Tenemos que actuar como si nuestra casa estuviese en llamas; porque lo está
Los incendios y los excesos del turismo dejan paso a batallas políticas menores que relegan al olvido a las víctimas


1. Retrocedamos tres años. En el verano de 2022 dos gigantescos incendios arrasaron la sierra de la Culebra, en el noroeste de Zamora. Ya entonces se habló de incendios de sexta generación, incendios atómicos…, y se multiplicaron las llamadas a que el fuego se apague en el invierno. Ardieron muchas decenas de miles de hectáreas y creímos que se había aprendido la lección para que el desastre no volviera repetirse. Lo hizo en 2023 y 2024, aunque ha alcanzado su grado máximo en este verano del ejercicio en curso. Entonces, la activista sueca Greta Thunberg declaró: “Quiero que actuéis como si vuestra casa estuviese en llamas, porque lo está”.
En realidad, el año parteaguas fue 2017, cuando el incendio de Pedrógão Grande, a solo unos kilómetros de la raya que divide España y Portugal, causó todas las alarmas. En materia de fuego no hay fronteras, ni nacionales ni regionales. Llamas capaces de alterar la atmósfera, más rápidas, intensas, destructivas y grandes que las que se conocían hasta entonces. Luego vinieron California, Grecia, Bolivia, Chile, Argentina, Australia (donde se calcinaron millones de hectáreas, etcétera).
La cuestión es si se desaprovechará otra vez el tiempo en este invierno del descontento, si las autoridades olvidarán lo ocurrido inmersas en pendencias menores y otros problemas cotidianos, como ya parece estar sucediendo unas semanas después de que se prendiese el noroeste español. El instrumento de un pacto de Estado totalmente transversal y que dure más de una legislatura sigue siendo válido. El Estado debe liderarlo porque la prevención es muy cara.
2. Un pueblo costero en el Cantábrico, de unos 4.000 habitantes, que multiplica por cuatro su población veraniega. Todas las costuras rotas el mes pasado. Un matrimonio de gente mayor compuesto por una mujer con cáncer y un varón con una discapacidad ha conseguido un pisito para alojarse. Los desalojan en agosto, por contrato, porque los propietarios lo alquilan a un precio varias veces superior.
Ya sabemos que el turismo es el factor diferencial de la economía española, lo que le ha permitido crecer en los últimos años muy por encima de los países de nuestro entorno. Y que las proyecciones indican que en pocos años llegará a aglutinar el 17% del PIB, con bastantes más de tres millones de personas trabajando en él.
¿Cómo matar la gallina de los huevos de oro a través de los excesos? Gentrificación de las ciudades y expulsión de los vecinos de toda la vida, atascos infinitos, alquileres inasumibles, consumo ilimitado de los recursos naturales, vertidos al mar sin depurar, cortes de agua, déficit de los servicios públicos más esenciales como la sanidad, etcétera. Estos son los gérmenes de la turismofobia. El sociólogo Rodolphe Chistin, que no se considera un turismofóbico, ha escrito un libro titulado Contra el turismo (ediciones El Salmón) en el que define al turismo como una “industria totalitaria” que se está convirtiendo en tóxica y depredadora, y que degrada el planeta: transforma los territorios, rompe los equilibrios sociales por el consumo de recursos, la contaminación generada y la destrucción de entornos.
Por los datos que se van avanzando, el de 2025 habrá sido el mejor año para España en relación con su turismo, con un crecimiento espectacular de las ventas. Aunque debajo de las expectativas: sigue viniendo mucha gente del exterior, pero los españoles veranean menos tiempo y gastan menos por la subida de los precios. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida, el 33,4% de los españoles no pueden permitirse salir de vacaciones al menos una semana al año, y ese porcentaje va creciendo.
El ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, ha puesto en circulación el concepto de “gobernar el turismo”. Este no puede ser ajeno a la regulación como cualquier otra actividad. Regular para proteger. Si no se regula, la rueda acabará girando en sentido contrario al fenómeno turístico.
Ocurre lo mismo que con los incendios. Conforme pasan las semanas, y en el fragor de la batalla, ¿formarán parte del olvido que seremos? Excepto para las víctimas.
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