Un reencuentro discreto entre el Reino Unido y la UE deja atrás las rencillas del Brexit
Starmer utiliza la incertidumbre geopolítica y la necesidad de un rearme para reiniciar la cooperación entre Londres y Bruselas

El Reino Unido y la Unión Europea han encontrado finalmente un espacio de flexibilidad donde poder recomponer su maltrecha relación sin agitar demasiado a la derecha populista que hizo bandera del Brexit ni levantar suspicacias entre los miembros del club comunitario que, como en tiempos de Boris Johnson, recelan de los intentos de Londres de comer pastel sin pagar su parte.
En apenas dos meses, el Gobierno laborista de Keir Starmer ha cerrado su primer tratado bilateral con Bruselas, ambicioso y definido como un “reinicio” de las relaciones con acuerdos en defensa, pesca, controles aduaneros y movilidad juvenil; ha firmado un pacto con Francia para coordinar la capacidad de disuasión nuclear de ambos países, así como para colaborar en la lucha contra la inmigración irregular, y ha sellado con Alemania una alianza de defensa mutua que refuerza simbólicamente el paraguas de la OTAN.
La inestabilidad geopolítica y la incertidumbre que han llevado a la escena internacional la guerra de Ucrania, la sombra de amenaza de Vladímir Putin sobre toda Europa y el desapego de Donald Trump a la seguridad del continente han acabado siendo, paradójicamente, el acicate para acercar a Londres hacia Bruselas y hacia la mayoría de las capitales de la UE.
“El momento no reclama nostalgia ni prisas por reunificarse, sino un reinicio constructivo, con la mirada puesta hacia adelante. Hay un entendimiento común que acepta que los lazos institucionales han cambiado, pero que los valores compartidos, los compromisos democráticos y la cooperación práctica siguen vivos”, señala Vera Spyrakou, investigadora visitante del Instituto Europeo de la London School of Economics.
Cooperación en defensa
Antes de ganar las elecciones parlamentarias de hace poco más de un año y acabar con 14 años de gobiernos conservadores, el Partido Laborista había prometido ya una reparación prudente de todos los destrozos ocasionados por el Brexit. Pero también dejó claras varias líneas rojas: no se plantearía una reincorporación a la UE, no se discutiría el reingreso en el mercado interior o en el espacio aduanero común y no se recuperaría la libertad de movimiento de personas en el espacio Schengen.
En ese espacio tan acotado, que pretendía evitar la resurrección de los agrios años de división política interna que provocó el divorcio de Bruselas, Starmer se fijó prioridades: el reencuentro con Europa comenzaría con la política de defensa. El Reino Unido es, junto a Francia (y cada vez más, Alemania), una potencia central en el flanco europeo de la OTAN. El desapego de Washington al compromiso de defensa colectiva del continente ha llevado a la UE a plantear ambiciosos planes de rearme. El momento ha sido perfecto para que Londres se acoplara a la nueva estrategia.
“En tiempos de inestabilidad global, y cuando nuestro continente afronta su mayor amenaza en generaciones, en Europa permanecemos juntos. Y una relación fuerte entre la UE y Reino Unido es importante para ello”, aseguró en Londres el 19 de mayo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, después de la firma del primer tratado bilateral con Londres, que contemplaba la financiación conjunta del necesario rearme, una planificación industrial compartida y una estrategia de seguridad común.
“Desde que cambió el Gobierno británico, cada vez está más claro que en la mayoría de los asuntos el Reino Unido y la UE son más socios que competidores (quizá la única excepción sean los servicios financieros). Su interdependencia estratégica se ha intensificado con la retirada de Estados Unidos de un orden mundial basado en reglas. Los recientes acuerdos bilaterales con Francia y Alemania subrayan este regreso a Europa”, indica Joël Reland, investigador senior del centro de análisis UK in a Changing Europe.
Una visita de Estado al Reino Unido de Emmanuel Macron, con toda la pompa que los británicos saben incorporar a estos actos oficiales, sirvió para cerrar con éxito un tratado bilateral que habría sido impensable años atrás, cuando el presidente de Francia se refería al entonces primer ministro, Boris Johnson, como un “payaso”.
Las dos potencias nucleares de la OTAN anunciaron su decisión de dar un paso explícito e histórico para coordinar su capacidad armamentística atómica. La llamada Declaración de Northwood (en referencia a la base militar donde se reunieron durante parte de la visita ambos líderes) expresó claramente la voluntad de ambas naciones de sumar fuerzas en la disuasión nuclear, un paso que Francia había sido siempre muy receloso de dar.
Junto al acuerdo nuclear, Londres y París dieron un paso adelante en la colaboración contra la inmigración irregular. Aunque se trate aún de un proyecto piloto, con cifras de intercambio limitadas, el Gobierno francés accedió por primera vez a que el Reino Unido devolviera a las personas llegadas de manera irregular a las costas inglesas.
Aunque de menor relevancia, el pacto bilateral alcanzado entre Starmer y el canciller alemán, Friedrich Merz, a mediados de julio, también arrastra un enorme simbolismo. El llamado Tratado de Kensington obliga a ambos países a “ayudarse mutuamente, incluido por medios militares, en caso de ataque armado contra el otro”. La OTAN, a la que ambos pertenecen, contempla ya esa defensa mutua, pero en tiempos de incertidumbre ningún refuerzo en las intenciones sobra. Berlín ha logrado además un mayor compromiso de Londres para facilitar la movilidad entre ambos países de estudiantes y profesionales.
El Reino Unido y la UE han cambiado drásticamente de actitud, con la intención de abandonar toda nostalgia e intentar sacar los mejores frutos de un futuro que les obliga a entenderse. “Para forjar una relación especial, la UE va a tener que mostrar cierta flexibilidad y empezar a tratar al Reino Unido como algo más que un tercer país no miembro del club. Starmer, por su parte, deberá dejar de preocuparse por la idea de que los ciudadanos británicos son alérgicos a una relación más estrecha con el bloque”, señala Hugo Dixon, fundador de Breakingviews y una de las voces más activas a favor de la UE durante los duros años de debate en torno al Brexit. “Lo cierto es que solo un 30% de la población del Reino Unido piensa ahora que fue correcto votar a favor de la salida de la UE, según YouGov. Casi dos tercios quieren una relación más cercana. El 55% querría incluso que volviéramos a incorporarnos. Creo que ha llegado el momento de pensar a lo grande”, apuesta el experto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
