El controvertido acuerdo comercial con EE UU coloca a Von der Leyen en el disparadero
Las críticas a la gestión de la presidenta de la Comisión Europea ante las amenazas arancelarias de Trump se acumulan tanto desde las fuerzas ultras como desde las moderadas y de antiguos comisarios europeos

“El presidente Trump no cerró un acuerdo con Ursula von der Leyen. Donald Trump se desayunó a Von der Leyen”. La valoración del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, del resultado de las negociaciones que han llevado al acuerdo comercial con Estados Unidos no son sorprendentes, vista la inquina del ultranacionalista con Bruselas y su máxima exponente. Este es un sentimiento compartido por las fuerzas más ultras de Europa, que han encontrado en el acuerdo una nueva manera de atacar el proyecto europeo y a la alemana, a la que ven como su mayor símbolo. Las malas noticias para Von der Leyen es que en esta ocasión las críticas no llegan solo desde las fuerzas ultras. Varias capitales de la UE y sectores políticos del continente no esconden su malestar con la gestión ultrapersonalizada y vertical de la presidenta, unas acusaciones que van más allá del asimétrico pacto cerrado el domingo en Escocia.
Ya había una creciente molestia entre un número cada vez mayor de Estados que creían, conforme se acercaba el límite del 1 de agosto para la negociación comercial fijado por Trump, que la Comisión Europea debía mostrar más firmeza ante las tácticas de matón del presidente estadounidense y sus negociadores. Lo que ha colmado el vaso de la paciencia de muchos fue la escena final del pacto de este domingo, en el club de golf escocés del mandatario republicano, “entre dos partidas de golf” de Trump, como lamentó el excomisario europeo Thierry Breton (muy crítico con la alemana).
Trump no dudó en interrumpir a Von der Leyen incluso cuando esta asumía sin rechistar sus argumentos para aceptar un acuerdo que para muchos es, sencillamente, desequilibrado. Todo ello, rematado además por una foto de familia —distribuida por la propia Comisión— de Trump y Von der Leyen y sus equipos posando sonrientes y con el pulgar en alto, asumiendo el gesto típico del magnate que lleva décadas jactándose de sus agresivas técnicas negociadoras.

La escena, y el propio acuerdo, acogido “sin ningún entusiasmo”, como resumió el presidente Pedro Sánchez, ha hecho las delicias de la extrema derecha, que lleva tiempo atacando a Von der Leyen como símbolo del “debilitamiento” de Europa. Sobre todo porque llega solo tres semanas después de otro embate ultra contra la alemana, a la que sometieron a una moción de censura. El argumento oficial entonces fue su opacidad durante la negociación de las vacunas contra la covid-19, pero les sirvió para denunciar, con el respaldo de las redes de desinformación rusas, lo que consideran una “Europa que gobierna sin contar con el pueblo” en manos de una Comisión “superpotente”, como dijo un eurodiputado del grupo ultra Patriots.
“La UE se ha dejado engañar brutalmente”, denunció la líder de Alternativa por Alemania (AfD), Alice Weidel, tras conocer el trato con Trump. Von der Leyen “ha aceptado la rendición comercial de Europa”, clamó el eurodiputado y presidente del Reagrupamiento Nacional, Jordan Bardella. “Bruselas ha vuelto a rendir a la producción europea. Después de meses de insultos, frases grandilocuentes y palabrería sobre competitividad, empleo e industria, para afianzar su poder, te han rendido. Otra vez”, coincidió el español Jorge Buxadé (Vox).
La cuestión es que no son solo los más ultras los que hablan de “rendición” de Bruselas ante Washington. O de “capitulación”. O de “sumisión”, como dijo el primer ministro francés, el centrista François Bayrou, uno de los dirigentes europeos más abiertamente críticos con el acuerdo cerrado por Von der Leyen.
“La lección de este acuerdo es que somos un gigante económico, pero políticamente irrelevantes”, lamentó también la presidenta del grupo liberal Renew en la Eurocámara, Valérie Hayer. “La UE ha cedido y las tácticas de chantaje de Trump han salido ganando. La Comisión no ha adoptado una postura lo suficientemente firme contra Trump y no ha jugado la baza fuerte que tenemos en el mercado mundial”, criticó su homólogo de los Verdes, Bas Eickhout. Mientras, la presidenta de los Socialistas y Demócratas (S&D), Iratxe García, reclamaba “conocer todos los detalles” del acuerdo, porque “un arancel del 15 % no puede ser el punto final de un acuerdo transatlántico”.
Incluso el canciller alemán, Friedrich Merz, uno de los pocos que ha valorado el acuerdo cerrado por su compatriota y compañera de partido como el menos malo de lo posible, ha reconocido que este provocará “considerables daños” a la economía de su país, a Europa y más allá.
La Comisión Europea lleva dos días a la defensiva, asegurando, como insiste el comisario de Comercio y negociador principal del acuerdo, Maros Sefcovic, que se trata del “mejor acuerdo posible bajo circunstancias muy difíciles”. Bruselas también rechaza las acusaciones contra Von der Leyen de realizar una gestión unipersonal, pese a que hace tiempo que se conocen críticas, dentro y fuera de su equipo, del gran control que ejerce sobre todas las carteras y asuntos. Hasta la propia estructura del colegio de comisarios y la distribución de competencias garantiza a la alemana tener la última palabra en casi cualquier cuestión. Hasta el punto que ya en su anterior mandato le valió una llamada de atención de varios de sus comisarios, entre ellos Breton, pero también el español Josep Borrell, el italiano Paolo Gentiloni o el luxemburgués Nicolas Schmit.
Pero esas voces no se apagan. Entre las críticas que se han acumulado desde que Trump y Von der Leyen estrecharon la mano y celebraron con el pulgar en alto también hay la de antiguos comisarios que conocen muy bien este tipo de negociaciones, como el responsable del acuerdo del Brexit, Michel Barnier: El acuerdo “es una confesión de debilidad: debilidad en la postura negociadora (...) Es el resultado de malas decisiones que no garantizan ni la soberanía ni la prosperidad del continente y sus Estados”, condenó en X.
L’accord entre l’Union Européenne et les Etats-Unis avec 15% de droits de douane imposés aux seules exportations européennes n’est pas un « moindre mal ».
— Michel Barnier (@MichelBarnier) July 28, 2025
C’est un aveu de faiblesse: faiblesse dans la posture de négociation, faiblesse dans la volonté de réindustrialisation,…
“De acuerdo. El 15% es mejor que el 30%”, reflexionaba por su parte la excomisaria de Comercio Cecilia Malmström. “Pero la UE está en una situación mucho peor que hace cuatro meses. La Comisión debería haber sido más estricta desde el principio”.
Consultas a las capitales
“Se ha negociado en nombre de los Estados”, refutó las críticas este martes el portavoz comunitario de Comercio. Además, agregó, no solo se ha cumplido el mandato de las capitales, sino que la frecuencia de las consultas con estas a casi cada paso del proceso “no tiene precedentes”, algo que le dio a Bruselas la “confianza” suficiente para afrontar unas negociaciones desde el principio durísimas, sostuvo.
Otro portavoz rechazó que Von der Leyen haya gestionado esto de forma personalista, recordando que ha sido un trabajo en equipo con “muchos expertos competentes de diferentes servicios y gabinetes” que han trabajado “muy duro” los pasados meses para lograr un acuerdo “fructífero y productivo”, digan lo que digan los críticos.
Bruselas niega que esta “capitulación” —idea que también rechaza— pueda afectar a la imagen exterior de la UE y su poder geopolítico, y apunta a las negociaciones activas que está manteniendo en estos momentos múltiples acuerdos comerciales con diferentes partes del mundo. Pero no logra disipar las previsiones más sombrías.
“El acuerdo está siendo ampliamente percibido como una gran victoria política para Trump y una derrota para la UE, lo que afecta negativamente a su imagen, tanto a nivel nacional como internacional”, escribe la economista Cinzia Alcidi en un análisis del think tank bruselense Centre for European Policy Studies (CEPS).
“Lamentablemente, esta interpretación acaba alabando y legitimando un enfoque basado en la agresión y la coacción, recompensando tácticas que socavan la confianza y la cooperación (…) Resulta asombroso cómo, en solo unos meses, Trump ha logrado presentar como un éxito una estrategia basada en la confrontación y unas políticas económicas tan poco sólidas, incluso con Europa. Es simplemente contraproducente”, concluye.
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