No es Ucrania, es el este de Europa: la ambición de Putin amenaza con liquidar las conversaciones de paz
Moscú boicotea las últimas propuestas de Trump. Diversos analistas sostienen que el líder ruso no solo busca la rendición de Kiev sino también recuperar su influencia en esa parte del continente

Vladímir Putin tiene 72 años —siete menos que Donald Trump— y una ambición para pasar a la historia: devolver a Rusia el estatus de potencia imperial. Las negociaciones de paz sobre Ucrania se encuentran en un punto muerto y el Kremlin no se mueve un centímetro de su hoja de ruta: debilitar al país invadido hasta su colapso y rendición. Pero Kiev solo representa una parte de las ambiciones del régimen ruso. El objetivo mayor es recuperar la influencia perdida en todo el este del continente europeo, según coinciden diversos analistas consultados para este reportaje. De acuerdo con esa tesis, en ese empeño ruso la UE y el Reino Unido son adversarios, y en el nuevo orden mundial que negocian Moscú y Washington se hablará el lenguaje de la coacción y la fuerza. Por eso Putin exige debilitar a la OTAN y aislar a Europa de América.
Donald Trump recibió a Vladímir Putin en la base estadounidense de Anchorage, en Alaska, el 15 de agosto, y tres días después escuchó en la Casa Blanca al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, y a varios líderes europeos que se desplazaron para respaldar a este. De cara a la galería el mandatario estadounidense se mostró optimista, pero esta semana Moscú ha echado por tierra sus dos grandes propuestas para acabar con la guerra: un encuentro entre Zelenski y Putin cara a cara y la cristalización de garantías de seguridad para Ucrania en un hipotético escenario postbélico.
“No está planeado un encuentro”, zanjó el viernes el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. “Putin está preparado para reunirse con Zelenski cuando la agenda esté preparada para la reunión”, apostilló con un críptico mensaje que solo reitera la línea oficial de Moscú estos meses: el líder ruso solo se sentará con el ucranio cuando est acepte su capitulación.
En cuanto a las garantías futuras de seguridad para Kiev, Rusia no solo rechaza la presencia de tropas extranjeras —que no sean las rusas— en territorio ucranio. Lavrov enfatizó que Moscú solo aceptará estas garantías si Rusia tiene derecho a veto. La fórmula del Kremlin es que estas garantías las proporcionen los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, incluida Rusia, y sean “indivisibles”. Así, sin unanimidad no habrá protección real para Kiev.
“La exigencia del veto ruso hace cualquier sistema de seguridad completamente inútil y sin sentido para Ucrania”, explica por teléfono Antón Barbashin, director del centro de análisis ruso Riddle, que además incide en que el Kremlin impone otra línea roja que dejaría indefensa a Kiev en el futuro: su desarme.
“Las negociaciones ya están en un punto muerto”, opina Barbashin. En opinión del experto, las conversaciones “están en su última etapa antes de que Trump y Estados Unidos se retiren del proceso”. “No veo ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo ahora. Es inevitable que la guerra continúe”, agrega.
La propaganda rusa ensalzó a Putin en su visita a Anchorage al mostrarlo como un líder que mira de tú a tú al estadounidense. Para el periodista y analista político Andréi Kolésnikov, el mandatario ruso consiguió todo lo que quería en aquel encuentro. “Logró mantener las relaciones con Trump, evitó nuevas sanciones y recibió su indulgencia para continuar las hostilidades sin una tregua hasta que finalicen las negociaciones”, afirma el analista en un intercambio de correos.
“Esto significa que seguirán muriendo personas. Las víctimas y la destrucción crearán un mal contexto para negociar, retrasarán y dificultarán los avances sustanciales”, advierte.
Volver a la Guerra Fría
Una fuente próxima al Ministerio de Defensa ruso sostiene que el conflicto va más allá de las fronteras de Ucrania. “Putin está librando esta guerra fundamentalmente para revertir los resultados de la Guerra Fría; para devolver a Rusia su reconocimiento como gran potencia en el sentido “clásico”, con su propia esfera de influencia y el derecho a imponer condiciones [a sus vecinos]”, asevera. Y puntualiza: “Su programa de máximos es absorber Ucrania y restaurar las fronteras de la URSS”.
“Trump parece comprender intuitivamente el verdadero objetivo de Putin de ser una gran potencia, de ahí su respeto por el presidente que ofende a tantos en Occidente. Sin embargo, no puede darle lo suficiente para satisfacer sus ambiciones, ni siquiera a nivel simbólico”, añade esta fuente, que pronostica una larga guerra. E Insiste: “En el caso de que Ucrania entregue Donetsk y Putin guarde silencio sobre Jersón y Zaporiyia, el presidente volverá a pedir estas regiones más adelante. Su objetivo es continuar la guerra, que ahora, objetivamente, le genera menos problemas políticos internos que su repentino fin”.
Las tropas rusas están muy lejos de Slaviansk, la ciudad donde Rusia desató la guerra de Donbás en 2014. El comandante del Servicio Federal de Seguridad (FSB) que irrumpió en la urbe junto con otros soldados sin insignias, Ígor Girkin Strelkov, opina en una carta escrita desde la cárcel —Putin también reprime a los ultranacionalistas díscolos— que “el proceso de paz está muerto”. Y augura que Estados Unidos delegará en Europa el apoyo a Ucrania, que no tiene motivos para rendirse. “Kiev posee zonas densamente pobladas y nosotros controlamos pequeños territorios con la infraestructura completamente destruida [...] Nuestros éxitos tácticos no son decisivos”, afirma.
No obstante, Rusia no negocia solo sobre Ucrania con Estados Unidos. En sus conversaciones con Washington ha vuelto a poner sobre la mesa su exigencia de 2021 de que la OTAN retire todas las tropas y sistemas defensivos que tiene desplegados en los países que se unieron a la alianza a partir de 1997. Es decir, dejar desprotegido todo el espacio europeo al este de la frontera alemana, el mismo que dominó Moscú en el pasado bajo el Imperio Ruso y la Unión Soviética. Esto incluye, por citar los más amenazados por su vecindad, los Países Bálticos, Polonia y Finlandia.
Putin ha deslizado su anhelo por estos territorios a lo largo de estos últimos años. En 2022 se equiparó con el zar Pedro El Grande y mencionó su conquista de la ciudad estonia de Narva. “Parece ser que también nos ha tocado en suerte restaurar y fortalecer la soberanía del país y sus territorios ancestrales”, dijo el líder ruso entonces. Un año después afirmó que el este de Polonia fue “un regalo de Stalin”, algo parecido a su tesis de que la anexionada Crimea fue otro regalo a Ucrania. “Nosotros tenemos una vieja regla, no es un proverbio ni una parábola. Allí donde pisa un soldado ruso es nuestro”, declaró en junio de este año. “Te guste o no te guste, aguanta, mi belleza”, dijo, dirigiéndose a Ucrania, dos semanas antes de lanzar su ofensiva.
En opinión de Kolésnikov, el encuentro de Anchorage simbolizó el inicio de un proceso de reconciliación entre Washington y Kiev ante un nuevo orden mundial más salvaje: “El mensaje es que Rusia libra una batalla existencial con Occidente, es decir, Europa y Reino Unido, pero no con Estados Unidos. Rusia, como gran potencia, se reparte el mundo con Estados Unidos y con China”.
Kolésnikov cree que Trump trata de emular la política de “coexistencia pacífica” con la Unión Soviética del expresidente estadounidense Richard Nixon [1969-1974]. Es decir, hacer frente al expansionismo de Moscú al mismo tiempo que reconoce los riesgos de una confrontación global, lo que entonces supuso enormes críticas contra Nixon por su acercamiento al Kremlin.
“El presidente estadounidense no puede salir corriendo de Ucrania tan fácilmente”, apunta Kolésnikov. “Cualquier aspecto de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos dependerá de alcanzar un acuerdo de paz sobre Ucrania. Sin ella no habrá otros acuerdos”, señala. Pero la esperanza de Putin pasa por el hundimiento de Ucrania. Los generales rusos prometieron a su presidente el desmoronamiento de las fuerzas ucranias “en dos o tres meses”, según publicó a principios de agosto la agencia Reuters citando fuentes del Kremlin. A tenor de la situación actual del frente, parece improbable.
Ruslán Pujov, director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías (CAST, por sus siglas en inglés), destaca que el combate en el frente “sigue siendo predominantemente posicional”, aunque observa que las fuerzas armadas rusas han logrado debilitar o superar en algunas zonas a las ucranias gracias a la escasez de tropas de Kiev, sus nuevas técnicas de infiltración y la instrucción masiva en drones de su nuevo centro Rubikón.
“Las fuerzas armadas rusas siguen implementando la estrategia de los mil cortes iniciada en el otoño de 2023, explorando los puntos débiles de las fuerzas armadas ucranias y explotándolos con una ofensiva masiva en casi todo el frente”, apunta Pujov, que aunque reconoce que Moscú no ha obtenido ningún éxito operacional, destaca los últimos éxitos tácticos rusos al sortear las zonas de muerte por drones ucranias.
El medio independiente ruso Vazhnie Istorii ha revelado que los centros de reclutamiento rusos apenas alistaron a 37.900 nuevos soldados en el segundo trimestre, su menor cifra en dos años. No obstante, Pujov estima que el Kremlin “podrá mantener el alistamiento por contrato a su ritmo actual durante al menos un año más”. Según otros expertos de economía consultados por este diario, los presupuestos rusos tienen margen para aguantar otro año o dos de guerra sin acometer grandes recortes.
El problema interno para Putin es que trata de mantener a sus civiles al margen del conflicto al mismo tiempo que libra una guerra masiva. Según Pujov, la “tregua de ataques aéreos” propuesta por Estados Unidos podría beneficiar al Kremlin, pues el experto prevé una intensificación de la guerra de ciudades entre ambos bandos con el conflicto enquistado, y los ataques ucranios contra las urbes rusas supondrían una cuestión sensible para el presidente.
Derechos humanos
Andréi Kolésnikov subraya que los políticos occidentales han dejado de lado, en sus negociaciones con el Kremlin, la represión del régimen ruso. El politólogo recuerda que los acuerdos de Helskinki de 1975 con la URSS, donde la protección de los derechos humanos fue tan importante como el respeto de las fronteras, marcaron un momento clave en la distensión de la Guerra Fría.
“La represión interna rusa podría institucionalizarse tras los compromisos y concesiones a Putin. En tal caso, incluso un tratado de paz solo sería una solución provisional al problema: sin suavizar el régimen político, la política exterior rusa no mejorará”, advierte Kolésnikov.
Durante el mandato de Putin han sido juzgados más presos políticos que la suma de todos los represaliados por los líderes soviéticos desde Stalin, según el medio independiente ruso Proekt Media. Y a partir de ahora se enseñarán las “hazañas” de la invasión de Ucrania no solo en los colegios sino también en las guarderías. Entre otras medidas, el Kremlin acaba de conceder al Servicio Federal de Seguridad [el FSB, sucesor del KGB] sus propios centros de detención, y trata de forzar a los rusos a instalar en sus móviles un servicio de mensajería que tenga acceso a su información. Todo esto mientras Rusia es señalada por librar en paralelo una guerra híbrida contra Europa, con acusaciones por el sabotaje de infraestructuras estratégicas, injerencia electoral e, incluso, asesinatos en suelo europeo. Según Kolésnikov, aunque haya una “paz” en Ucrania, sin un viraje político ruso “el conflicto existencial entre Rusia y Occidente no terminará”.
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