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Bayrou pierde la moción de confianza y precipita la caída del Gobierno en Francia

El Parlamento rechaza el plan de recortes del primer ministro y empuja a Francia a un nuevo Ejecutivo o a otras elecciones legislativas

El primer ministro francés, François Bayrou, llega al Parlamento, este lunes..Foto: Yoan Valata (EFE)
Daniel Verdú

Este lunes, pasadas las siete de la tarde, la luz volvió a apagarse en el Palacio de Matignon. Ocho meses y 26 días después de que François Bayrou se sentase en su despacho principal, el primer ministro vio cómo el Parlamento le daba la espalda y le enseñaba la puerta de salida. Bayrou perdió la moción de confianza que él mismo había convocado por 194 votos a favor, 364 en contra y alrededor de una quincena de abstenciones. Este martes dimitirá: otra crisis, otro gobierno. Será el cuarto en ser derribado durante la segunda y turbulenta legislatura del presidente de la República, Emmanuel Macron, que comenzó en 2022. Y el tercero en poco más de un año. Una situación límite que deberá afrontar con celeridad el jefe del Estado si no quiere convertirse él mismo en el próximo objetivo del Parlamento, como le amenazó Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa (LFI), y que la crisis se convierta en un fin de ciclo prematuro.

La inestabilidad se ha instalado de forma profunda en Francia. Sin presupuesto, con una deuda del 113% del PIB y un déficit de casi el 6%, y con un Parlamento con el aspecto de un endiablado cubo de Rubik, Macron deberá tomar una decisión en las próximas horas: buscar una figura de consenso capaz de serenar los ánimos y sacar adelante lo que queda de legislatura, o disolver la Asamblea, poco más de un año después de las últimas elecciones, para someter al país a unos nuevos comicios. Lo sabe él, pero también lo sabía el propio Bayrou cuando este lunes subió por última vez a la tribuna del hemiciclo como primer ministro para exponer su plan de recortes.

Nunca antes el primer ministro de un Gobierno en minoría se había arriesgado a pronunciar una declaración de política general —sobre los presupuestos y la deuda pública, en este caso— ante diputados cuya mayoría le era notoriamente hostil, con el fin de solicitar su confianza para sacar adelante un presupuesto que incluía recortes de 44.000 millones de euros. Bayrou, vestido de mártir para la ocasión, respondió a eso nada más empezar su discurso. “El riesgo no era esta moción, sino hacer como si nada, como se ha hecho siempre. No es una cuestión política, es una cuestión histórica. De esas que conciernen a los pueblos y a las naciones”. La sesión parlamentaria permitió a Bayrou despedirse como una suerte de profeta y lanzar un discurso grave y alarmante. “Francia vive una insoportable hemorragia. El destino de sus ciudadanos está amenazado”, advirtió.

El discurso, de 40 minutos, desmontó de arriba a abajo el actual, y maltrecho, sistema de bienestar francés a través de sus finanzas. Nada es sostenible, cree el primer ministro, todo está abocado al colapso a causa de la enorme deuda, dio a entender. Las pensiones, la educación, la sanidad, la vivienda. Se ha gastado más de lo que se producía, repetía. “La sumisión a la deuda es como la sumisión por la fuerza militar. Dominados por las armas, o dominados por nuestros acreedores a causa de una deuda que nos abruma, en ambos casos perdemos nuestra libertad”, lanzó.

El primer ministro francés se dirige al Parlamente, este lunes.

Bayrou denunció problemas en el sistema educativo, “hoy en día degradado con una caída en el dominio de los fundamentos de la escritura”. Al mismo tiempo, describió un “inmenso problema de modelo social”, marcado por el “desequilibrio demográfico debido al envejecimiento de los franceses”. Bayrou también mencionó los problemas relacionadas con “la seguridad, la justicia y la inmigración. “Tenemos entonces dos obligaciones: controlar y gestionar las llegadas, e integrar a quienes están y estarán aquí, integrarlos mediante el trabajo, la lengua y el compromiso de respetar nuestros principios de vida”.

El diagnóstico fue compartido por la mayoría de partidos. Esa era la buena noticia. El problema, sin embargo, se encontraba en la causa. Para toda la izquierda y para la extrema derecha, el responsable es Emmanuel Macron, antiguo banquero y supuesto experto en finanzas.

Boris Vallaud, portavoz del Partido Socialista (PS) en la Asamblea, lanzó desde la tribuna un discurso duro contra Bayrou, a quien acusó de haberse apañado una salida digna con la moción de confianza. Los socialistas, además, se dijeron voluntarios para liderar un nuevo ejecutivo. Vallaud recordó que el Nuevo Frente Popular (NFP), la coalición que formó la izquierda en las pasadas elecciones, ganó los comicios. “Estamos listos, junto con la izquierda y los ecologistas, para gobernar y buscar en un mismo impulso la estabilidad política y la justicia fiscal, social y territorial”, lanzó. “Nuestras opciones no son las suyas, pero sí las de los franceses”, espetó a Bayrou.

El jefe de Estado tendrá dos opciones: encontrar rápidamente una figura de consenso, un nuevo primer ministro capaz de recabar el apoyo de la derecha (Los Republicanos) y los socialistas; o convocar elecciones legislativas, solo un año después de las últimas. Según las encuestas, esos hipotéticos comicios llevarían al país a una nueva situación de bloqueo o a la victoria de la ultraderecha, que se frota las manos con el espectáculo. Su líder, Marine Le Pen, reclamó “poner fin al suplicio de los franceses” y anunció que un nuevo gobierno “no superará el debate presupuestario”. Es decir, el Reagrupamiento Nacional (RN) tiene claras dos cosas: exige elecciones legislativas —“no son un capricho, sin ellas Macron bloquea el país”, defendió Le Pen— y no busca compañeros de viaje. “Derecha e izquierda: ¡Sois los culpables!”, bramó la líder del RN.

Vista general del Parlamente francés, este lunes.

Uno de los elementos que marcará la disyuntiva entre elecciones o negociar un nuevo ejecutivo es la solidez de la actual base parlamentaria del Gobierno. La mayoría de socios han apoyado a Bayrou, pero Los Republicanos dieron libertad de voto a sus diputados y alrededor de una quincena se ha abstenido. Buscan distanciarse del Ejecutivo, marcar perfil propio en previsión de unos nuevos comicios.

La elección que tome el jefe de Estado debe tener en cuenta los plazos para presentar un presupuesto. En principio, el borrador debe enviarse a finales de septiembre al Consejo de Estado para una validación jurídica, y al Alto Consejo de Finanzas Públicas para una opinión técnica. Luego debe ser depositado en el Parlamento, a más tardar, el primer martes de octubre, es decir, el próximo 7 de octubre. Pero algunas fuentes aseguran que podría ampliarse el plazo hasta el 13 de octubre. Con esa fecha, quedarían los 70 días previstos por la Constitución para examinar el texto y permite una promulgación ajustada justo antes de finales de diciembre.

La semana solo acaba de empezar. El miércoles hay convocado un paro nacional que se prevé conflictivo —varias organizaciones de izquierdas han hecho un llamamiento a tomar las calles y “bloquearlo todo”—; y el día 12 la agencia de calificación Fitch, la primera de todas las que vendrán luego, publicará el rating francés (la nota que indica la capacidad del país para pagar su deuda). Oscurece en el panorama político y social francés. Otra vez.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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