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Hiroshima reclama la abolición de las armas nucleares en el 80 aniversario del bombardeo

El alcalde de la ciudad japonesa pide al mundo “que aprenda de las tragedias de la historia” y reclama a su Gobierno más acciones hacia la no proliferación

Personas rezan frente al cenotafio en memoria de las víctimas del bombardeo atómico de 1945, en el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima, con motivo del 80 aniversario este miércoles.
Inma Bonet

Hiroshima ha vuelto a detenerse este miércoles a las 08.15 [01,15 en la España peninsular y las 19.45 del martes en Washington], la hora exacta en la que, hace hoy ocho décadas, la bomba atómica Little Boy redujo la ciudad a cenizas. Era la primera vez que se empleaba el arma más devastadora concebida por el ser humano contra población civil. Tres días más tarde, el proyectil Fat Man llevaría el mismo horror a Nagasaki. Los dos bombardeos estadounidenses se cobrarían más de 200.000 vidas en cuestión de meses y marcarían un punto de no retorno en las postrimerías de la II Guerra Mundial.

El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, ha expresado durante el acto de conmemoración que su país, el único que ha experimentado la pesadilla nuclear en el contexto de una guerra, “tiene la misión de avanzar en los esfuerzos globales para conseguir un mundo libre de armas nucleares” y ha subrayado la necesidad de hacerlo “en medio de las crecientes divisiones sobre el desarme”. Por su parte, el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, ha pedido a la comunidad internacional que “aprenda de las tragedias de la historia”.

A pesar de las altas temperaturas desde primerísima hora de la mañana, miles de personas se han congregado en el Parque de la Paz de la ciudad para rendir homenaje a las víctimas y exigir la abolición de las armas nucleares.

El lugar donde este miércoles se emplaza este memorial ajardinado era hace 80 años el centro neurálgico de una próspera urbe de 300.000 habitantes. La bola de fuego generada por la explosión, equivalente a 15.000 toneladas de TNT, arrasó casi todo en un radio de dos kilómetros y desató un infierno de llamas que consumió gran parte de la ciudad. 70.000 personas sucumbieron al instante y otras 70.000 lo haría en los días y meses siguientes a causa de las quemaduras, heridas y radiación.

Ofrenda líquida

Muchos murieron suplicando una sola cosa: mizu (“agua”). En recuerdo a ese ruego agónico, la ceremonia de esta mañana ha comenzado con una ofrenda líquida a las almas de los que no sobrevivieron, y en diferentes monumentos del parque también se han colocado botellas de agua junto a las flores de recuerdo.

Como cada 6 de agosto, se ha introducido una lista actualizada de las víctimas de la bomba atómica en el cenotafio del parque, en la que también se incluye a los hibakusha (el término con el que se denomina a los supervivientes) que fallecieron durante el último año. El listado actual contiene 349.246 nombres.

99.130 hibakusha viven aún en todo Japón, con una edad media de 86 años, según las cifras oficiales más recientes. Con el inevitable paso del tiempo, estos testigos de la tragedia en primera persona demandan que la barbarie ocurrida en Hiroshima y Nagasaki no caiga en el olvido y que los errores de 1945 no se repitan.

En su discurso, al alcalde Matsui ha recalcado que Estados Unidos y Rusia poseen alrededor del 90% de las cabezas nucleares de todo el planeta y ha advertido de que la invasión rusa de Ucrania y el caos en Oriente Próximo “han acelerado la acumulación de armamento militar en todo el mundo”. También ha lamentado que los legisladores de algunos países “incluso acepten la idea de que las armas nucleares son esenciales para la defensa nacional”. “Estos acontecimientos amenazan con desmantelar los marcos de construcción de la paz que tanto costó establecer”, ha aseverado Matsui.

Asimismo, ha demandado a Tokio que lidere “el camino hacia la unificación de nuestra dividida comunidad internacional”. Hiroshima reclama al Gobierno de Japón que firme y ratifique el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, un acuerdo internacional que entró en vigor en 2021 y que prohíbe de forma categórica el desarrollo, almacenamiento y uso de este tipo de armamento. Más de 70 países lo han hecho ya, pero los nueve Estados nucleares (Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia, China, la India, Pakistán, Corea del Norte e Israel) lo rechazan al considerar que sus arsenales tienen una función disuasoria. Japón no se adhiere bajo el argumento de que su seguridad nacional depende del paraguas nuclear estadounidense, una cuestión que genera división dentro del país.

El regidor de Hiroshima también ha alertado de que el Tratado de No Proliferación Nuclear “está al borde de la disfuncionalidad”. Ese es el principal instrumento internacional para evitar la expansión de las capacidades atómicas y fomentar el uso pacífico de la energía nuclear. Estados Unidos se retiró del acuerdo en 2018, bajo el primer mandato del republicano Donald Trump.

“La guerra nuclear ya ha empezado”, afirmaba en la víspera Naruaki Kuno, activista vinculado a varios movimientos antibélicos y antinucleares de la ciudad. “Hemos visto a Estados Unidos bombardear instalaciones nucleares iraníes hace poco”, prosigue. “En Japón, cada vez más personas creen que es necesario tener armas nucleares a modo disuasorio, ante la amenaza de China, Corea del Norte y Rusia. A quienes vienen con ese argumento, les digo que es propaganda. ¿Y Estados Unidos? 80 años después de la guerra, los estadounidenses siguen teniendo bases aquí. Ya estamos ocupados. Cómo nos va a invadir China o Corea del Norte si Estados Unidos ya lo ha hecho”, se pregunta.

Sumito Fujii, activista pacifista de 74 años e hija de una hibakusha, insiste en que “no puede olvidarse de la lección de Hiroshima”. “La sociedad debe cuestionarse hacia dónde vamos, qué estamos construyendo”, reclama. “Ocho décadas después del bombardeo, se está produciendo una limpieza étnica y un genocidio [en Gaza] y hay amenazas reales de ataques nucleares. Nuestro mundo debe entrar en una era que priorice la salud y el bienestar universal y alejarse de la violencia”, pide Fujii.

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Sobre la firma

Inma Bonet
Es la colaboradora de EL PAÍS en Asia desde 2021. Reside en China desde 2015, primero como estudiante de chino y de un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín (BFSU), y luego como periodista. Antes de unirse a este diario trabajó en televisión y radio.
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