unidas, Maryam ha tenido que desplazarse al menos media docena de veces desde octubre de 2023, cuando comenzó la ofensiva israelí que ya ha causado más de 64.000 muertos en la Franja. De ellas, al menos 387, entre ellos 138 niños, han muerto de hambre por el bloqueo casi total a la entrada de alimentos impuesto por Israel desde marzo. Solo desde el 22 de agosto, cuando la ONU oficializó la hambruna, han muerto al menos 109 gazatíes por inanición.
Razan también ha decidido permanecer en Ciudad de Gaza. Esta palestina en la treintena, que prefiere no desvelar su apellido, ha tomado esa decisión después de que su marido se arriesgara a desplazarse al centro de la Franja y la zona de Al Mawasi para constatar que “no había sitio en ninguna parte”, musita con una voz que es apenas un suspiro en un audio en el que se oye el zumbido de los drones israelíes.
Luego jura que si su familia lograra “comprara una tienda” y quisiera ponerla “en medio de la calle”, “no encontraría un lugar”. Describe cómo incluso las calles están cubiertas de los refugios de fortuna de personas que han sido expulsadas de sus casas o que ya no la tienen. “Hemos perdido ya toda la esperanza. Si Dios quiere, esta pesadilla terminará, pero hemos decidido quedarnos en Ciudad de Gaza y afrontar lo que quiera que nos suceda”, dice esta palestina.
Despedirse de Gaza
Shireen Khalifa, una periodista gazatí de 45 años, tampoco ha encontrado aún un lugar en el sur. Su familia es grande, tiene hermanos casados con hijos, y necesitan un lugar donde puedan instalar no una, sino más de tres tiendas de campaña.
La casa de Shireen fue destrozada en un bombardeo, vive en un pequeño campo de desplazados en Tel al-Hawa, al sur de la ciudad de Gaza. Regresó a la ciudad después de 15 meses en el sur y volver a vivir en una tienda significa para ella regresar al horror. No se quiere ir, pero siente que no tendrá opción dentro de dos o tres días. “Nuestra vida se ha convertido en una sucesión de desplazamientos. Ahora, de nuevo, vamos hacia lo desconocido”, explica.
“Me estoy despidiendo de Gaza, la ciudad donde crecí. Siento que es un adiós para siempre, porque estoy segura de que si nos desplazamos probablemente no volvamos y si lo hacemos este será otro lugar muy diferente”, explica.
El pasado 21 de agosto, la ONU calculaba que la población de Ciudad de Gaza era de un millón de personas. Las sucesivas órdenes de desalojo parciales decretadas por el ejército israelí han reducido desde entonces esa cifra, pero, aun así, las organizaciones humanitarias calculan que varios cientos de miles de personas continúan en la ciudad. Naciones Unidas ha alertado de que el traslado masivo de esta población diezmada, debilitada y hambrienta tendrá consecuencias catastróficas.
Sobre todo para los más frágiles, como los heridos y los enfermos. El director del hospital Shifa de Ciudad de Gaza, Mohamed Abu Salmia, ha asegurado este martes, en declaraciones a Efe, que su equipo médico no tiene intención ni de dejar la ciudad ni de trasladar a los pacientes tras la orden de desalojo total israelí.
“Todos los hospitales en el sur de Gaza, los públicos y los de campaña, están ocupados por pacientes, por heridos, y no hay sitio para llevar a ningún paciente en el sur de Gaza, así que la situación es muy, muy, muy difícil”, ha asegurado el responsable del mayor hospital de la capital gazatí.
El centro de atención del Programa comunitario de salud mental de Gaza (GCMHP, por sus siglas en inglés), una ONG que lleva 30 años atendiendo a la población de la Franja, sigue también abierto, explica desde la Franja su director, Yasser Abu Jamei. Su personal sigue trabajando. “Son verdaderos héroes. Solo se han marchado un par de trabajadores. Los demás siguen y el centro está operativo por ahora”, subraya.
Otros gazatíes ya han emprendido un nuevo y enésimo éxodo, arriesgándose a dormir al raso. “Nos vamos pero no sabemos adónde”, solloza Shoroq Al Hams, de 35 años, mientras prepara lo indispensable para dejar su casa en el campo de refugiados Al Shati, cerca de Ciudad de Gaza. “En la llamada zona humanitaria no hay sitio, está demasiado lleno”, agrega también.
Esta palestina se marcha con sus padres y sus hermanos. En total son ocho personas. Sus padres no pueden caminar porque son mayores y su hermano ha conseguido un coche, en el que están metiendo las pertenencias que caben. “No tenemos dinero para alquilar los pocos lugares disponibles en el centro y sur de la Franja. Hay cientos de miles de personas allá. Tampoco tenemos una tienda de campaña. No sé realmente dónde dormirán mis padres esta noche, pero hemos decidido arriesgarnos y marcharnos”, agrega.
A su alrededor, reina el caos. Quienes tienen dinero se marchan, pero una parte importante de las personas del barrio no tiene opción. “Hay vecinos que no se van porque no saben dónde ir y porque no han conseguido ningún medio de transporte para desplazarse”, explica.
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